
Victoria López Barahona
Universidad Autónoma de Madrid, UAM
A veces elegimos un tema de estudio porque se desconoce; otras veces justamente porque se conoce pero sus explicaciones resultan insatisfactorias y dejan a un lado interrogantes imprescindibles. En estos casos resulta obligado volver a las fuentes conocidas y recabar información nueva. Esta comunicación se aborda desde ambas perspectivas, ya que no estamos ante un simple episodio o la manifestación de un problema aislado. Por el contrario, en nuestro tema, las hilanderas de las Reales Fábricas de Guadalajara, se cruzan diversas motivaciones de índole económica, política y social, en un extenso territorio, la región de Castilla-La Mancha incluida Madrid.
Fundado en 1717, el complejo industrial alcarreño, el más vasto de la península, constituye también uno de los más importantes aparatos de imagen de la dinastía borbónica. Nace con el propósito de aumentar la producción textil nacional para equilibrar la balanza comercial, y con todo un elenco de privilegios: no tiene que pagar portazgos, aduanas, alcabalas o cientos por la compra de materias primas y otros útiles, ni tampoco por la venta de los paños. Para surtirse de lana no acude al derecho de tanteo como el resto de fabricantes, pues adquiere la mejor directamente de los dueños de las cabañas. El director de la fábrica es también intendente y corregidor de la ciudad de Guadalajara y juez privativo en todos los delitos e infracciones que cometan sus empleados. Éstos, a su vez, gozan de un fuero especial que les exime de quintas y levas, alojamientos, bagajes y todo tipo de repartimientos.
La vida de la fábrica dura más de un siglo, concretame
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