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NOSOTRAS, LAS DECENTES. LA SALVAGUARDIA DE LA MORALIDAD FEMENINA EN UNA CIUDAD DE PROVINCIAS

NOSOTRAS, LAS DECENTES. LA SALVAGUARDIA DE LA MORALIDAD FEMENINA EN UNA CIUDAD DE PROVINCIAS

Beatriz Caballero Mesonero

 Universidad de Valladolid

 

Si un término marcó la vida de las mujeres españolas que vivieron bajo la dictadura franquista sin duda alguna la palabra decencia ocuparía uno de los primeros puestos en la lista. El adoctrinamiento recibido por las mujeres en este sentido para la salvaguardia de su moralidad y la del país es realmente intenso a todas las edades, pero muy especialmente en las etapas de la adolescencia y juventud por sus especiales características. Y es intenso a todos los niveles de influencia social, institucional y familiar: desde los más altos organismos de Iglesia y Estado, con Acción Católica y Sección Femenina a la cabeza como instituciones de socialización y adoctrinamiento de mujeres por excelencia, pasando por los manuales de los prolíficos moralistas de la época y demás prensa y literatura femenina, hasta la propia presión generada por el conjunto de la sociedad y la familia.

Pero, además, tratar esta cuestión en el marco localizado de la provincia de Valladolid supone agregarle a priori un componente todavía mayor de tradicionalismo heredado y de hermetismo impuesto en la que fuera denominada cuna del alzamiento nacional. El conservadurismo y el catolicismo a ultranza son condición sine que non para la sociedad vallisoletana por lo que cabría quizá pensar en una colectividad estancada que se mueve con aceptación y obediencia entre los rígidos parámetros ideológicos dispuestos por la dictadura franquista. Nada, sin embargo, puede estar más lejos de la realidad y, como veremos, existe una separación considerable entre lo que autoridades civiles y eclesiásticas consideran prácticas reprobables o comportamientos inmorales y las verdaderas prácticas sociales.

En definitiva, y a medida que se imponen las tendencias aperturistas, lo que pervive en múltiples casos es una cierta falsa moral o moral de las apariencias, que se esconde de la realidad aferrándose al ancla del pasado para no acabar con la imagen estereotipada de una sociedad idílica desacorde con la evolución de los tiempos.

 

 

 1. La población controlada: orden, modestia y rectitud

 

El apoyo que la dictadura encuentra en la institución eclesiástica, ya desde sus orígenes cuando la misma guerra civil es entendida como cruzada, refuerza y legitima el modelo franquista de mujer[1]. El respaldo que la Iglesia ofrecía al régimen fue fundamental para el sostenimiento de un férreo control social, amparado en la prédica y primacía de los valores de la sumisión y la resignación y en el adormecimiento de las conciencias ciudadanas, que siguiendo las directrices eclesiásticas habrían de estar más preocupadas por la inmoralidad del país, expresada en la longitud de los vestidos y escotes de las españolas, que por los problemas de corrupción económica o la carencia de derechos fundamentales y libertades[2].

El modelo femenino propuesto por el nacionalcatolicismo en la línea del ideal de “La perfecta casada” de Fray Luis de León, ensalzaba las virtudes más piadosas y devotas de la mujer y su función de madre y esposa ejemplar siempre sumisa ante la autoridad y jerarquía paternas. Y para cumplir este cometido las mujeres eran educadas desde niñas según un patrón de género patriarcal, falangista y tradicional que las prepara y convierte en correas de transmisión de los máximos valores de la moralidad en la que se sustenta la ideología del “Nuevo Estado”. De esta manera todos aquellos comportamientos que se saliesen de la pauta establecida serían, formal o informalmente, censurados.

Así pues, como una forma de reforzar la supeditación de la mujer al varón y prevenir conductas deshonestas, los mismos estamentos eclesiásticos pretenden controlar todas las formas de expresión de los sentimientos y las diferentes etapas por las que atraviesan las jóvenes en sus relaciones con el otro sexo, desde las presentaciones, los primeros encuentros y el cortejo, hasta llegar al matrimonio como fin supremo de toda relación[3]. El objetivo perseguido no dejaba lugar para el azar y así queda claramente expresado en las “Normas de Decencia Cristiana” sobre el noviazgo:

 

 Norma 60.Un hombre no debe tratar afectiva y asiduamente con una mujer sino con vistas al noviazgo, ni emprender el noviazgo sino con vistas al matrimonio. El flirt es un pecado ordinariamente grave.

Norma 62. Para conseguirlo, además de una intensa vida de piedad, han de procurar huir, en su trato, de la soledad y de la oscuridad. El no hacerlo suele ser pecado mortal, porque constituye un peligro tan próximo que es casi segura la caída, y fácilmente sirve de escándalo a los que lo conocen.

Norma 64. No puede aceptarse el que los novios vayan cogidos del brazo con peligro para ellos y mal ejemplo para los demás. Es escandaloso e indecente el ir abrazados de cualquier forma que sea.[4]

 

Sin lugar a dudas este mensaje tuvo amplio calado entre la mayoría de las muchachas vallisoletanas del primer franquismo, profundamente religiosas y educadas en el temor a toda clase de tentaciones[5]. Pero también es evidente que no tuvo la misma repercusión en todas las mujeres y menos aún a medida que avanza el tiempo cuando se empieza a notar un creciente relajamiento de las costumbres que choca directamente con el discurso oficial y eclesiástico. Nos encontramos entrados los sesenta con una ruptura fundamental entre el tipo de muchacha de feminidad tradicional, apegada a la casa, la religión y la familia, y las nuevas generaciones; jóvenes modernas y más cercanas a las posturas defendidas con posterioridad por el movimiento feminista que intentan adaptarse en la medida de sus posibilidades, dentro de las influencias que llegan a la ciudad, a las nuevas modas, usos y costumbres importadas de otras capitales de provincia más importantes y/o del exterior[6]. 

Es durante estos años, la década en la que se aprecia el cambio social a todos los niveles con mayor intensidad, cuando la situación que venimos analizando varía considerablemente. Ya en 1962 el vicario general del arzobispado de Valladolid informa de algunas transformaciones en este terreno:

 

En los pueblos de la provincia no se aprecia cambio notable en cuanto al ambiente religioso; generalmente se acusa falta de formación, apoyándose las prácticas religiosas más bien en la costumbre tradicional y el ambiente favorable actualmente. Comienzan a aparecer pequeños núcleos más conscientes y firmemente cristianos, debido a los Cursillos de Cristiandad y a la actividad de los grupos de Apostolado Rural de la Acción Católica. El aumento del fervor religioso es sensiblemente mayor en la ciudad, por la influencia de los cursillos y por el trabajo de la Acción Católica y de sus movimientos especializados, así como por la acción pastoral más intensa a través de la Misión General, el Apostolado Litúrgico, Cáritas, etc. Por el contrario el ambiente moral de poco tiempo a esta parte viene siendo menos favorable en la ciudad, y existe una manifiesta amenaza por la mayor libertad, que viene observándose en los espectáculos y publicaciones.[7]

 

Un asunto que va empeorando paulatinamente hasta convertirse en un verdadero quebradero de cabeza para los altos cargos eclesiásticos quienes se ven con frecuencia en la obligación de recordar a sus feligreses sus deberes cristianos y morales. Quizás una de las referencias más clarificadoras sea la declaración que los obispos españoles publican en 1971 bajo el lema “Declaración sobre la vida moral de nuestro pueblo” en la que denuncian la profunda decadencia y pobreza moral del pueblo español, analizando sus causas y síntomas y

planteando posibles remedios[8].

Los márgenes de lo que la Iglesia consideraba indecente eran realmente amplios e igual de amplios debían ser los motivos que la autoridad civil consideraba objeto de sanción: blasfemias, bailes, fiestas, cine, etc. Pero en estas cuestiones la estrecha vigilancia y los mandamientos oficiales poco tenían que ver con la realidad social y a mayores prohibiciones, mayores eran también las estrategias dispuestas para sortearlas y sin que faltara el gracejo del pueblo español para tratar de quitar fuste a las privaciones; en palabras de Umbral “el pueblo seguía inventando por su cuenta, no me beses con descaro que nos multa Romojaro, porque había gobernadores civiles especialmente empecinados en mantener la ortodoxia de los idilios cinematográficos.”[9]

 Ya desde los albores de la dictadura las distintas representaciones de los poderes públicos encabezadas por los sucesivos gobernadores civiles sostienen en Valladolid y su provincia una lucha permanente por mantener a la población controlada dentro de los estrictos baremos de lo que el régimen consideraba conductas apropiadas y decorosas[10]. Por este motivo son muy frecuentes –y una de las permanencias más anacrónicas del franquismo puesto que apenas variarán con el paso de los años para readaptarse a la cambiante sociedad- las disposiciones emitidas en el Boletín Oficial de la Provincia en las que se establecen toda suerte de prohibiciones respecto a lo que estaba o no permitido a los vallisoletanos en materia

de moralidad y buenas maneras[11]. Al igual que son ordinarios los servicios prestados por los cuerpos de seguridad en la ciudad en prevención y/o persecución de atentados contra la moral. De esta manera informa el Comisario Principal de Valladolid al Gobernador Civil en una nota de 21 de julio de 1951 de graves faltas contra la moral a causa de los baños públicos de algunos vecinos en el río Esgueva:

 

Durante la temporada de verano y desde hace muchos años, se viene utilizando para baños, el paraje denominado “Puente de Cemento” sobre el río Esgueva, del término municipal de esta Capital y a una distancia de un kilómetro de la Barriada “La Pilarica” lugar muy frecuentado especialmente en los días festivos por “parejas” las que tanto al desvestirse como al vestirse, no se recatan de hacerlo ante otras personas y sobre todo de niños de corta edad. Dada la cantidad de arbustos que existen en dicho lugar, es aprovechado para permanecer tendidos en el suelo en posturas incorrectas y a veces se les sorprende en la realización de actos inmorales.[12]

 

La distensión de las costumbres tradicionales relacionada en especial con la época estival conduce a soluciones que hoy nos parecen insólitas tales como la “Campaña pro moralidad y fe íntegra. El verano y la moralidad”, que es impulsada desde Madrid por medio de la edición o reedición de carteles, tarjetas y estampas sobre la modestia en el vestir, la decencia, el baile, los fines del matrimonio, etc., para ser distribuidas por los católicos en aquellos lugares donde se considerase que eran necesarios[13].

A pesar de lo cual, por si la intervención de nuestras autoridades públicas no llegaba a todos los ámbitos, siempre cabía la posibilidad de contar con la connivencia de algún vecino que espontáneamente se alzaba en iluminado paladín y gentil defensor del bienestar patrio denunciando las miserias e impudicias de sus congéneres. Así sucede con un vecino de la localidad de Tordesillas que en 1964 dirige una misiva al Gobernador Civil para exponer la situación de inmoralidad que con motivo de las Fiestas se vive desde hace unos años en el pueblo:

 

... han cogido costumbre los chicos menores de 16 años de edad, en cuadrillas de seis u ocho, de reunirse y arrendar una panera por los cuatro días de la fiesta y en ellas celebrar “guateques” preparando limonada y con ese motivo estar en dichas paneras todas las horas del día y de la noche cantando y bailando con tocadiscos, para lo cual llevan chicas de su misma edad y como no les dejan entrar en los bailes públicos por su edad, estar en sus guateques hasta altas horas de la noche molestando a los vecinos y dando un espectáculo inmoral. Por lo que le ruego, y le suplico que tales guateques, les debe prohibir, no consentirlos, no tolerarlos no permitirlos por el bien de la juventud y de la moral.[14]

 

Un ejemplo que no es sino un exponente más del grado de reaccionarismo potenciado por Régimen e Iglesia en la mentalidad de los vallisoletanos y del profundo conflicto generacional manifiesto a través de la creciente emancipación de nuestra juventud que se adapta con fuerza a los modelos contraculturales importados del extranjero.

La propagación de locales de ocio y esparcimiento (boîtes, clubs,..) es considerada en un “Informe sobre la situación moral de la juventud en Valladolid”[15] fechado en el año 68 un importante peligro corruptor para la juventud; aún a pesar de las constantes gestiones policiales para impedir la entrada de menores y controlar las condiciones de los locales a los que se describe como verdaderos antros de perdición:

 

...locales pequeños, recogidos, interiores o sótanos, con decorados provocativos, con iluminaciones invitando a la intimidad de las parejas, permaneciendo siempre en una penumbra amparadora de todo extravío sexual, en los que normalmente nunca se encuentran más de tres o cuatro parejas, ambiente propicio para considerarse aislados y libres para sus expansiones eróticas, amenizadas con músicas de ritmo excitante...[16]

No obstante, según se desprende de dicho informe, a nivel general el comportamiento de los vallisoletanos en público es bastante correcto a pesar de que hay algunas cuestiones morales que sería necesario corregir tales como aquellos casos en los que "la honestidad y recato de la mujer deja mucho que desear, con sus exhibiciones en terrazas y establecimientos, debido en parte a la moda de las faldas cortas"; también son considerados reprobables algunas formas en las que las parejas circulan por las calles y paseos, así como manifestaciones de mayor intimidad en bancos de parques y jardines, salas de espectáculos y en especial "en lugares retirados o de las afueras escogidos por las parejas de novios para sus expansiones, generalmente después de la puesta de sol". A pesar de lo cual parece que la población comienza a acostumbrarse a las transformaciones introducidas en las modas y maneras de conducirse de la juventud  y va decreciendo el rechazo de los más pudorosos hacia estos temas. No obstante, no es tanta la liberalidad en la que discurría la vida en la ciudad, si consideramos la denuncia que en el mismo informe se hace de la inmoralidad resultante de la disposición de prendas femeninas en algunos escaparates comerciales, de algunas publicaciones de ilustraciones eróticas o casi pornográficas, del peligro social que supone el incremento de la homosexualidad, o de la pésima calificación en lo moral de la mayor parte de las obras y revistas teatrales y películas.

Realmente es significativo el valor que desde las autoridades civiles y eclesiásticas se atribuye a los medios de comunicación como transmisores de las más perjudiciales formas de libertinaje[17]. El cine resulta un revulsivo fundamental en la modificación de las costumbres en general y tuvo especial relevancia en la evolución del modelo de mujer en particular; tanto por lo que se refiere a la imagen y el estereotipo femeninos transmitidos desde las pantallas, como por lo que respecta a la influencia de éstas mujeres “de cine” en la vida cotidiana de millones de mujeres españolas que esconden íntimos deseos de asemejarse a los prototipos cinematográficos[18].

 

 

2. De meretrices y otras malas mujeres: la labor del Patronato de Protección a la Mujer

 

             Mantener controlada la situación de la prostitución en la provincia, mediante su regulación y vigilancia, constituye otra de las grandes preocupaciones de los poderes públicos y eclesiásticos para la salvaguardia de la moralidad establecida.

A este respecto, hasta mediados los años cincuenta se consigue mantener la misma situación de doble moral que era aceptada en otros muchos órdenes de la vida de los españoles, puesto que al tiempo que es tolerada y controlada por el régimen como un mal necesario, su ejercicio se reviste de un discurso condenatorio, apoyado por la Iglesia, que legitima las decisiones del “Nuevo Estado” de cara a la opinión pública. Como manifiesta Jean-Louis Guereña “en una sociedad “cimentada en el sillar firmísimo de la familia cristiana”, el burdel seguía siendo considerado claramente como una pieza esencial del orden moral, la salvaguardia de la virginidad femenina y la tranquilidad de las familias cristianas”[19].

La población vallisoletana quedaba de esta manera sometida también a un estricto control social[20] en cuanto a su moralidad sexual se refiere, bajo la consigna de los nuevos valores patrios y la erradicación de todo tipo de conductas desviadas de las pautas de comportamiento oficiales. Perseguir y eliminar los rastros de discrepancias se convierte en una prioridad para nuestros gobernantes, quienes en lo tocante al tema de las “mujeres públicas” canalizarán buena parte de sus esfuerzos correctores a través del denominado Patronato de Protección a la Mujer.

            Restablecido por decreto de 6 de noviembre de 1941[21], el Patronato constituyó otro más de los aparatos ideológicos empleados por el franquismo como mecanismo represivo encargado de proteger, corregir y regenerar a la sociedad y a aquellas desgraciadas mujeres que habían caído en un estilo de vida degenerado. Su fin último no era otro más que lograr la “dignificación moral de la mujer, especialmente las jóvenes, para impedir su explotación, apartarlas del vicio y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la Religión Católica”[22].

            Pero será a partir de la Ley de 20 de diciembre de 1952 cuando quede definitivamente regulado como organismo o institución dependiente del Ministerio de Justicia, con plena capacidad jurídica y amplias funciones con respecto a las disposiciones legislativas anteriores. A partir de este momento el Patronato se encargará de la protección de la menor de 16 a 21 años, o bien -ampliando la minoría de edad- hasta los 25 en ocasiones especiales. La finalidad de este organismo será la de velar por la moralidad pública y en particular por la femenina, para lo que específicamente deberá, entre otras medidas, proteger a la juventud femenina y a todas aquellas mujeres expuestas a ambientes moralmente nocivos o peligrosos; “instar al descubrimiento y castigo de los hechos delictivos o de las contravenciones de las normas de policía que se relacionen con la corrupción y tráfico de menores y del conocido con el nombre de “trata de blancas”; con la producción, importación y circulación de publicaciones pornográficas o que tiendan a divulgar las prácticas abortivas o anticoncepcionistas y, en general, cuantas afecten a la moral católica y a los demás fines del Patronato”; proceder al internamiento y regeneración de las llamadas “mujeres caídas” en establecimientos adecuados para tal fin; y, al mismo tiempo, mantener contacto y relación con otros organismos, nacionales o internacionales, que persigan sus mismas o similares metas[23].

            En Valladolid, el Patronato estaba representado por una Junta Provincial[24], dependiente a su vez de la Junta Nacional, y similar al resto de las cincuenta Juntas provinciales o locales -con función consultiva y decisoria- que representaban al Patronato por toda la geografía española bajo la presidencia honorífica de Doña Carmen Polo de Franco[25].

La financiación del Patronato para el desempeño de su labor correrá fundamentalmente a cargo de los presupuestos generales del Estado canalizados a través del Ministerio de Justicia, puesto que a pesar de que se contempla por la ley del 52 la posibilidad de recibir aportaciones extras provenientes de ayudas o subenciones varias e incluso el hecho de que los padres de las internas corran con los gastos de sus hijas, la realidad fue que las aportaciones provenientes de estas vías solían ser mínimas y los problemas de financiación de la Junta Provincial una cuestión recurrente.

Por lo que se refiere al funcionamiento interno del Patronato, las jóvenes que estaban bajo su tutela podían acceder a esta regeneración por cuatro cauces diferentes confiadas a él por los Tribunales, particulares u otras autoridades: en casos de prostitución, corrupción, etc. las jóvenes solían ser recluidas por mandato judicial; en otros casos las menores eran recogidas de las calles, por hallarse huidas de sus casas, o por encontrarse en establecimientos de dudosa moralidad, y trasladadas al Patronato por la policía; también podían ser internadas por sus propios padres sobrepasados por las conductas excesivamente rebeldes de sus hijas o temerosos de posibles perversiones o peligros; o bien podían ingresar por voluntad propia y en estos casos el Patronato pasaba a suplir las funciones de la familia actuando como una verdadera familia legal.

Una vez que las jóvenes, por cualquiera de estos cauces, quedaba bajo la supervisión del Patronato lo normal era su ingreso en uno de los centros a disposición de esta institución. Para su funcionamiento el Patronato disponía de un escaso número de instituciones propias, por lo que dependía de otra serie de instituciones colaboradoras y auxiliares que por regla general estaban en manos de congregaciones religiosas de Adoratrices del Santísimo Sacramento, Oblatas del Santísimo Redentor, Religiosas del Buen Pastor o Trinitarias[26].

En el caso vallisoletano estas tareas de auxilio a la labor del Patronato recaen principalmente en la obra de religiosas Adoratrices y Oblatas, aunque por los constantes problemas de espacio (o la carencia de medios de reeducación apropiados) se hiciera necesario con frecuencia el traslado de tuteladas a colegios o establecimientos de corrección de otras provincias cercanas. A 31 de diciembre de 1963 están recluidas a disposición de la Junta Provincial un total de 57 mujeres repartidas por diferentes provincias: 24 en Adoratrices y 13 en Oblatas de Valladolid; otras 13 en Nuestra Señora de la Almudena, Nuestra Señora del Amparo, Residencia Peña Grande, y otros sitios de Madrid; 3 en el Hogar Femenino María Inmaculada de Salamanca; 1 en el Refugio Nuestra Señora de Fátima de San Sebastián; 2 en Nuestra Señora de Covadonga en Oviedo y 1 con las Oblatas de Segovia[27].

La tarea encomendada a estas comunidades religiosas consistía fundamentalmente en una labor de recatolización y formación, a través de las que se buscaba encauzar la senda vital de estas muchachas desorientadas. Con estos fines, y para lograr una pronta recuperación de las internas, el colegio Nuestra Señora del Pilar dependiente de las religiosas Adoratrices de la capital organizaba en la década de los sesenta cursos de formación intensiva profesional, en colaboración y con la subvención del servicio de Promoción Social Obrera del Ministerio de Trabajo[28]. Cursos que, a pesar de que se reconoce que no estuvieron exentos de problemas, servirían para enseñar a las jóvenes el desempeño de una profesión que les permitiese abandonar la situación de internamiento en la que se encontraban y volver a salir a la calle contando con una manera honrada y digna de ganarse el sustento superando su indisciplina anterior. Eso sí la capacitación que se ofrece a las jóvenes tuteladas entra dentro de los cánones de lo que en la época se consideran profesiones adecuadas para la mujer y los cursos ofertados son de las especialidades de peluquería, maquinista de punto, cocineras-reposteras, etcétera[29].

A pesar de que no existe excesiva documentación acerca de la labor del Patronato en Valladolid, los informes existentes son explícitos a la hora de mostrar las dificultades a las que tenía que enfrentarse la Junta Provincial para el desempeño de sus funciones cotidianas. De esta manera, la carencia de medios es una constante reiterada en sucesivos informes. El principal problema que se le presenta a la Junta Provincial para su buen funcionamiento viene a ser la falta de “casas de familia” donde pueda acogerse a las tuteladas “con lo que se lograría además de poder ser controladas, el que recibiesen instrucción y consejo para desenvolverse con normalidad a la salida del internado”. Y la solución que se plantea, a semejanza del éxito ya obtenido en otras provincias españolas, consiste en la construcción de una Casa Hogar o Casa de Familia, donde las muchachas encuentren un refugio “que les ponga a cubierto de los peligros de la ciudad”. Aunque, por el momento, la única salida a los problemas de espacio de esta institución se limite al proyecto de construcción de un Hogar para Mujeres Jóvenes, cuya ejecución estaba prevista dentro de las medidas del Plan de Desarrollo[30].

Pero las deficiencias no se limitan a los medios materiales, sino que el personal técnico con el que se cuenta es también insuficiente para atender debidamente la demanda y los servicios del Patronato. No son bastantes los profesionales contratados para desarrollar las funciones de custodia y rehabilitación de las jóvenes tuteladas, ni el número de visitadoras sociales y asistentes sociales, y por ello resulta fundamental para el mantenimiento del sistema la inestimable colaboración de las órdenes de religiosas. La principal dificultad de la Junta para el desarrollo normal de sus actividades durante el año 75 fue precisamente la carencia de asistente social encargada de gestionar el Centro de Observación y Clasificación (COC) de la calle Renedo, lo que impedía la realización de importantes estudios acerca de las características y la condición de las jóvenes que se internan en este centro[31].

            Con la información de que disponemos únicamente podemos reconstruir con cierta continuidad la labor desempeñada para el Patronato en Valladolid a partir de los años sesenta coincidiendo con el pleno apogeo del desarrollismo en la ciudad, lo que contribuye en buena medida a ejercer de foco de atracción para la emigración de jóvenes mujeres que acuden a la capital en busca de mejoras socio-laborales y en ocasiones como un medio de escapar de la opresiva atmósfera que les ofrecía el mundo rural tradicional.

 

 

 Fuente: Elaboración propia a partir de los informes de la Junta Provincial del Patronato de Protección a la Mujer.

 * entre las resoluciones más usuales de las llevadas a cabo por el personal de la Junta del Patronato se encuentran sin duda los internamientos-externamientos de las muchachas, pero también se adoptan según los casos otra serie medidas de vigilancia tutelar, denuncias ante las autoridades judiciales o gubernativas, informes al juzgado o a otras Juntas patronales, traslados a disposición del Tribunal Tutelar de Menores, o casos en los que el patronato se encuentra en la imposivilidad de intervenir por no comprobarse vida inmoral, por negativa de los padres, por contraer matrimonio, etc.

 

            Aunque carecemos de una serie temporal completa, que nos permitiera realizar un seguimiento más riguroso de las actividades llevadas a cabo por los servicios de la Junta del Patronato, nos parece interesante adjuntar también los datos contenidos en el informe del año 1975[32], donde se especifican detalladamente las labores realizadas por el personal adscrito a la misma y que nos permiten constatar cómo la misión del Patronato continúa muy vigente aún en el ocaso de la dictadura.

 

 

La empresa de la Junta del Patronato en la ciudad se realizaba en estrecha colaboración con la Jefatura Superior de Policía, quienes la mantenían puntualmente informada acerca de los casos de mujeres de mala reputación sobre las que el Patronato pudiera desplegar su función tutelar (aportando su nombre, edad, lugar de nacimiento y procedencia, ciscunstancias familiares y profesionales); y viceversa la Junta se encargaba de denunciar ante la policía a proxenetas o encubridores de este comercio carnal en la ciudad. Así, queda constancia de esta reciprocidad en el informe enviado por la Junta Provincial del Patronato para la confección de la memoria del Gobierno Civil del año 68 por medio de las denuncias presentadas ante el fiscal de la Audiencia Territorial por haberse descubierto una red de trata de blancas y un chalet en las inmediaciones de la capital donde se ejercía la prostitución[33].

Pero lo cierto es que a la hora de valorar la realidad de la prostitución en Valladolid las versiones de las autoridades gubernativas y de la Junta del Patronato coinciden al entender que las medidas legislativas adoptadas hasta el momento estaban dando sus frutos, al menos en el terreno de controlar la prostitución más expositiva y abierta[34]. A juicio de los poderes públicos el Decreto-Ley abolicionista de 3 de marzo de 1956[35] y las revisiones del Código Penal  -Decreto de 28 de marzo de 1963- han resultado suficientes para paliar esta situación. Como se expone en la memoria del Gobierno Civil de 1962 por lo que se refiere a este tema “ha desaparecido la prostitución en lo que tenía de explotación a la mujer y su carácter profesional desapareciendo los prostíbulos” [36]; lo cual no significa que no se continúe practicando en pensiones y otros establecimientos públicos de forma encubierta.

Esta prostitución clandestina continúa vigente y perseguida desde los tiempos de la posguerra, cuando al no existir aún condena expresa de la misma dentro de una política reglamentarista, no se juzgaba como delito su práctica sino el incumplimiento de los requisitos para desarrollarla, esto es, que se ejerciese en recintos cerrados, en casas de citas o meublés y siempre por mayores de edad. No obstante, pese a existir posibilidades de regulación para las prostitutas, éstas optaban por no matricularse en las casas toleradas y preferían trabajar “por libre”, escapando de las limitaciones por edad, de los recintos establecidos y de los obligatorios controles sanitarios para el desempeño legal de esta profesión[37], lo que arroja cifras aproximadas de 80 detenciones semanales allá por 1952[38]. Estas prostitutas clandestinas serían juzgadas como detenidas gubernativas y apartadas de la calle por un periodo de entre quince días y dos años, y en algunos casos pasaban a depender de la Obra de Redención de Mujeres Caídas[39] que se encargaría de su reclusión y adoctrinamiento en conventos, cárceles o reformatorios.

De los 349 expedientes de detenidos gubernativos en la provincia recogidos entre 1947-49 y a los que hemos podido tener acceso, diecisiete corresponden a mujeres denunciadas, arrestadas o detenidas por atentar contra la moral pública o ejercer la prostitución clandestina; en la mayor parte de los casos son denunciadas a las autoridades por sus propios convecinos con ninguna otra base probatoria que el mero chismorreo. Este es el caso de cuatro mujeres de la capital arrestadas en mayo de 1948 durante quince días (exp. 949-952) en respuesta a la denuncia formulada por los vecinos de una casa de la céntrica calle Portugalete; se trata de tres mujeres de 25, 26 y 38 años, “sin ocupación y de pésima conducta”, alojadas en el domicilio de una viuda de 51 años, que “desde el fallecimiento de su esposo y según informes practicados por la policía sobre personas que conocen su vida y costumbres, hace una vida desprovista de todo principio de pudor y recato, apareciendo como una mujer “de la vida”, como demuestra su asistencia con otras mujeres de mala reputación a bares y cafés y sus paseos por la vía pública con su querido”. Asimismo, y para mayor escándalo de la vecindad, se cuenta cómo su vivienda ha sido convertida en la antesala de un verdadero prostíbulo donde se acoge a mujeres de vida irregular que acuden allí por la noche, en ocasiones ebrias y en compañía de varones, ocasionando importantes molestias a la vecindad por sus voces y faltas a la moral. Destaca además en este proceso un detalle que es revelador del papel activo que la policía jugaba también en la vigilancia de la moralidad general y la regeneración de estas mujeres, puesto que se manifiesta como en varias ocasiones el comisario ha intentado favorecer otras salidas para las detenidas apercibiendo a la viuda a cambiar su forma de vida y conducirse dignamente[40].

Precisamente es esta variante de la prostitución la que más preocupa a la Junta Provincial del Patronato una vez que están teniendo éxito las disposiciones sobre la misma y el cierre de las casas dedicadas a este tráfico. Y así lo hacen constar en un completo informe presentado el 9 de marzo de 1964 por el vicepresidente de la Junta en el que se analizan detalladamente las influencias favorables y desfavorables que han ocasionado las medidas legales adoptadas respecto a la evolución de la prostitución en nuestra ciudad[41].

En dicho informe denuncian la persistencia de dos tipos de prostitución que denominan genéricamente alta y baja prostitución. Por alta prostitución entienden aquella que se desarrolla fundamentalmente dentro de hoteles, incluidos los de categorias superiores, a los que las parejas acceden libremente y sin ningún tipo de cortapisas y puesto que “como el sistema de alojamiento en hoteles y pensiones no exige la presentación de documento alguno que acredite el vínculo existente entre las personas, es fácil eludir la responsabilidad”. De ahí que desde la Junta se proponga como medida cautelar la posibilidad de que “aún cuando resultara un poco molesto para los viajeros y pensando en más elevados fines”, fuera obligatoria la presentación del Libro de Familia o de algún otro documento a través del cual se justifique su condición matrimonial; de tal forma que, además, serían sancionados los propietarios de los establecimientos que no cumplieran con estos requisitos de control. Esta modalidad más encubierta y menos publicitada incluiría la prostitución encubierta ejercida por jóvenes clientas habituales de cafeterías, boîtes y clubs nocturnos, artistas profesionales o componentes de grupos artísticos que actúan en Salas de Fiestas –dos al menos en conocimiento y vigilancia policial- y que complementan su economía por estos medios[42].

En cuanto a la baja prostitución sería aquella que se concentra y sigue desenvolviéndose principalmente en los antiguos barrios donde existían prostíbulos establecidos; con la salvedad de que, al cerrarse aquellos, ha disminuido la concentración de mujeres en un único local y ello ha promovido la agrupación de pequeños grupos de dos, tres o cuatro mujeres – muchas de ellas, pese a su edad, antiguas mancebas de los prostíbulos clausurados - que continuan practicando su oficio en viviendas particulares.  Concretamente, según se desprende del testimonio recogido por la Junta:

Hay en esta situación un número considerable de prostitutas, y cuando se las señala que en estas casas se ejerce la prostitución, alegan que no, que a dichos pisos solamente sube el amigo particular de cada una de ellas, siendo lo cierto que acuden otros individuos. Hay horas durante el día en que fácilmente puede encontrarse en las calles de estos barrios bajos un considerable número de prostitutas, y más concretamente en los bares enclavados en los mismos, donde de hecho existe una activa contratación entre hombres y mujeres de mal vivir.

Otros espacios que también se han comprobado propicios para el frecuente desarrollo de estas prácticas eran los reservados de bares, establecimientos tolerantes o incluso abiertamente encubridores de este tráfico, o merenderos situados en el extrarradio, y que por este motivo estaban menos sometidos a la inspección policial[43]. Estás prácticas se consumaban en especial en horario nocturno, en muchos casos dentro del propio vehículo con el que se acude a la cita o en su defecto en el campo, y con carácter cada vez más frecuente en pensiones y hoteles donde la Junta denuncia un “alarmante incremento y peligro en el ejercicio de la prostitución”. Una generalización de este tráfico dentro del creciente mundo de la hostelería que se considera realmente una amenaza para la protección de la moralidad provinciana puesto que en esta industria “los escrúpulos sucumben ante los fáciles beneficios” y ello genera “un ambiente muy propicio por ofrecer garantías de cierta reserva” para el desenvolvimiento de una furtiva prostitución[44].  

De esta forma una situación que de cara al exterior pudiera parecer una victoria de los poderes públicos capaces de erradicar este tráfico de mujeres escondía una realidad sumergida bien distinta y contra la cual los métodos de lucha y represión no resultaban tan eficaces. Por este motivo, en un ejercicio de autocrítica y como un medio para intentar desarrollar y mejorar el papel encomendado a la Junta Provincial el informe del año 64 culmina con un repertorio de medidas y de situaciones a corregir:

 

... mayor vigilancia e inspección de los locales de diversión nocturna, que referidos a nuestra capital son pocos, pero carecen de un control sumamente necesario, ya que la mayor parte de las jóvenes que tutela el patronato han sufrido su caída precisamente en los reservados de dichos establecimientos, los cuales por otra parte se hallan provistos de pasadores que permiten el cierre de los reservados, cosa que debe evitarse a toda costa. Surgido un gran incremento en cuanto a recepción de parejas en pensiones y hoteles se refiere, sería conveniente insistir a los propietarios a fin de que se abstuvieran de admitir cualquier clase de parejas que infundan sospechas e incluso que solicitaran algún justificante de la situación familiar de las mismas. Se impone una mayor eficacia en la represión de los lamentables espectáculos nocturnos y diurnos relativos a la compostura de las parejas, que afecta a la moralidad pública y es un semillero de males mayores[45].

 

            Sin embargo, lejos de resolverse estos problemas que tanto perturban a los guardianes de las virtudes de nuestros ciudadanos, a medida que pasan los años tienden a recrudecerse, hasta el punto que el cometido inicial del Patronato queda superado por la realidad social del momento. Se hace imprescindible entonces una reformulación de sus funciones y medios de actuación que permitan adecuar la institución al ritmo impuesto por la adopción de nuevas costumbres y moldes mentales.

 

…en esta ciudad ha seguido en escala ascendente la pauta marcada durante los últimos años por la excesiva libertad de costumbres en la juventud, prodigándose la asistencia a los clubs en sesiones nocturnas de jóvenes menores de 21 años, e incluso de 18, con el consiguiente quebranto de la moralidad femenina, ansiosa de desenvolverse y disfrutar de esos medios, acentuándose más el peligro en las jóvenes de las esferas sociales más modestas, que no disponiendo de medios económicos propios –la presencia en estos clubs resulta cara- se acogen a la invitación de muchachos de superior posición, hipotecando así su personalidad[46]-

 

Máxime cuando existe poca colaboración por parte de los progenitores y las familias para que la vida de sus hijas discurra encauzada por el camino de la rectitud y la virtud, siguiendo la travesía marcada por el retrógrado modelo femenino que se pretende seguir sosteniendo por parte de las autoridades franquistas.

Los padres, que antes ofrecían resistencia a esta nueva apertura de costumbres, dificultando su rápido progreso, han terminado por claudicar, adoptando una posición de conformismo, y las salidas nocturnas de las jóvenes, que hace años parecía intolerable en el ambiente familiar, se ha hecho ahora corriente en la vida de costumbres, con evidente peligro para su moralidad, aunque se invoque que ahora existe una mejor preparación para defenderse en la vida[47].

De ahí que, desde el mismo Patronato, se reconozcan las crecientes dificultades a las que ha de hacer frente contando con unos medios de acción que no son los adecuados para los nuevos tiempos y se reclame por ello un “profundo estudio de reformas en los sistemas” a través del que se logre sortear el importante desequilibrio con el que se encuentra en la actualidad. Aunque, a pesar del pesimismo que se trasluce por las disfunciones y el deterioro de la organización, sigue existiendo un poso de confianza en los poderes civiles para su recuperación a la espera de un nuevo anteproyecto de Ley encargado de actualizar las normas fundamentales por las que se rige esta institución[48].

Pero no sólo los medios del Patronato resultan ineficaces para mantener controlados los hábitos sexuales de las nuevas generaciones de muchachas que se empapan de aires modernizadores, sino que similares males afectan a la actuación de la misma policía en la vigilancia y represión del comercio carnal. Aunque según se manifiesta desde Jefatura a la altura de 1968 no es excesivo el número de prostitutas en función del total de población, su control o extirpación se hacen prácticamente imposibles. En casos de vigilancia policial extrema, las prostitutas tienden a trasladarse a zonas o ciudades donde la tolerancia sea mayor con lo que no se termina con el problema; así como tampoco surten efecto las medidas usuales consistentes en la imposición de sanciones pecuniarias, arrestos gubernativos o propuestas de aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes, que según el informe policial no vendrían más que a agrandar el problema de reinserción de estas mujeres. Examinado el historial de las detenidas y sancionadas en este año por prácticas de prostitución y que reproducimos a continuación, no podemos por menos que llegar a las mismas conclusiones que se plantean desde la Jefatura de Policía, esto es, la práctica inoperancia de los métodos cohercitivos aplicados en estos casos.

 

 

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del Informe sobre la Situación Moral de la Juventud. Año 1968.

 

La política propuesta como alternativa, en un planteamiento muy actual, parte de un análisis de la condición sociológica de las prostitutas, en su mayor parte mujeres inadaptadas socialmente y carentes de formación moral y cultural, que en muchas ocasiones tienen que mantener una familia propia y que además sufren el rechazo de la comunidad que las margina y destierra de otras posibles salidas laborales. De poco o nada sirve entonces su apartamiento de las calles, si tras su puesta en libertad no se les ofrece otra salida que incurrir de nuevo en el vicio. De ahí que se ambicione "una labor educativa, de mayor comprensión humana y caridad cristiana por parte de la sociedad", como método mucho más efectivo para la regeneración de estas mujeres[49].

 

3.  A modo de conclusión.

 Recorrer algunos de los mecanismos e instituciones de control y sometimiento empleados por los poderes civiles y eclesiásticos, nos ha permitido ver el elevadísimo grado de ingerencia y de coacción al que estaban sujetos los vallisoletanos, y en particular sus mujeres, en todos los órdenes de su vida. En el mundo del ocio, la moda, los sentimientos, las relaciones de pareja y sexuales, prácticamente todo era considerado pecaminoso y entrañaba terribles peligros para el desarrollo de la personalidad femenina. Bajo el punto de vista de nuestras más altas jerarquías, las vallisoletanas del franquismo no son dueñas ni de su tiempo, ni de su espacio, ni de su mente, ni siquiera de su propio cuerpo. Se mueven en un terreno espacial acotado dentro de la esfera privada, que ni siquiera pueden considerar absolutamente propia puesto que dentro de ella han de comportarse igualmente siguiendo unos cánones establecidos de antemano, y en caso de dejarse asomar a la esfera pública son severamente reprendidas por adoptar comportamientos indecorosos en toda mujer que se precie de ser buena madre, buena esposa y buena cristiana.  Nada podía haber peor, sin embargo, que caer en las redes del lenocinio, donde tampoco las mujeres escapan de esas relaciones de poder, siempre interesadas, que al tiempo que las discriminan las utilizan. Mantener a las mujeres profundamente adoctrinadas resultaba fundamental para la supervivencia de un sistema y un discurso ideológico patriarcal y jerárquico como el franquista. A pesar de lo cual hemos comprobado cómo el transcurso del tiempo trae consigo un trascendental desfase entre este discurso tradicionalista y sacralizador que se pretende inmovilista, mantenido por el Nuevo Estado y la Iglesia católica, y la realidad social de los vallisoletanos cambiante en el tiempo y el espacio, al igual que las relaciones de género. Progresivamente se van sentando las bases de una nueva moral popular que, en contradicción con la oficial, será la que acabe triunfando a medida que las provincianas modosas y piadosas del primer franquismo vayan ganándole terreno a su propia vida hasta ser relegadas por las nuevas vallisoletanas protagonistas del futuro democrático.

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ARTÍCULO PUBLICADO EN: VII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Santiago de Compostela, 2004, CD-ROM (ISBN 84-9750-376-7).

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LA AUTORA

Beatriz Caballero Mesonero (Valladolid, 1978), es licenciada en Historia por la Universidad de Valladolid, España. En la actualidad ultima su tesis doctoral bajo el título de "La mujer ante el cambio social en Castilla y León durante el franquismo: el caso vallisoletano (1960-1975)".

PUBLICACIONES

***"Algunas consideraciones acerca de la historiografía de la historia de las mujeres", en FORCADELL, C.; FRÍAS, C.; PEIRÓ, I. y RÚJULA, P. (coords), Usos públicos de la Historia. VI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Zaragoza, 2002, vol.1, 351-363.
***"El Género: reflexiones desde la Historia", en XII Jornadas de Filosofía: Igualdad y género. Reflexiones desde la ética y la filosofía política. Universidad de Valladolid, Valladolid, 2003, (en prensa).

***"Algo viejo, algo nuevo y algo azul: vallisoletanas en el franquismo (1959-1975)", V Encuentro de Investigadores del Franquismo, Albacete, 2003, CD-ROM.

***"Nosotras, las decentes. La salvaguardia de la moralidad femenina en una ciudad de provincias", en VII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Santiago de Compostela, 2004, CD-ROM (ISBN 84-9750-376-7).

***"Esposa y madre en la vida: Trabajo y conflictividad femenina en el Valladolid tardofranquista", en Actas del Congreso: La transición de la Dictadura Franquista a la Democracia, Barcelona, (en prensa).

***"Relaciones laborales y de género en el franquismo. Mujeres trabajadoras en una ciudad en transformación, Valladolid (1955-1975)", en XIII Coloquio Internacional de A.E.I.H.M. Barcelona (pendiente de publicación).

***"Historia de las Mujeres e Historia de Género. Teoría, metodología y balance académico", Universidad de Valladolid, 2002 (pendiente de publicación).

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Para dirigirse directamente a la autora: beacm@fyl.uva.es

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  NOTAS

[1] Para precisar las características de este modelo véase: Geraldine M. SCANLON, “La mujer bajo el franquismo”, Tiempo de Historia, nº 27, año III, pp. 4-24; María del Carmen AGULLÓ DÍAZ, “Transmisión y evolución de los modelos de mujer durante el franquismo (1951-1970)”, en J.M. TRUJILLANO SÁNCHEZ y J.M. GAGO GONZÁLEZ (eds.), Historia y Fuentes Orales. Historia y memoria del franquismo, 1936-1978. Actas IV Jornadas. Ávila, octubre, 1994, Ávila, Fundación Cultural Santa Teresa, 1997, pp. 491-502.

[2] La cuestión de la moda y el vestido de las mujeres se mantuvo durante todo el franquismo como una permanente obsesión para la institución eclesiástica. De tal forma que son numerosas las ocasiones en las que desde diversos cargos religiosos se emiten disposiciones recordando a las mujeres su compromiso para con el recato y la modestia en el vestir. El Boletín Oficial del Arzobispado de Valladolid (en adelante BOAV), nº 8, 12 de junio de 1950, supone un buen ejemplo a este respecto al recopilar en un mismo número una circular del arzobispo de 10 de junio de 1950 sobre la inmodestia en los vestidos femeninos y ciertas expansiones estivales, una instrucción de la Sagrada Congregación del Concilio sobre el modo deshonesto de vestir de las mujeres de enero de 1930, y el compendio de Reglas particulares de modestia, tomadas de la pastoral colectiva “Justicia y Castidad” elaborada por los prelados de la provincia eclesiástica de Valladolid en agosto de 1941, pp. 137-144.

[3] Son obligatorios para los jóvenes católicos los cursillos prematrimoniales que las parroquias ofrecen en capital y provincia, coordinados por el Centro Diocesano de Formación Prematrimonial, como el que la Acción Católica organiza en Tudela de Duero bajo el programa: “Situación de los jóvenes ante el matrimonio”; “El noviazgo”; “Psicología masculina y femenina”; “Dios es nuestro padre, Jesucristo nuestro amigo”, y “Preparación de la misa del Domingo”. BOAV, nº 4, abril de 1967, pp. 130-131.

[4] Assumpta ROURA, Nosotros, que nos quisimos tanto. El libro de los que fuimos jóvenes, Barcelona, Planeta, 1996, p. 139. La Comisión Episcopal de Ortodoxia y Moralidad emite en 1959 las llamadas “Normas de Decencia Cristiana”, que no son sino un compendio de cánones de comportamiento admitidos en cuanto se refería a la vida familar, las relaciones de pareja, con los hijos, los sirvientes, desde el completo rechazo a cualquier método anticonceptivo que limitara la finalidad procreadora fundamental del matrimonio, pasando por el adoctrinamiento de los jóvenes respecto a su forma de vestir o divertirse, hasta la defensa de los verdaderos valores de la mujer como sostén del hogar y madre de familia.

[5] Hay que tener en cuenta que la enseñanza de la mayoría de los alumnos de clase media y en edad escolar en la ciudad se recibe de colegios oficiales o religiosos regidos por las normas de la Iglesia, siendo una exigua minoría los que estudian con particulares seglares. Sobre la educación femenina: Mª Jesús DUEÑAS CEPEDA, “Avances y retrocesos en la educación de las mujeres en Castilla y León, 1900-1970”, en R. CID et al., Oficios y saberes de mujeres, Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial. Universidad de Valladolid, 2002, pp. 221-259.

[6] Unas circunstancias que no son exclusivas de nuestra provincia sino que se insertan dentro de la oleada de importantes transformaciones que arrasa por todo el país y centra la atención de los altos mandos eclesiásticos como puede comprobarse a través de la “Declaración colectiva de los Metropolitanos españoles. Actitud cristiana ante los problemas morales de la estabilización y el desarrollo económico”, Ecclesia, nº 969, 6 de febrero de 1960, p. 3 editorial y pp. 25 y ss.

[7]  Archivo del Gobierno Civil de Valladolid (en adelante AGCV), SDG Caja 119, Antecedentes de la Memoria del Gobierno Civil. Año 1962. Nota del vicario general del arzobispado de Valladolid. En concreto la rama femenina de la Acción Católica vallisoletana incluía entre sus secretariados uno dedicado a cuestiones de moralidad, cuya vigilancia será una de las dedicaciones principales de la obra dentro del ámbito de su acción social. Cf. Laura SERRANO, Renovación eclesial y democratización social. La Iglesia diocesana de Valladolid durante la construcción de la democracia, 1959-1979, Tesis Doctoral (inédita), Universidad de Valladolid, 2002, pp. 380 y ss.

 

[8] Entienden que la relajación moral se manifiesta entre otros hechos en la disminución o falta de sentido religioso de la vida, desorientación general de principios morales, depreciación del orden moral matrimonial y de la institución familiar, materialismo y hedonismo, creciente erotización ambiental, inmoralidad profesional, clima de violencia, crisis de autoridad y obediencia, escándalo y provocación del dinero, ansia de lucro y de lujo; acontecimientos que son consecuencia del debilitamiento o pérdida de la fe cristiana, del confusionismo doctrinal y crisis en la vida sacramental, ignorancia en materias morales, pérdida de confianza en las instituciones y los principios morales sobre todo entre los jóvenes, choque moral con el dinamismo de la vida moderna y sus pautas de evasión y ruptura de lo establecido, creciente comercialización del sexo y su explotación económica, corrientes culturales que erosionan la moral, etc. BOAV, nº 7, julio de 1971, pp. 305-313.

[9] Tomás Romojaro Sánchez fue Jefe Provincial del Movimiento y Gobernador Civil de la provincia entre 1942 y 1947 y acérrimo defensor de la ortodoxia y la disciplina en las conductas de los vallisoletanos. Francisco UMBRAL, Memorias de un niño de derechas, Barcelona, Destino, 1986 (1ª ed. 1972), p. 34.

[10] Si nos movemos en el terreno de la sociabilidad topamos ya desde el primer cuarto del siglo XX con la puesta en marcha dentro de la capital de diversas iniciativas ciudadanas que intentarán disminuir, con los medios de que disponían, toda clase de vicios y desvergüenzas. La “Juventud Social Católica” ya desde su fundación en 1922 cita entre sus fines principales el fomento de la instrucción religiosa, moral, cívica y patriótica de sus miembros y para lograrlo establecerá en su seno secciones particulares tales como la sección de moralidad (encargada de luchar contra la pornografía “que corrompe y destruye el vigor y el alma de los jóvenes, con degeneración de la raza”) o la sección de prensa que perseguirá periódicos o revistas inmorales; el “Apostolado de Señoras Centro Obrero Nuestra Señora del Carmen de las Delicias”, registrada legalmente en marzo de 1927, pero funcionando desde hacia 12 años, tiene por objeto mejorar el estado moral y material de los obreros de ambos sexos. También es el caso de la denominada “Liga contra la Pública Inmoralidad”, asociación de carácter nacional pero que también cuenta con delegaciones provinciales como la establecida en la calle Ruiz Hernández de Valladolid - registrada en el Gobierno Civil con fecha de 17 de enero de 1928- y que según consta en sus estatutos de 1926 tiene por objeto combatir y prevenir por todos los medios lícitos las manifestaciones públicas de la inmoralidad. Pero sin lugar a dudas la asociación más combativa en la defensa del pudor y la honestidad en la ciudad fue la “Asociación Católica de Padres de Familia”, constituida el 16 de febrero de 1933 y en cuyo reglamento se especifica la cooperación en la lucha contra las malas costumbres y la inmoralidad pública como una de sus principales metas; tal fue así que ejerció celosamente una tarea de censura cinematrográfica y literaria e incluso a mediados de los años 50 dispone de una “Asesoría Jurídica de Moralidad”  e incluso corrió a cargo de la edición de las “Disposiciones penales sobre la inmoralidad pública” para conocimiento de los vallisoletanos. AGCV, DA Caja 3, Expedientes de Asociaciones anteriores a la Ley de 1964, exp. Nº 133, 166, 406, 218.

[11] Circulares de la Dirección General de Seguridad sobre normas de moral pública en playas, piscinas y lugares de recreo (ej. BOP nº 157, de 12 julio de 1967, p.1); circular recordando la supresión de las fiestas de Carnaval  (BOP nº 46, de 25 febrero del 65, p. 2); circular acerca de la supresión de espectáculos públicos en Semana Santa (BOP nº 83, de 9 abril de 1974, p. 1).

[12] En respuesta a esta demanda el Gobernador Civil insta al Teniente Coronel primer jefe de la Comandancia de la Guardia Civil a enviar, los domingos y festivos, a dicho paraje una pareja de la fuerza pública – de 10 a 8 tarde- para “establecer el correspondiente servicio de vigilancia  en vista de las faltas que contra la moral y con ocasión de bañarse se efectúan en dicho lugar”. AGCV, OP Caja 485. Expedientes de Policía y Orden Público 1948-51.

[13] BOAV, nº 7, 26 julio, 1960, p. 250. Pero no faltan curiosas iniciativas de similar tipo dispersas por toda la geografía nacional, aún cuando por lo avanzado de los tiempos resulten del todo desfasadas; tal es el ejemplo recogido por Luis Carandell en su sección Celtiberia donde reproduce un cartel aparecido en una iglesia gerundense, ya entrados los setenta, en el que bajo el lema “Campaña de la decencia” se insta a las mujeres a mantener el recato en el vestir tradicional: “No hay vestidos decentes o indecentes: tales serán quienes los lleven. Si usted es católica, debe vestir de mujer. No llevará la mujer vestidos de hombre, ni el hombre vestidos de mujer, porque el que tal hace es abominación al Señor tu Dios. (Deut. 22,5). Sus vestidos deben llegar a las rodillas. Aceptaremos la decencia de siempre o no podremos hablar en moralidad.” Triunfo, nº 539, 27 enero de 1973, p. 40.

[14] AGCV, DA Caja 94. Similar es la situación denunciada en septiembre de 1962 ante el Gobernador Civil por la escandalosa conducta moral que es ejemplo desastroso y comentario de todo el pueblo y en especial perjudicial para la juventud de una joven huérfana de 20 años vecina de la localidad de Quintanilla de Onésimo. En este caso es el propio alcalde quien suplica del gobernador su internamiento en un centro apropiado y acompaña informes del cura, el juez de paz y el Comandante del puesto de la Guardia Civil, que ratifican la inmoralidad de la joven en todos sus actos; en concreto el informe del párroco, Pablo Esteban, de la Iglesia de San Millán es especialmente severo, rayando en la befa y el desprecio al certificar que la joven “es una muchacha con una tara enorme de imbecilidad; es tonta de remate, su inteligencia no funciona normalmente. Pero a pesar de ser tan tonta, no la ha dado nunca por lo bueno y lo moral, sino desgraciadamente por todo lo contrario. Su honradez está tirada por tierra en el pueblo (...) Donde la muchacha es algo horroroso es en la moralidad; es una completa amoral. Se une y se lía con cualquiera, basta que tenga o vista pantalones. Hace ya bastantes años que era y sigue siendo un escándalo para el pueblo. No la importa ni el lugar ni la hora, todos los sitios la parecen a propósito y todas las horas ideales, para saciar sus bajos y sucios deseos, siendo por ello un continuo escándalo para todos. Mi opinión es que debe salir del pueblo y recluirla en el Convento de Monjitas Oblatas de Valladolid.”  AGCV, DA Caja 94.

[15] Enviado a Madrid por el Gobernador Civil, a petición de la Dirección General de Política Interior y Asistencia Social, el informe está elaborado por la Jefatura Superior de Policía en Valladolid el 4 agosto de 1968, contiene información acerca de la situación moral de la provincia y presenta posibles soluciones a estos problemas que tanto preocupaban a nuestras autoridades. AGCV, OP Cajas 587 y 590.

[16] Para evitar en lo posible situaciones de este tipo son también habituales las iniciativas de centros parroquiales o de enseñanza, u asociaciones de cariz religioso consistentes en la organización de clubs juveniles en los que diversión y garantía de contención moral vayan de la mano. Una propuesta de este tipo es la presentada, en enero de 1966, por el padre Ramírez Velasco de la Compañía de Jesús y director de la Congregación Mariana de Sirvientas y Obreras solicitando autorización para la puesta en marcha de un centro de recreo: Centro de Nazaret, situado en la Casa Social de la calle Muro. Este Centro sería utilizado como una alternativa a otras vías de esparcimiento menos adecuadas pero al mismo tiempo adaptado a los nuevos cambios sociales: “A dicho centro hasta el presente año han acudido tan sólo las chicas congregantes. Pero se ha visto que, atraídas por otros locales de diversión más acogedores y también más tentadores donde podían ir con sus novios, nuestro local se quedaba casi vacío los domingos y días de fiesta y perdía por tanto una de sus finalidades que era dar honesta diversión a las jóvenes bajo la vigilancia de un sacerdote –la mayor parte del tiempo presente- o de congregantes mayores, algunas ya de cincuenta años para arriba. Por todo ello se pensó en cambiar un poco la orientación del salón y se decidió dar entrada a los novios de las congregantes y otros chicos en número reducido con carnet de socio o amigo de la “Casa de Nazaret” (...). Así las cosas, entre otras diversiones como cantos, música, baraja y otros juegos sedentarios, se tiene de vez en cuando algo de baile y así creemos apartar a ellas y a ellos de otras diversiones peligrosas. Téngase en cuenta que el padre Director tiene todos los domingos con las muchachas una conferencia moral y con los chicos dos veces al mes. Es pues la Casa de Nazaret un centro a la vez de formación y de recreo como corresponde a una Congregación Mariana y no un salón de baile ni un simple guateque.” AGCV, SDG Caja 153, Expedientes de Asociaciones anteriores a la Ley de 1964.

[17] Precisamente la influencia de películas de baja calidad moral es la principal razón aducida en 1966 por la Brigada de Orden Público para explicar el incremento de la delincuencia juvenil y la proliferación de mayor número de delitos contra la propiedad o las sustracciones de o en vehículos. AGCV, SDG Caja 119, Memoria del Gobierno Civil. Año 1966.

[18] Debemos recordar que Valladolid es una ciudad de larga tradición cinéfila, representada a través de la tradicionalmente denominada “Semana de Cine Religioso y de Valores Humanos” (actual SEMINCI), que tampoco se mantuvo ajena de controversias en lo tocante a la moralidad de sus proyecciones. Así se refleja en una circular del arzobispo García de Goldaraz en la que manifiesta su apoyo al certamen, pero al tiempo su deseo de que en el futuro la Semana no vuelva a sufrir desorientaciones morales del tipo de las que provocaron un manifiesto desagrado de algunos diocesanos escandalizados por la admisión en la VI Semana de determinadas películas y la concesión de algunos premios para producciones poco edificantes. BOAV, nº 4, abril de 1961, p. 120.

[19] Jean-Louis GUEREÑA, La prostitución en la España contemporánea, Madrid, Marcial Pons, 2003, p. 415.

[20] Utilizamos el término “control social” en la definición utilizada por Mary NASH, “Control social y trayectoria histórica de la mujer en España”, en R. BERGALLI y E. MARI (coords.), Historia ideológica del control social (España-Argentina, siglos XIX y XX), Barcelona, PPU (Promociones y Publicaciones Universitarias), 1989, pp. 151-173.

[21] El origen de esta institución se remonta al Patronato Real para la Represión de la Trata de Blancas fundado por decreto el 11 de julio de 1902 bajo la protección de la reina María Cristina (por este motivo, dado su carácter inicial de Fundación Real, con el paso del tiempo seguirá siendo considerado como un organismo de tipo benéfico); evoluciona durante la Segunda República a Patronato de Protección a la Mujer constituido el 11 de septiembre de 1931 y disuelto el 25 de junio de 1935, y renace con un signo diferente durante la posguerra ya en 1941 como un medio de redimir al país de la ruina moral y material a la que había sido conducido por las hordas de republicanos, liberales, masones y marxistas. Puede seguirse con mayor detalle esta transformación en el artículo de Pedro Mª EGEA BRUNO, “La moral femenina durante el primer franquismo: el Patronato de Protección a la Mujer en Cartagena”, Anales de Historia Contemporánea, nº 16, Murcia, 2000, pp. 431-451 y en la reciente publicación de Jean-Louis GUEREÑA, Op. Cit, pp. 388 y ss. y 423 y ss.

[22] BOE, 4 de enero de 1942.

[23] Esta serie de funciones se nutren de los principios del llamado sistema abolicionista de la prostitución -que hay que diferenciar de los sistemas prohibicionista y reglamentarista- cuyos dogmas fundamentales se basan en no considerar la prostitución como un delito y entender que, por lo tanto, no es sancionable si se practica libremente. Como su propio nombre indica, pretende la abolición de este mercado mediante la persecución y severa represión de toda forma de proxenetismo y tráfico de personas, y por otro lado la desaparición de toda clase de medidas discriminatorias contra las prostitutas, que no son consideradas más que víctimas y por ende necesitadas de asistencia social, planes de prevención y reeducación. Para contextualizar esta cuestión véase: COMISIÓN NACIONAL DEL AÑO INTERNACIONAL DE LA MUJER, Situación de la Mujer en España. Año Internacional de la Mujer, Tomo I., Madrid, RUAN S.A., 1977, pp. 281 y ss., o desde una perspectiva actual R. ANTÓN JIMÉNEZ y R. DIEGO VALLEJO, Estudio sobre la prostitución femenina en la Comunidad de Castilla y León,  Valladolid, Junta de Castilla y León. Consejería de Sanidad y Bienestar Social, 1999.

[24] Esta Junta estaría presidida por el Gobernador Civil de la provincia, dos vicepresidentes varones según se especificaba por decreto, e integrada por representantes de diferentes organismos: eclesiásticos, sanitarios, militares, policía, un representante del movimiento, el presidente del Tribunal Tutelar de Menores, tres hombres y tres mujeres. Entre las personalidades de la ciudad que pasaron por la Junta Provincial de Protección a la Mujer tenemos constancia de la presidenta de la Sección Femenina en la ciudad Mª Antonia Trapote,  Fernando Uribe Zorita, Godofredo Garabito Gregorio, Isabel Guilarte Zapatero, Josefa Cortés López, el comisario de policía Jesús Rodríguez López, entre otros.

[25] Y bajo el patronazgo divino de Nuestra Señora de los Dolores, el Buen Pastor y Santa Micaela del Santísimo Sacramento.

[26] Para conocer cómo era el tratamiento diario que recibían las muchachas acogidas por estas congregaciones durante el primer franquismo es interesante el artículo de Adela ALFONSI, “La recatolización de la moralidad sexual en la Málaga de la posguerra”, Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, Granada,  julio-diciembre de 1999,  pp. 365-385.

[27] AGCV, SDG Caja 119. Antecedentes y Memoria del Gobierno Civil. Año 1963. En una memoria posterior comprobamos como el número de jóvenes que permanecen internadas en colegios de la capital y otras provincias aumenta considerablemente y los lugares de destino se diversifican y alejan todavía más: 50 permanecen internas en Adoratrices y 6 en Oblatas dentro de la capital y el resto diseminadas por otras localidades 15 en colegios de Madrid, 2 en Salamanca, 2 en San Sebastián, 1 en Ciudad Real, 3 en Ávila, 6 en Zamora, 1 en Barcelona, 2 en Oviedo, y 1 en Cáceres. AGCV, SDG Caja 202, Memoria del Gobierno Civil. Año 1968.

[28] AGCV, SDG Caja 119, Memoria del Gobierno Civil. Año 1964, 1965 y 1966.

[29] Tenemos datos sobre el número de jóvenes que realizaron estos cursos de capacitación profesional en el colegio de Religiosas Adoratrices en el año 1968: nueve en el ramo de la peluquería; cinco en el ramo de maquinistas de punto; tres en el ramo de corte y confección; tres estudian bachillerato en el mismo colegio; y otras cinco estudian secretariado. AGCV, SDG Caja 202, Memoria del Gobierno Civil. Año 1968.

[30] AGCV, SDG Caja 119, Memoria del Gobierno Civil. Año 1964. En las memorias de 1965 y 66 los miembros de la Junta urgen nuevamente sobre la constitución de esta casa de familia o casa hogar para acoger a las numerosas jóvenes que vienen a la capital a buscar colocación y evitarles la nefasta y desmoralizadora influencia que encuentran en pensiones y otros establecimientos, por lo que parece que la solución a los problemas espaciales de la institución no tuvo salida a corto plazo.

[31] AGCV, Libro de Memoria del Gobierno Civil. Año 1975.

[32] AGCV, SDG Caja 204, Ministerio de Justicia. Patronato de Protección a la Mujer. Junta Provincial de Valladolid. Año 1975.

[33] AGCV, SDG Caja 202, Memoria del Gobierno Civil. Año 1968. En esta misma memoria se nos informa de la labor desarrollada por la Brigada de Orden Público que es la encargada de cuestiones de moralidad, reuniones, permisos de armas, multas, o espectáculos, y que “en cuestiones de moralidad mantiene una lucha constante para limpiar la vía pública de aquellos restos de prostitución que tan arraigada estaba en todas las ciudades españolas”.

[34] La moralidad evoluciona favorablemente conforme pasan los años si tenemos en cuenta que Valladolid entra dentro del grupo de trece provincias que en el año 1942 califican la moralidad de sus ciudadanos de francamente “mala”. Así se expone en el “Informe sobre la situación general de la Moralidad en España” encargado por el Patronato, a escasos seis meses de su puesta en funcionamiento, para tener un conocimiento de primera mano del estado de la moralidad de la nación. Algunos de estos informes, realizados por los jefes de policía de las diferentes provincias españolas en respuesta a un modelo de cuestionario elaborado desde el Patronato, son analizados en las obras de Mirta NUÑEZ DÍAZ-BARLART, Mujeres caídas. Prostitutas legales y clandestinas en el franquismo, Madrid, Oberón, 2003 y Assumpta ROURA, Mujeres para después de una guerra. Informes sobre moralidad y prostitución en la posguerra española, Barcelona, Flor del Viento, 1998.

[35] En el art. 2º del mencionado decreto se dice: “Quedan prohibidas en todo el territorio nacional las mancebías y casas de tolerancia, cualesquiera que fuesen su denominación y los fines aparentemente lícitos a que declaren dedicarse para encubrir su verdadero objeto”, Ecclesia, nº 766, 17 marzo de 1956, p. 303. Este decreto se completa con una Orden de 3 de marzo de 1960 emitida desde la Presidencia del Gobierno, y dirigida a los Ministerios de Justicia y Gobernación, por la que se constituye una “Comisión coordinadora de los problemas de la moralidad pública”. La finalidad buscada mediante este nuevo órgano era la de “gestionar más eficazmente y cumplir la labor de aquellos organismos a los que afectan directamente los problemas de la moralidad pública en sus aspectos de protección, orden público, sanitarios y asistenciales.” Constituida al igual que el Patronato de Protección a la Mujer como organismo dependiente del Ministerio de Justicia estaría integrada por el Subsecretario de Justicia como presidente, el Presidente Jefe de los Servicios del Patronato como vicepresidente, un representante del Ministerio de la Gobernación y un representante de la Cruzada Nacional de la Decencia como vocales y como secretario el mismo del Patronato, y su función principal sería la de “coordinar la labor de cuantas Autoridades y Organismos se interesan por los problemas de la moralidad pública, en relación con la mujer, y especialmente de la prostitución, enfocándolos con visión de conjunto para la más eficaz resolución de los mismos.”  BOAV, nº 6, 14 de junio de 1960, pp. 227-228.

[36] Así al menos lo confirman las cifras oficiales –a nuestro parecer excesivamente halagüeñas-  con sólo una multa por prostitución en este año. AGCV, SDG Caja 119, Antecedentes de la  Memoria del Gobierno Civil. Año 1962.

[37] Un antecedente de posteriores reglamentaciones sanitarias de este tipo en JUNTA PROVINCIAL DE SANIDAD (Valladolid), Reglamento de la higiene de la prostitución de Valladolid aprobado por la Comisión Permanente de la Junta Provincial de Sanidad en la sesión del dia 18 de marzo de 1908, Valladolid, Imprenta de Jorge Montero, 1908.

[38] Estas cuestiones se exponen en un informe de 1952 elaborado por la Iglesia vallisoletana sobre la prostitución en la ciudad y provincia. Junto con la persistencia de la prostitución encubierta habría en la capital ocho casas de citas toleradas y ocho prostíbulos públicos, y otros tres en Medina del Campo, que englobaban en total unas 110 mujeres, de entre 23 y 35 años, de escasos recursos económicos la mayor parte de ellas y que debían someterse a los obligatorios chequeos médicos dos veces a la semana en el Dispensario Antivenéreo Oficial. Cf. Cristina GÓMEZ CUESTA,  “La construcción del Régimen en la ciudad”, en E. BERZAL DE LA ROSA (coord.), Crónica de Valladolid, 1936-2000. La historia de la provincia de Valladolid desde la guerra civil hasta nuestros días, Valladolid, El Mundo, 2001, p. 76.

[39] Para profundizar en la organización y función de esta institución creada por decreto del 6 de noviembre de 1941 como órgano autónomo dentro del Patronato Central para la Redención de Penas por el Trabajo, con la finalidad de redimir y recuperar social y moralmente en prisiones especiales al creciente número de mujeres que en la dura posguerra se habían visto abocadas a la prostitución clandestina, véase la obra de Mirta NUÑEZ DÍAZ-BARLART, Op. Cit.

[40] En una situación similar nos encontramos con los casos de dos vecinas de Medina del Campo denunciadas por los inquilinos de sus viviendas por desarrollar este tipo de prácticas: Carola (exp. 1049), de quien según el informe policial se dice que es mujer de vida airada, con varias denuncias anteriores, que recibe sin pudor ni recato en el vestir y hacer a hombres a altas horas de la noche, casados y solteros, con el consiguiente escándalo para la vecindad, y Dolores (exp. 1210) arrestada 15 días en noviembre de 1950 por escándalo público y vida licenciosa, acusada de recibir hombres con propósitos deshonestos sin haber matriculado su casa como casa de citas. AGCV, Caja OP 567, Detenidos gubernativos 1947-49.

[41] AGCV, SDG Caja 119, Antecedentes y Memoria del Gobierno Civil. Año 1963.

[42] AGCV, OP Caja 590, Informe sobre la Situación Moral de la Juventud. Año 1968.

[43] Según consta en dependencias policiales, son los restos del antiguo “barrio chino”  los que acaparan con mayor intensidad el tráfico de meretrices, en concreto un sector comprendido entre las calles de Padilla, Empecinado y Estrecha, donde las mujeres hacen “la carrera” entre las últimas horas de la tarde y primeras de la noche escudadas en los establecimientos cercanos, cuya clientela masculina concurre básicamente atraída por la presencia de estas mujeres de vida airada con quienes establecer un trato que consumarán en su domicilio, en casas de citas clandestinas o en otros lugares alternativos. AGCV, OP Caja 590, Informe sobre la Situación Moral de la Juventud. Año 1968.

[44] Y dado lo sencillo del procedimiento utilizado su persecución resulta todavía más compleja: “ya que las parejas no tienen más que acudir al sereno en horas avanzadas de la noche, y éste facilita directamente la habitación, abandonándose discretamente el hotel o la pensión en las primeras horas de la madrugada; todo ello autorizado por los dueños como verdaderos impulsores de esta lucrativa y cómoda actividad, ya que si fuera llegado el momento de alguna complicación, fácilmente se excusarían diciendo que no saben nada, que habría sido cosa del sereno.” AGCV, SDG Caja 119, Antecedentes y Memoria del Gobierno Civil. Año 1963.

[45] Ibidem.

[46] AGCV, SDG Caja 202, Patronato de Protección a la Mujer. Memoria del Gobierno Civil. Año 1968.

[47] AGCV, SDG Caja 119, Antecedentes y Memoria del Gobierno Civil. Año 1963.

[48] AGCV, SDG Caja 119, Patronato de Protección a la Mujer. Antecedentes de la Memoria del Gobierno Civil. Año 1968.

[49] AGCV, OP Caja 590, Informe sobre la Situación Moral de la Juventud. Año 1968.

 

 

1 comentario

la tia chaty -

Tiene delito que se nos aplicase a las malas mujeres" la Ley de Vagos y Maleantes
son las 23.51 y acabo de terminar de preparar mi vista de mañana , aun tengo que preparar los desayunos dejar la lavadora sacada , puesto el lavaplatos y preparada la ropa de mañana , que a las 9 tengo que estar en el Juzgado

¿Vagos? lo que me voy a hacer es ,maleante que seguro es mas divertido

UN besote y felicidades por el blog , te enlazo