PERSPECTIVAS HISTORIOGRÁFICAS: MUJERES INDIAS EN LA SOCIEDAD COLONIAL HISPANOAMERICANA
Mª Teresa Díez Martín [1]
Universidad Nacional de Educación a Distancia. UNED/España
El presente trabajo de reflexión historiográfica se concluyó en 2003, y fue presentado en el marco de una propuesta compilatoria de CEMHAL[2] sobre la escritura de la historia de las mujeres en América Latina[3]. Una colaboración animada, entonces como ahora, por el convencimiento de que los proyectos con proyección internacional y multidisciplinar son un motor para el avance de los Estudios de las Mujeres y los de Género, que ya, sin remedio, han de plantearse bajo una vocación globalizadora.
Nuestro estudio se ha ordenado siguiendo las diferentes escuelas historiográficas que identifican el siglo XX y los principios del XXI[4], pero dando prioridad a la obra investigadora que sobre las mujeres se desenvuelve dentro de los frentes avanzados de la historia, ya tengan como referencia las innovaciones de tradición moderna que dominaron el panorama historiográfico durante las décadas de los setenta y ochenta, o el complejo actual de las tendencias postmodernas. Un contexto al que, recíprocamente, los Estudios de las Mujeres y los de Género vienen contribuyendo decisivamente en su conformación renovadora. Además, se ha contemplado con especial atención la incidencia del hispanismo y el indigenismo, como corrientes de pensamiento esenciales en la historiografía americanista e implicadas, con desigual intensidad y carácter en Hispanoamérica, en la construcción de las identidades nacionales, una cuestión central que articula una parte importante de la interpretación histórica.
Desde estas perspectivas partimos para elaborar el mapa de las investigaciones sobre las mujeres indias en el período colonial, en un conjunto historiográfico sólo explicable en la medida que se atiende a las interrelaciones multidisciplinarias, y a la sistematización de las corrientes teóricas y de método que le afectan. En definitiva, es la práctica historiográfica concebida esencialmente como un instrumento de trabajo y reflexión.
Los límites obligados[5] de todo estudio han exigido destacar una bibliografía que dirige preferentemente su atención hacia las culturas indígenas más evolucionadas del período colonial: la azteca, maya e inca; aunque se ha tratado de recoger las referencias de otras áreas y culturas periféricas. Con ello somos conscientes de que dejamos pendiente un análisis más detallado de importantes líneas investigadoras, como las que se ordenan alrededor del concepto de frontera, que han renovado la visión de espacios y sociedades coloniales escasamente definidas hasta no hace mucho. Abordar esta tarea es un proyecto para futuros trabajos que se pretenden bajo la visión del ámbito iberoamericano.
Estamos ante una producción que, desde su despegue en los años setenta, registró el mayor ascenso durante la década de los noventa, impulso que mucho debió a los renovados espacios de investigación propuestos por la postmodernidad. Así, se ha manejado una bibliografía que, desde diferentes disciplinas, se presenta en general diversificación temática, teórica y de enfoques metodológicos. En ella, de las realizaciones históricas muy pocas se plantean globalmente para el período colonial, o como análisis comparativo de las sociedades hispanoamericanas; la mayoría son monografías preferentemente regionales, manteniéndose una alta cantidad de microhistorias y estudios de caso. Y en consecuencia, se impone el ensayo corto presentado en compilaciones o revistas científicas, cuyo aumento en un sin fin de publicaciones propicia lo que a todas luces constituye una dispersión excesiva. Situación que dificulta la consulta y plantea como una necesidad constante el trabajo de síntesis, que no es frecuente.
Por otra parte, se advierte el menor volumen de investigaciones históricas frente a las realizaciones sociológicas, antropológicas y etnohistóricas, algunas de cuyas formulaciones han resultado decisivas en la transformación historiográfica del período colonial, y que vienen definiendo áreas primordiales de los estudios que nos ocupan. También, se observa el peso creciente de la lingüística y la semiótica, que son hoy pieza angular en los nuevos horizontes abiertos por los estudios de lo discursivo, ya sean los planteados desde el análisis textual o el de las representaciones icónicas. Son éstos los campos de una historia cultural en auge, la que ha desplazado la otrora hegemonía de lo social impulsada desde la nueva historia que plantearan la Escuela de los Annales y el materialismo histórico.
Se subraya, por tanto, la polarización del debate actual entre la historia social y la cultural, en el cual inciden decisivamente la práctica y las teorías de la historia de las mujeres y de género. Simplificando, mucho, se puede decir que en Europa se ha privilegiando el enfoque de lo social frente al giro lingüístico que define el espacio de la deconstrucción y construcción del discurso de género. Un frente que bajo la influencia estadounidense se impone, con peso, en la investigación hispanoamericana[6] y ha avanzado decisivamente en la producción europea. Pero, además, otras líneas y matices de las investigaciones nacionales responden a la controversia entre modernidad y postmodernidad, singularizando con ello el espacio historiográfico internacional. No obstante el panorama ecléctico, se va afianzando una postura común que preconiza el enfoque sociocultural. Un ajuste problemático, sin duda, más teorizado que resuelto en una práctica que divide los espacios del análisis discursivo y el de las prácticas históricas, de lo que resulta un divorcio evidente entre los estudios de género y los de las mujeres a pesar de su inevitable convivencia. Hace ya tiempo, y como en su momento sintetizó Lola G. Luna, que el reto está en profundizar en el discurso de género como el potente instrumeno de análisis que se ha revelado, aunque integrando los indispensables hallazgos que desde la modernidad, léase historia social, fueron aportados a la historia de las mujeress[7]. Es más, y teorizando este enunciado, no renunciar a ciertos marcos generales de interpretación política,economica y social asegura un freno a la descontextualización histórica de los sujetos mujeres y los discursos de género que, de la mano de los posmodernismos, se interpreta, por más de una voz, como una avanzada desmovilizadora de aquellos frentes que ligaron en la historia el feminismo y la reivindicación social. Es, en fin, una parte importante del debate que anima determinadas líneas, escasas todo hay que decirlo, de una renovada historia política que trata de desenvolverse en el horizonte posestructuralista, y en el que parece caber con bastante propiedad el género a través de la teórica de la construcción social.
Tales debates actuales no dejan de ser la manifestación de la madurez de un campo de estudios que cuenta ya con algo más de tres décadas de andadura. Su evolución general, de sobra conocida, se puede esbozar partiendo del objetivo marcado en las primeras producciones, el cual planteaba descubrir las claves de la subordinación de las mujeres a través de la experiencia histórica, a la vez que levantaba bandera de la visibilización de las mujeres como sujeto histórico. Fueron presupuestos estos renovados por la exploración de las identidades de género desde las diferencias de clase, étnicas o desde las representaciones raciales y por las nuevas dimensiones que abrió la conceptualización del género como categoría de análisis[8].Sobre estas líneas maestras, la historiografía de las mujeres Iberoamericanas[9] atiende a su propia especificidad en tanto que se resuelve en el marco colonialista y pluricultural.
Las dificultades que planteaba definir una Historia de las Mujeres propiamente hispanoamericanas fue una problemática abordada, principalmente en los años ochenta, desde las actitudes críticas del feminismo académico[10], cuyo proceso de definición contiene una primera etapa en la que las mujeres indígenas, y las negras, fueron mínimamente consideradas en las investigaciones históricas. Omisión plenamente remediada durante la década de los noventa, cuando la Historia de las Mujeres se incorpora a otros espacios ideológicos como los que abrían las reivindicaciones neoindigenistas e indianistas, y por la misma extensión teórica del feminismo hacia las propuestas postmodernas[11] del multiculturalismo y los enunciados postcoloniales. Se advierte con todo lo dicho una necesaria identificación, aún pendiente de hacer con profundidad, que se aborde desde un estudio comparado de las diversas escuelas historiográficas, estadounidenses, europeas e iberoamericanas comprometidas en la investigación de las mujeres y de género[12]. Y aunque éste es un objetivo que sobrepasa el de nuestro estudio, hemos tratado de subrayar, en la medida de lo posible, estas influencias como referencia de futuras reflexiones.
Indudablemente, se alude en esta síntesis a procesos dialécticos que han generado, y generan, importantes tensiones. Pues, al contexto general historiográfico se suman otras cuestiones específicas: las divergencias conceptuales entre historia de mujeres o de género, a menudo resuelta en coexistencia; o las que se derivan de la experiencia de una historia contributiva y los objetivos de otra interpretativa; u otros desacuerdos largamente sostenidos que enfrentan algunos presupuestos feministas con la práctica histórica[13]. Y el tema capital de la aún no resuelta normalización de la historia de las mujeres y la de género en una posible historia integrada.
Tensiones que, así mismo, señalan al trabajo interdisciplinar y las necesarias reformulaciones que su ejercicio está requiriendo. Ya que, si ciertamente los enfoques múltiples han enriquecido y revalorizado la disciplina histórica, no lo es menos que ésta acusa cierta seducción por metodologías impropias que lejos de ser asimiladas o fundidas en su propia práctica han llegado, en ocasiones, a sustituirla. Un efecto, en buena parte, derivado de acríticas y coyunturales adhesiones al relativismo postmoderno. En este sentido, nos encontramos ante una parte de trabajos que reclamándose históricos son más bien dignas etnografías, estudios psicológicos o análisis literarios. Entonces, nos atrevemos a plantear, la cuestión a resolver estaría en continuar ampliando el marco de las nuevas interpretaciones sin perder la jerarquía de lo histórico. Una proposición que, lejos de pretender cualquier definición de esa jerarquía, trata de ser un acicate para la reflexión abierta en torno al necesario consenso sobre los nuevos paradigmas de la historia.
Un deseable equilibrio aún por conseguir en diferentes prácticas comunes, entre las que necesariamente hay que referirse a la de la etnohistoria por su peso en nuestra temática. Puesto que si la interacción entre historia y antropología ha aportado unos referentes indispensables, no por ello se ha establecido un diálogo fácil. De hecho, son dos disciplinas con espacios conceptuales y metodológicos diferentes, que se vienen distanciando cuando una parte de la antropología, incluida la feminista, insiste en delimitar un campo propio de actuación interesado en las pervivencias de las culturas prehispánicas[14]; un objeto de estudio que choca, a menudo, con la esencia de la temporalidad histórica[15]. En conclusión, se plantea con estas observaciones la importancia de definir límites y connivencias, lo que no deja de ser una propuesta para la formulación actual de la misma Historia.
Otras dinámicas más externas han de ser tenidas en cuenta en la valoración historiográfica. Así, los incentivos políticos y disposición de medios propiciados por algunos eventos internacionales, que promocionaron durante la última década del siglo pasado un aumento de las investigaciones. Las que a su vez se hicieron eco de las controversias históricas suscitadas por celebraciones tales como la del V Centenario del Descubrimiento; o recogieron estímulos de capital importancia para las reivindicaciones indígenas y de las mujeres: Los Encuentros Continentales de la Campaña 500 años de resistencia indígena, negra y popular, la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, y los Encuentros Continentales de Mujeres Indígenas que se iniciaban en 1995, entre los más decisivos. En otro orden de acontecimientos, hay que considerar los desafíos discursivos abiertos por la insurrección de Chiapas, junto a la dialéctica de la globalización en la que actualmente vivimos como propulsores de nuevas líneas de estudios.
Éste es el sucinto perfil de un curso político e histórico difícil a la vez que estimulante, y un plano de referencia incuestionable para los Estudios de las Mujeres y de Género, que informa sobre una parte de las aportaciones realizadas desde las comunidades académicas hispanoamericanas. Una historiografía que, aún con lentitud, se va singularizado en su desarrollo frente a la omnipresencia de la investigación anglosajona y europea, a las que está superponiendo un vitalismo crítico realmente renovador que en muchos aspectos abre perspectivas nuevas. Sin embargo, es un cuerpo de investigaciones obviado, generalmente, en los predominantes estudios historiográficos estadounidenses. Situación que ha determinado nuestro propósito de exponer la relevancia de este repertorio, a la vez que hemos entendido como ineludible el facilitar la identificación de las todavía insuficientes traducciones al castellano de la bibliografía en inglés.
En un rápido bosquejo, podemos marcar los inicios de la producción hispanoamericana durante la década de los setenta, en una línea de trabajos fuera de los cauces académicos, o en paralelo a los inicios de ellos, que fueron incentivados por un movimiento feminista amparado por las ONGs y los planes de cooperación internacional. Estudios y planteamientos desarrollados bajo un espíritu militante, ligados, inevitablemente, a la necesidad social de contestación ante la aguda crisis económica y de regímenes dictatoriales que asolaron Iberoamérica. No fue hasta los años ochenta cuando comenzaron a regularizarse los programas universitarios que incluyeron los Estudios de Género y de las Mujeres, estimulados por una nueva generación investigadora abierta a la innovación histórica. Si las universidades pioneras fueron las de México y Brasil, a finales de la década le siguen los programas de la Universidad puertorriqueña, y los de Argentina. Ya durante los noventa, las iniciativas corresponden a Perú, Chile y Bolivia, habiéndose ampliado en la actualidad a la mayor parte de las universidades iberoamericanas[16]. El saldo de esta actividad es un trabajo sostenido de investigación interdisciplinar que valida a autores y autoras destacadas.
Por último, y en la medida que hemos apuntado a un balance de la historiografía en castellano, observamos cómo la aún pequeña aportación española refleja, no obstante, el interés creciente hacia la historia de las mujeres iberoamericanas, a la que se contribuye con trabajos de calidad desde la década de los noventa. Presencia que viene a remediar el anterior vacío en la investigación, más acusado en la vertiente indigenista colonial, tratada escasamente por la antropología y en proporción anecdótica por la historia. El mismo cuadro que todavía en 1989 exponía la antropóloga Pilar Alberti en Revista de Indias[17], señalando, hasta esa fecha, tan sólo la aparición de siete artículos referidos a la mujer indígena americana durante los cincuenta años de la revista. Probablemente, tan pobres resultados tenían mucho que ver con las apreciaciones de José Alcina Franch[18], cuando, en el mismo volumen, caracterizaba un americanismo español de marcado carácter historicista y documentalista, cerrado a la realidad americana y a la historicidad de lo indígena que aportaba la antropología. Opiniones que no hacían sino ratificar la condición general de una historiografía nacional alejada de las corrientes internacionales de innovación histórica, o elaborada desde su lectura incompleta[19]. Afortunadamente, las líneas críticas presentes desde los años ochenta en España, empujaron durante los noventa una renovación historiográfica que sustentó el mayor calado de los estudios sobre las mujeres durante el período colonial hispanoamericano.
I. MUJERES INDIAS EN NUEVA ESPAÑA
Acomodó el positivismo una interpretación lineal de los indígenas que pasaba de la épica beligerante de la conquista al discurso de la evangelización y aculturación colonial. Escuela historiográfica, llamada a una larga persistencia en los estudios americanistas, que en México recibía la influencia del academicismo autóctono enciclopedista, cuya filosofía política implicada en la construcción nacional había articulado las premisas del indigenismo liberal. Coordenadas bajo las que se fraguaba la utopía indigenista, con todo lo que paradójicamente recogía el positivismo del liberal romanticismo. Utopía que, aún con todas las diferencias que se quieran contemplar, conformó un fenómeno común hispanoamericano, el cual enunció la simbólica idealizada de lo indio intemporal: la del indio arqueológico[20]. Un discurso que se incorporó a la reivindicación de la herencia indígena precolombina como elemento legitimador de las identidades nacionales. En este contexto la experiencia histórica de las mujeres indias quedaba reducida, inevitablemente, a los arquetipos del imaginario nacional que, así mismo, recogía otras elaboraciones del hispanismo, ya fuera el conservador o el liberal.
El ideario indigenista liberal, retomado en México por el pensamiento de José Vasconcelos[21], sería impulsado por la Revolución mexicana e institucionalizado desde la antropología aplicada por Manuel Gamio. Un proceso en el que la historia mexicana fue recreada por el poder con mucho de ideario folclórico, y dio cobertura a la proyección del mito de la Malinche, el que se construía con algunas de las imágenes tipo más persistentes de la mujer india; iconos culturales polivalentes que desde la Ilustración se debaten entre significados positivos o negativos. Esto es, símbolo materno de la realidad interétnica de la nación y puente entre culturas, o alegoría de la claudicación ante el conquistador: la Malinche traidora a su pueblo. Una dinámica que, además, señala la singular historificación del mito[22] en América, o viceversa, la historicidad de doña Marina es fagocitada por el mito. En cualquiera de sus interpretaciones es tal figura un elemento esencial de la reflexión nacional, la que continúa hasta el presente insistiendo en explicarse la sustancia de la mexicanidad
Los influjos positivistas, que alimentaban la biográfica de las mujeres excepcionales: “espejo de varones sobresalientes”[23], también inspiraron un buen número de retratos de la Malinche. Obtenidos, comúnmente, de la lectura de Bernal Díaz del Castillo, y que a menudo derivaron en narraciones prácticamente noveladas; una lista de títulos que abunda en la tragedia y el romance de la conquista[24]. Imperio del arquetipo que tampoco cambiaron, entre finales del siglo XIX y primera parte del XX, las perspectivas históricas de las primeras generaciones de feministas mexicanas. Sus producciones ligadas al pensamiento del indigenismo nacionalista no pasaron de una reivindicación poética de la figura de doña Marina, así la que Carmen Ramos Escandón recoge de Adela Formoso de Obregón Santacilia: “Por el amor de un pueblo, la mujer marcó el signo de una conquista en la que Cortés se llevó la gloria”[25]. Tal y como advierte la misma autora, la escasa investigación sobre la relación de aquellas corrientes feministas con el indigenismo limita otras apreciaciones sobre las indias que superen la figura de la Malinche.
Esta reducción de la mujer india colonial al monotema malinchista fue la que evaluó Asunción Lavrin en 1978, cuando señalaba que entre la Malinche y Sor Juana Inés de la Cruz existía un vacío historiográfico[26]. Un hueco que desde entonces se ha ido cubriendo, pero no en detrimento de la abrumadora presencia de doña Marina. Figura confirmada por la historiografía del siglo XX como mito fundacional mexicano que significa la identidad mestiza: los hijos de la chingada, en la obligada cita a las fundamentales reflexiones de Octavio Paz. Madre de una prole despreciada y abandonada por el padre, el varón ausente. Resumen de la traición y sumisión ante la violación del conquistador, en lo que se ha pretendido como núcleo de la esencia femenina hispanoamericana. Pero, también, la Malinche dignificada por la pluma de Carlos Fuentes, que en la clave del drama teatral la erige en salvadora de los pueblos indios oprimidos por el Imperio Azteca, redentora de la nación por la realidad nueva del mestizaje.
Frentes avanzados de la Historia
Fuera del campo de la simbólica arquetípica las indias, y todas las mujeres hasta el momento de la renovación historiográfica en la década de los setenta, habían ocupado escasas páginas[27], y éstas se decantaban por las pertenecientes a los niveles sociales privilegiados y emparentadas con los conquistadores. Los mismos planos que, mediatizados por las fuentes institucionales, había explorado la obra pionera de la historiadora Josefina Muriel desde los años cuarenta. La autora comenzaba en 1941 una investigación sobre las monjas indias que completaría en 1963 con la publicación de Las indias caciques del Corpus Christi. Tema al cual le había dedicado un espacio en su trabajo general sobre las religiosas novohispanas editado en 1946[28].
Otro conocimiento histórico de las mujeres coloniales sólo fue posible a partir de la ruptura crítica con la historiografía tradicional y los pilares metodológicos sobre los que se asentaba, tal y como planteara la revisión de la historia francesa: nuevas fuentes[29] y el encuentro con los sujetos históricos que fundamentaban la teórica feminista de la historia. Era el marco historiográfico que posibilitaba la historia de las mujeres, cuyos inicios en Iberoamérica han quedado ligados a la publicación, en 1978, de la compilación de Asunción Lavrin: Las mujeres latinoamericanas. Perspectivas históricas[30], obra en la que se reunían las investigaciones punteras de la década, entre las que no faltaban las dedicadas a las indias coloniales.
Fueron unas primeras investigaciones movilizadas en torno a una intensa crítica historiográfica e ideológica, en la que confluían por una parte las corrientes europeas de la historia social y de las mentalidades, cuando aceptada mayoritariamente la primera se remarcaba su carácter militante y de compromiso con las renovadas filosofías marxistas; y por otra las nuevas líneas de la historia económica irradiada desde los Estados Unidos. Hasta bien avanzados los años ochenta, imperó la autoridad del discurso científico, del materialismo histórico y del estructuralismo, a la vez que se afianzaban las propuestas de Foucault; era el momento de la teoría de la dependencia y la feminista. En los Estudios de las Mujeres la identificación entre propiedad privada y patriarcado como causa de la subordinación y opresión de las mujeres[31], señalaba la orientación preferente hacia los análisis económico-sociales, a la vez que el feminismo radical estadounidense teorizaba una comunidad femenina hermanada solidariamente por sus intereses de sexo en oposición al patriarcado
Más adelante, la crítica de la postmodernidad a los paradigmas históricos encontró las categorías de análisis de aquella etapa escasamente receptivas a las diferencias étnicas y de raza, lo que de hecho había sido un límite a la investigación histórica sobre las indias coloniales. Tarea que, mayoritariamente, ocupó hasta los años noventa a la antropología social y cultural anglosajona comprometida con el feminismo radical. Menores fueron las contribuciones antropológicas y etnohistóricas hispanoamericanas, que incorporaban más lentamente a la tradición indigenista las nuevas corrientes de la historia cultural y de la antropología feminista[32]. Ya durante la década de los noventa se puede hablar de un aumento en las investigaciones y del carácter singular de la producción mexicana.
De importancia, en este contexto historiográfico mexicano, fue la influencia de la Escuela de los Annales, encauzada desde 1978 a través del Seminario de historia de las mentalidades y la religión en el México colonial[33], un proyecto impulsado por la dirección fundamental de Solange Alberro, Serge Gruzinski y Sergio Ortega. Las teorías y métodos innovadores que promovió el Seminario desde sus comienzos avanzaron temas primordiales de género y del mundo indígena colonial. Paralelamente, y bajo el mismo espíritu, se ponía en marcha la historia social de la educación planteada por Dorothy Tanck y Pilar Gonzalbo Aizpuru[34]. Nuevos modos de historiar, con los que Pilar Gonzalbo, desde una mirada general a las mujeres coloniales, incorporaba a las indias y mestizas.
Procede distinguir a estas autoras como integrantes de la primera generación de académicas feministas, o que reflejaban su influencia, cuya producción durante los años ochenta marcó el ritmo de la renovación historiográfica de género. Desde la que se proporcionaban las claves de la visión histórica de las indígenas novohispanas, pero aún con un horizonte limitado. En cualquier caso, fue una generación que dejó trabajos señeros para la Historia de las Mujeres y de Género, como es el de Julia Tuñón: Mujeres en México. Una historia olvidada[35]. Historia de tiempo largo, que mostraba las posibilidades de las nuevas fuentes dentro de una práctica metodológica rigurosa. La autora parte de las categorías del mestizaje, a través de la simbólica de la Malinche, para establecer el análisis sobre las jerarquías de género, étnicas y de clase en Nueva España
Ya durante la última década del siglo XX, hay que resaltar la relevancia de los estudios globales y de síntesis que respondían al progresivo aumento de la historiografía dedicada a las mujeres, y que cumplían con la indispensable tarea de recoger los avances en la investigación. Pautas que definen la publicación de Marcela Tostado en 1991: El álbum de la mujer. Antología ilustrada de las mexicanas[36]; u otras aportaciones como las de Josefina Muriel en Las mujeres de Hispanoamérica. Época colonial[37], una perspectiva iberoamericana fundamentada en la documentación tradicional, que contiene precisas referencias sobre las mujeres indias.
Sin embargo, específicamente, el estado de la cuestión lo proporcionaba en 1992 una síntesis apoyada en la bibliografía hispanoamericana del momento, realizada con motivo del “2º Encuentro Continental de la Campaña 500 años de resistencia indígena, negra y popular”: Mujeres indígenas de ayer y hoy. Aportes para la discusión desde una perspectiva de género[38], de Teresita Hernández y Clara Murguialday. Más reciente es la publicación de Marysa Navarro y otras, Women in Latin America and the Caribbean[39], estudio comparativo de las mujeres indias en las principales sociedades coloniales iberoamericanas. Y también actual es The women of colonial Latin America[40], de Susan Socolow, texto de carácter más divulgativo que académico, pero que presenta un panorama preciso de las diferencias entre indias, blancas, negras y castas dentro del espacio colonial del mestizaje.
Dominación colonial, dominación de género: las resistencias
En conjunto, los estudios más diferenciados sobre las indígenas atendieron a una línea común que identificó dominación y resistencia colonial con las de género. Si bien, distinguiéndose una primera etapa en la que se destaca el carácter de la explotación colonial de las mujeres y su adaptación al sistema, además de la denuncia que las dignificaba como víctimas. Líneas de investigación en las que una rígida revisión postcolonialista señalaría algunas afirmaciones como tópicos, y deudoras de un discurso anticolonial oscilante entre la versión de la acomodación y la de la resistencia idealizada de los indígenas[41]. En este segundo tiempo, ya en la década de los noventa, se ampliaba el campo conceptual de las resistencias, que incluía desde las pasivas hasta los pleitos con la administración, pasando por otras formas de actividades sociales públicas o privadas. Oposición que explicada desde factores culturales anticolonialistas y de género, principalmente por el americanismo estadounidense, pretende sustituir la interpretación socioeconómica que se viene considerando un marco demasiado estrecho. Son nuevas concepciones contestadas por una parte de la crítica histórica, aquélla que aduce una tendencia a la abstracción de una realidad compleja cuando se prescinde del análisis socioeconómico, además de observar la insistencia en la idealización de la resistencia indígena y de género.
Como ya se ha señalado, a la antropología social se le deben los más tempranos estudios sobre mujeres indias coloniales. Eran los de Ann Pescatello[42], o los de June Nash y Eleanor Burke Leacok[43] que introducían, en la década de los setenta, el enfoque feminista de la economía política. El análisis de J.Nash examinaba el impacto de la conquista en las mujeres centroamericanas, afirmaba un patriarcado prehispánico consolidado durante el proceso colonizador, y abría el debate en torno a la producción y reproducción social.
También trabajo inicial era en 1980 el de Iris Blanco[44], que consideraba el origen social como factor determinante en las consecuencias de la conquista y colonización para las mujeres aztecas; estratificación social y sistema patriarcal colonial que, en opinión de la autora, reproducían los prehispánicos. Las repercusiones sociales de la conquista sobre las mujeres mayas eran estudiadas en 1982 por Inga Clendinnen[45], en un ensayo apoyado en la revisión crítica de las crónicas, escritos misionales y literatura indígena, texto que concluía con la afirmación de la pérdida para las mujeres de un estado social precolombino más privilegiado.
Otros argumentos, ya avanzados los ochenta, incorporarían los elementos culturales de la resistencia, así los de la historiadora Stephanie Wood[46], a los cuales se añadieron los estudios mexicas de Susan Kellogg[47] sobre los mecanismos de imposición colonial: legales, religiosos, o políticos que degradaron los sistemas igualitarios de género prehispánicos
Tal y como se apunta, compartían estos estudios un interés común en el análisis de los efectos de la conquista sobre los sistemas de género indígenas, aunque desde interpretaciones enfrentadas[48]: las que defienden un patriarcado prehispánico y su coincidencia con el hispánico, lo que se traduce en la subordinación femenina durante los dos períodos; y aquéllas otras que proponen sistemas de género igualitarios basados en la complementariedad sexual del trabajo, antes y después de la conquista. Principio de reciprocidad cuyos espejos son las cosmovisiones indígenas, y que, por extensión, se correspondería con un estado de no subordinación a los varones durante el tiempo de la colonia; diferentes grados de igualdad han sido interpretados dependiendo de las diversas lecturas en la investigación.
La discusión sobre el tema quedaba abierta desde que en los años cincuenta se formulara la tesis de las relaciones no jerárquicas entre sexos de las culturas prehispánicas, deducida esencialmente por la antropología del estudio de las cosmogonías y cosmovisiones contenidas en los códices, crónicas coloniales, y de las contribuciones arqueológicas. Una interpretación de las relaciones de género que se vio impulsada por las decisivas aportaciones de la visión de los vencidos[49], y la promoción de la literatura en lenguas indígenas, esencialmente del náhualt[50]. Decisiva en el desarrollo de esta hipótesis fue la intervención del marxismo y del funcional-estructuralismo.
A grandes rasgos se puede trazar un esquema de las posturas sobre la cuestión[51]. Así, entre los más conocidos estudiosos, Miguel León –Portilla partiendo de la posición no subordinada de la mujer azteca hace una lectura de su preeminencia social[52]. Los postulados sobre la complementariedad precolombina desvalorizada por la cultura patriarcal hispana, son defendidos en México por Noemí Quezada[53], pionera de los estudios culturales de género. Lo que también mantienen las ya nombradas antropólogas Inga Clendinnen y Susan Kellogg, y desarrollan en Indian Women of Early Mexico[54]; compilación que, al margen de otros valores, tipifica la adhesión a las tesis igualitarias de un significado grupo de investigadores estadounidenses[55]. La teoría contraria, es afirmada por June Nash o Julia Tuñón Pablos[56], y así mismo aseverada en La mujer azteca[57] obra publicada en 1988 por Rodríguez-Shadow, donde la autora argumentaba una condición social de dominio masculino para las aztecas prehispánicas[58]. La misma antropóloga, junto a Robert D. Shadow[59], presentaba unos años después dos artículos en los que validaba su interpretación para el período colonial, apoyándose en las crónicas y literatura de los siglos XVI y XVII
La polémica, muy presente y con plena incidencia en los análisis históricos, recoge otras elaboraciones que contribuyen a su complejidad, como el cuestionamiento que hace una parte del feminismo sobre el concepto de la complementariedad, cuando argumenta que la óptica de la equidad de sexos establece los papeles tradicionales de las mujeres como naturales, obviando las tensiones de género y, por tanto, perpetuando la visión androcéntrica. A ello se pueden sumar las objeciones a ciertas interpretaciones unilaterales o enfáticas de la visión de los vencidos, opiniones revisionistas que, de hecho, niegan veracidad a algunas de las conclusiones sobre el período prehispánico o colonial[60].
La exploración de los sistemas de género como parte del análisis de lo social, se estableció en directa relación con el estudio de las estructuras de producción y de la división sexual del trabajo; fundamentos de la investigación sobre la condición socioeconómica de las mujeres indígenas. En general, y respecto a la bibliografía citada, abundan los datos sobre el trabajo y el papel de las indias en la economía de la familia rural[61], o su aportación desde la producción doméstica y comercialización a la economía colonial. Otros estudios de género centrados en los espacios urbanos han informado del empleo doméstico, actividades comerciales o de la ocupación en las manufacturas urbanas[62]. Pero, se puede decir que es mínima la aportación de la historia al tema en concreto, y no se ha producido ninguna obra de perspectivas temporales o comparativas amplias del período colonial[63].
Si nos referimos a investigaciones específicas, así la del trabajo textil femenino, obligadamente hay que citar el ensayo de Margaret Villanueva[64] y su análisis de la producción de las mujeres indias como elemento de negociación tributaria: una de las claves de la economía colonial. Desde un planteamiento histórico de largo plazo, Carmen Ramos Escandón[65] estudia en una reciente publicación el trabajo preindustrial urbano en los obrajes. La autora centra las escasas referencias bibliográficas sobre el tema, y trata de determinar el proceso seguido por la actividad artesanal del textil, cuando pasó de estar controlada tradicionalmente por las mujeres indias a ser una ocupación propia de varones en las primeras instalaciones industriales.
Por otra parte, la mayoría de esta bibliografía que venimos citando se ocupa de las culturas del centro y norte mesoamericano, y en menor proporción del Yucatán. Por ello, distinguimos una investigación temprana sobre las mujeres mayas en la mirada antropológica de June Nahs[66], a la que se sumó el ensayo de Beatriz Castilla y Alejandra García[67]: "El Yucatán colonial: mujeres, telares, y paties", o las aportaciones de Inga Clendinnen[68]. De mayor envergadura fueron las aportaciones en 1984 de Nancy M. Farris[69], en La sociedad maya bajo el dominio colonial, una etnografía histórica en la intención de la autora, que incluye en el marco social el enfoque de género. A través del cual se visibiliza el trabajo de las mujeres, y su papel esencial en la preservación y transmisión de los valores culturales indígenas, mantenidos en contra de las imposiciones coloniales y sus excesos: el trabajo obligado, el concubinato o la prostitución. En los años noventa, trabajos como el de María Espejo-Ponce Hunt y Matthew Restall[70] reflejaban nuevas calidades culturales en los estudios de lo social.
Volviendo al conjunto, apreciamos en esa última década del siglo XX el peso de los enfoques renovados, que, no obstante, recogían los beneficios de las contribuciones documentales y reformulaciones teóricas anteriores, de manifiesto en trabajos como el de Deborah E. Kanter en Ethnohistory 42[71] o en el ya citado de Indian Women of Early Mexico[72]. Textos los de esta compilación que, entre otros aspectos, muestran diferentes perspectivas sobre la condición social y económica de las mujeres indígenas mesoamericanas, dentro de una línea común que destaca la participación activa de las mujeres en las sociedades coloniales. El conjunto expone una rica variedad de fuentes: testamentos[73], censos, registros bautismales y otros documentos, que desvelan las relaciones entre posición social y económica. Así, se analiza el poder de las cacicas, a las mujeres propietarias de tierras y casas, a las tributarias, a las comerciantes de los mercados locales, o el papel del trabajo doméstico. Aspectos que ocupan los ensayos de Stephanie Kellogg Susan Wood, de Louise M. Burkhart, Ronald Spores, María Espejo-Ponce Hunt con Matthew Restall, Susan M. Deeds[74]
En directa relación con el mundo del trabajo se plantea la temática de las migraciones, una investigación que bajo la visión de la historia social trastocó el cuadro estático de las sociedades coloniales. La dinámica migratoria cuenta actualmente con excelentes estudios, que son la referencia para las aún incompletas indagaciones sobre la migración femenina y de las indígenas. Los precedentes más destacados como el de Juan Javier Pescador[75] o Luis Miguel Glave en Perú, a quien veremos más adelante, son recogidos en una actual síntesis, de 2001, por Susan Migden Socolow[76]: “Women and Migration in Colonial Latin America”, a la que añade las conclusiones de sus propias investigaciones. El texto destaca las transformaciones de vida e identidad en las migrantes, los cambios en las sociedades de acogida y en las de origen, y los efectos de la emigración masculina sobre las mujeres rurales. Además, un claro esquema da cuenta de las modalidades del trabajo urbano. Termina recalcando la autora, unos finales del siglo XVIII en los que las grandes ciudades hispanoamericanas arrojaban un saldo a favor de la población femenina, constantemente reforzado por la migración de las mujeres indias y mestizas.
Como venimos observando, una investigación continuada a lo largo de casi tres décadas ha transformado el cuadro precedente sobre los papeles sociales de las indígenas, insistiéndose actualmente en el carácter activo de su participación en las sociedades coloniales. Sin embargo, la dimensión del activismo político, o simplemente de su presencia en movimientos de sublevación, no cuenta con demasiados estudios. Fue William B. Taylor[77] en 1979, el que en un trabajo pionero puso de manifiesto la implicación de las mujeres indias en las rebeliones indígenas norteñas. Lo que ratificaba en 1995 Steve J. Stern[78], que, además, ponía en evidencia otros niveles de acción política y respuestas de resistencia, dentro de una importante actividad pública de las indias.
También, los autores de Indian Women of Early Mexico[79], han dejado diversas visiones sobre las indias y su vida pública, algunas ya comentadas respecto al plano socioeconómico, a las cuales se pueden añadir en su relación con los entramados de poder y política la de Robert Haskett[80]. Y desde la perspectiva de la economía moral el trabajo de Kevin Gosner[81], autor que historia el activismo rebelde de las mujeres mayas en el contexto de la sublevación de los Tzeltales del siglo XVIII. Un ensayo que patentiza la influencia espiritual y la contribución de las indias mayas al discurso de la justicia social. Fuera de esta compilación, la rebelión maya y la figura emblemática de María de la Candelaria ha sido recreada por Juan Pedro Viqueira[82], cuya rentabilización de las formas literarias apoyando las fuentes históricas es destacable.
La conquista espiritual: respuestas y transgresiones
El estudio de las instituciones virreinales y su cuerpo jurídico, civil y eclesiástico, como campo propio de la historia tradicional, fue también el primero en ser abordado por la historia de las mujeres. Ya que el conocimiento de su situación legal, de la normativa sobre dotes, heredades o de los códigos matrimoniales[83] eran condiciones indispensables para las investigaciones posteriores. Igual sentido tenía entender las estructuras religiosas y civiles que regularon la vida social de las mujeres a través de instituciones como los conventos, recogimientos, beaterios, colegios, hospitales, etc. Temas que, a pesar de su predicamento, todavía han dejado espacios sin cubrir en algunos de sus tramos y áreas coloniales, destacando con ventaja la bibliografía dedicada a Nueva España.
El temprano interés por la vida conventual femenina, se apoyó en la existencia de un sólido cuerpo historiográfico dedicado a la historia de la Iglesia hispanoamericana. Dentro del cual, el tema de las religiosas se presentó siempre en posición secundaria respecto a la jerarquía monástica masculina, y bajo el enfoque de un hispanismo tradicional especialmente ultramontano[84]: esencia de la Hispanidad católica que equipara civilización con evangelización.
Este marco ideológico sólo fue superado por la investigación crítica de los Estudios de las Mujeres, en cuya producción la específica sobre el monacato femenino indígena es mínima. Ausencia comprensible si consideramos la exclusión de las indias de la vida religiosa durante la mayor parte del período colonial. Pero no ausentes en los espacios conventuales, pues en ellos tuvieron una presencia considerable: indias en situación semi-religiosa de hermanas serviciales o donadas, como sirvientas o educandas. Todas como parte de los sugerentes universos femeninos que fueron los conventos coloniales.
Como ya hemos señalado, fue la investigación pionera de la historiadora mexicana Josefina Muriel la que dio la salida a la historia de las monjas indias en Las indias caciques del Corpus Christi[85], donde la autora a través de la crónica colectiva del convento, escrita presumiblemente por una religiosa india, describe la ejemplar vida espiritual de aquellas hijas de caciques; símbolo de la victoria evangelizadora. Necesariamente, tal eje argumental es cuestionado por otros/as investigadoras, que han destacado en Muriel una postura acrítica hacia la historia de las mujeres, y una metodología tradicional, que dirige inevitablemente el estudio a las instituciones y élites coloniales. Sin embargo, se esté en contra o a favor de las interpretaciones de la historiadora, lo cierto es que los estudios actuales no pueden prescindir de sus aportaciones u otras en la misma línea.
La renovación de mayor calado sobre esta cuestión se inicia durante la década de los años sesenta, cuando a partir de los estudios de Asunción Lavrin sobre el tema se perfilaba el contexto económico, social y cultura de la experiencia religiosa femenina. Bajo esas influencias, en 1978, elaboraba la hermana Ann Miriam Gallagher su ensayo sobre las monjas del Corpus Christi[86]. Investigación enfocada desde el análisis del origen social de las monjas, que profundiza en el exclusivismo racial de las indias clarisas y establece las relaciones de poder, de prestigio y económicas entre la clase alta indígena y la de los españoles[87].
Del proceso que posibilitó en el siglo XVIII la toma de hábitos por las indias, se ocupa una ponencia de Mª Justina Sarabia Viejo, que en 1992 centraba el tema en solitario durante el I Congreso Internacional del Monacato Femenino. La misma autora retoma la cuestión en otro artículo posterior, que dedica a la Concepción y el Corpus Christi ilustrando la polémica fundacional de los conventos para indias nobles[88]. El segundo congreso dedicado al monacato femenino, de nuevo, recogió un solo trabajo sobre el tema presentado por Luisa Zahino Peñaflor[89]. Más reciente es la aportación de Ascensión Baeza Martín[90], en la que investiga los conflictos étnicos a que dio lugar la especial normativa del Corpus Christi, y los intereses que se movieron por el control del convento. Desde otra perspectiva, son de gran interés los estudios que viene realizando Elisa Sampson Vera Tudela[91] apoyados en el análisis textual, y que observan las implicaciones culturales de los modelos de las monjas indias, especialmente las del Corpus Christi en la sociedad indígena. Tampoco se puede dejar de destacar la siempre renovadora mirada de Asunción Lavrin[92] sobre el tema conventual, y la sugerente línea que explora desde la significación de los nuevos espacios abiertos a las indias en la vida monástica.
El modelo protector, de guarda y amparo, de los conventos femeninos, legitimado por la actitud social y la legislación proteccionista, fue el que siguieron otras instituciones coloniales para mujeres: beaterios, orfanatos, recogimientos, colegios y escuelas, y en otra medida los hospitales. Establecimientos presididos por cierta ambigüedad entre sus funciones educacionales, protectoras, de reclusión forzada o de castigo. Un campo temático de importancia en el que no se pueden citar investigaciones diferenciadas respecto a nuestro tema, pero sí trabajos como los de Muriel y Gonzalbo[93] que contienen referencias indispensables para establecer la relación de las indias con estas instituciones.
Por otra parte, la historia de la educación a través del estudio de las instituciones femeninas, de la organización de las sociedades de indios o de las reformas ilustradas, ha conseguido importante logros que, sin embargo, no han cubierto la aún pendiente profundización sobre la educación e instrucción de las mujeres indias. A pesar de ello, hay investigaciones esenciales para la comprensión del tema que prestan atención a la particularidad de las indias coloniales, como los de Pilar Gonzalbo Aizpuru[94], o los proyectados por Dorothy Tranck[95].
Las categorías culturales implicadas en algunas de estas investigaciones venían a subrayar el fructífero campo abierto por la perspectiva de género en el análisis de los discursos. El trabajo personal y la labor compiladora de Asunción Lavrin de nuevo marcaban, a finales de los ochenta, el contexto historiográfico que se había ido gestando en: Sexualidad y matrimonio en la América hispánica: siglos XVI-XVIII[96], donde se planteaba la visibilización de los códigos culturales configuradores de los valores sociales de género. Valores morales que definieron los conceptos de la sexualidad, del honor, del matrimonio o la familia como factores determinantes de las identidades femeninas coloniales.
En esta compilación la participación de Gruzinski[97], como ya apuntamos anteriormente, era la muestra de las continuadas contribuciones de la historia de las mentalidades mexicana, de manifiesto especialmente en algunas de las publicaciones de los Simposios de la Historia de las Mentalidades[98]. En cualquier caso claves de lo social, también de manifiesto en otras líneas de trabajo como la de Gonzalbo Aizpuru, autora que durante los años noventa articulaba las aportaciones al tema de la mujer y familia indígena, a través de la eficaz coordinación de la serie de compilaciones sobre la historia de la familia colonial[99], labor a la que añadía su investigación propia. Un tema en el que hay que considerar las nuevas direcciones apuntadas por la demografía histórica, donde destacan los nombres de Robert McCaa[100], Pedro Carrasco[101], Sarah Cline[102] y Elsa Malvido[103].
En la publicación dirigida por Asunción Lavrin, La sexualidad..., la misma historiadora[104] y Gruzinski[105] destacaban la importancia del discurso evangelizador en la conquista espiritual de las Indias y la acción de sus códigos morales sobre las mujeres indígenas. Las reglas del poder en definitiva, dictadas para el control de la sexualidad indígena, especialmente la de las mujeres. Fueron las normas de la virginidad, la castidad o el ayuntamiento sin lujuria, inscritas en la mentalidad indígena por el mecanismo de la autoculpabilidad[106] en el confesionario. Moral cristiana estudiada a través de los Manuales de Confesión, que han sido han sido examinados entre otros muchos por Juan Pedro Viqueira[107].
Estas son referencias indispensables dentro de una abundante bibliografía que relaciona religión y valores sexuales de género[108], y que paralelamente pone en evidencia el éxito del discurso cristiano distanciado de las actitudes sexuales y valores sociales reales. De hecho, es la transgresión la que tipifica la normalidad de la convivencia social colonial, tal y como documentaba Asunción Lavrin[109] en los muchos ejemplos de las uniones libres, de bigamia, de la general ilegitimidad o de la habitual utilización de los hechizos amorosos.
En definitiva, el devenir cotidiano en contradicción con las normas religiosas, inobservancia que también arrastró a una parte de los valedores del discurso: clérigos y monjes, cuya manifiesta actividad sexual se mostraba en absoluto edificante bajo la consideración de la Inquisición, institución que juzgó, por ejemplo, los frecuentes casos de solicitación en el confesionario, buena cantidad de los cuales tuvieron por victimas a las indias. Se plasma en estas breves líneas un panorama social que suscita la inmediata cuestión que resume el título de la compilación dirigida por Sergio Ortega: Porqué no se cumplía la Ley de Dios en la Sociedad Novohispana, interesante muestra del amplio conjunto que se ocupa de esta temática[110], y dentro del cual acentuamos la referencia de una investigación muy reciente: “Pervertiendo” el orden del santo matrimonio. Bígamas en México: S. XVI–XVII, de Estrella Figueras Vallés[111]. Un extenso trabajo en el que se articulan con maestría los planos de la actuación institucional frente a la subversión del buen orden colonial, y el hilo rector de la realidad social que son los imaginarios sociales. Prácticas y representaciones que analiza la autora en continua contradicción intercultural, la que determino la vida de las mujeres novohispanas y marcó el especial protagonismo de las indígenas.
Otros autores son destacables en esta materia, como Ramón A. Gutiérrez[112], Sarah Cline[113] o Rebecca Overmyer[114] y su análisis dialéctico de la ideología religiosa. Así mismo, es obligada la cita de Louise M. Burkhart[115] y su prolongada investigación del diálogo entre la moral cristiana y el mundo nahua, que viene cuestionando la utilización unilateral y acrítica de los textos en náhualt para poner el acento en el contradiscurso cristiano que contienen. Y desde otro enfoque, Noemí Quezada[116] y las interpretaciones de la sexualidad antes y después de la conquista. Argumenta la autora sobre la unidad que componen amor y erotismo en la sociedad mexica, con lo que subraya su separación bajo la cultura patriarcal española. Pues, neutralizado el amor por la idealización cristiana occidental se convierte el erotismo en la dimensión propia del pecado, espacio natural de la magia y la hechicería femeninas.
Recursos sobrenaturales para la inseguridad económica y sentimental femenina, según interpreta Noemí Quezada. Mujeres, todas, que enfrentan el ideal de la vida conyugal a una convivencia cotidiana regida por las imposiciones patriarcales. La subordinación al varón, la doble moral frente al matrimonio como derecho masculino y la subestimación de las mujeres por un machismo omnipresente, enmarcan el conflicto de las relaciones entre hombres y mujeres que estalla en violencia habitual. La misma sobre la que se extiende La historia secreta del género de Steve J. Stern[117], investigación densa de valiosos aportes documentales, en la que el autor se plantea visibilizar las relaciones de poder que descubre el análisis de género, y la dialéctica que éste establece con la cultura política.
Frente a la violencia masculina sortilegios para amansar hombres. Magia, hechicerías, idolatrías, curanderismo, como parte de una línea temática que ha venido a definir en los Estudios de las Mujeres un campo propio sobre la transgresión social, y de las estrategias de resistencia de género e indígenas. Prácticas antinormativas analizadas en su relación con las estructuras de poder, que contrariamente a la historiografía andina en la novohispana se refieren escasamente al marco jurídico especial de las idolatrías o hechicerías indígenas, debido en lo principal a la insuficiencia de fuentes. Por ello, ha sido indispensable la investigación desde la documentación inquisitorial que, a pesar de recoger la presencia de hombres y mujeres indígenas como sujetos jurídicos secundarios, ofrece la posibilidad del estudio sobre las mentalidades y prácticas sociales de las indias. Mujeres que fabrican magia amorosa, hechicerías protectoras u otras dañinas, compartiendo, también, los imaginarios híbridos que componen las culturas coloniales. En este plano de la investigación además de Noemí Quezada se destaca Ruth Behar, la que hace un agudo análisis de la mentalidad mágica colonial y sus referentes: los del simbolismo subversivo femenino, el del ideario occidental sobre el poder mágico de las mujeres indias, o el significado que la autora subraya para las redes interétnicas femeninas de la brujería sexual[118].
Del discurso colonial al útero malinche de la nación
Parte de la producción interdisciplinaria que venimos citando, de forma creciente, utiliza el análisis intertextual del discurso literario y el científico, ya sea éste histórico, antropológico u otros. Unas prácticas metodológicas definidas en sus líneas esenciales desde el área de los Estudios Literarios Coloniales, cuya investigación viene revitalizando desde la década de los ochenta la interpretación sobre lo colonial. Aportaciones que son dependientes de la teórica postcolonial y de la deconstrucción textual contemporánea, impulsadas por la academia estadounidense y la inglesa.
Si obligada es la referencia en este campo a Walter Mignolo o Rolena Adorno, entre los más destacados autores que han contribuido a caracterizar el espacio común del discurso histórico y el narrativo, que tiene como eje el análisis de las crónicas y otras literaturas coloniales; también es imprescindible la mención a los que incorporan las reflexiones decisivas de la visión de género: Sara Castro Klaren o Jean Franco. En lo que a nuestro tema interesa seleccionamos trabajos señeros para los Estudios de las Mujeres y de Género como los de Raquel Chang-Rodríguez y Regina Harrison[119], o los de Asunción Lavrin y Nina M. Scott, de sobra conocidos, que citamos contenidos en la edición clave de Cevallos-Candau[120] para no alargar la ya de por sí extensa lista bibliográfica.
Otras muestras de esta línea pueden señalarse en estudios donde se pretende que la historia de las mujeres indias no sea secundaria, así el texto de Virginia M. Bouvier[121], donde se investiga a las mujeres en la conquista y colonización de California. Aquel espacio de frontera donde españolas e indias fueron sujetos activos en el mantenimiento del orden colonial y las resistencias a él.
El mismo contexto histórico-literario enmarca La figura femenina en los narradores testigos de la conquista, de Blanca López de Mariscal[122]. Un texto que partiendo del discurso narrativo, y un acercamiento al iconográfico, subraya el histórico. Rescatar del olvido el papel activo de las indias durante la conquista, es la intención de la autora. Contribuyendo con ello a socavar la asentada imagen de las indígenas como víctimas pasivas del conflicto. Las vemos a través de la visión de los testigos narradores que son realmente los descubiertos: mentalidad y cultura hispana en la imagen que compusieron de las mujeres americanas y en las relaciones de género que plantearon.
Ricardo Herren[123], que también retoma la voz de los cronistas, propone la historia narrativa para ilustrar el espacio cultural de los conquistadores y su comportamiento sexual con las indias recién descubiertas. Pierre Ragón[124] ensaya la construcción y transformación cultural, en un interesante texto que explora las crónicas laicas para mostrar el discurso europeo sobre la sexualidad de los indios que llegó a América, y la composición del imaginario que de vuelta se propagó en Europa. Además, estudios como los de Blanca López y Pierre Ragón son una muestra de otras muchas incursiones en el imaginario del mito: donde habitan las amazonas, las sirenas, o las sociedades de mujeres en islas imposibles[125]. Es el trasfondo de las mentalidades de cronistas y conquistadores, claves occidentales resignificadas en América, sobre las que aún queda mucho por decir desde los Estudios de Género.
Respecto a la lectura analítica de las representaciones icónicas, y aunque recurrir a las imágenes de los códices indígenas o a las de las crónicas es una forma común en los estudios coloniales, nos falta información en este terreno que podamos vincular a los análisis de género. Sin embargo, sí podemos apuntar, por su interés, el planteamiento metodológico de la historiadora Stephanie Wood[126], en artículo que se estructura en torno a la interpretación de los manuscritos pictográficos de la colección Aubin Goupil.
Para terminar esta primera parte queremos volver a la figura de la Malinche con la que comenzamos. Ya que constituye un buen expositor de otras dinámicas de la historia cultural reciente, aquéllas que se implican en la construcción simbólica del género, en este caso vinculadas a la construcción de la identidad femenina mexicana como parte de la nacional. Pues, son las últimas tendencias las que han logrado interrelacionar la investigación sobre los mitos, las cosmogonías y la psicología nacional, abriendo con ello la vía a la historicidad de los universos simbólicos: los que se van incorporando al análisis histórico.
Las ambivalentes imágenes de la Malinche se desenvuelven en el campo de lo discursivo con mucho de calidad transhistórica, en el concepto acuñado por el estructuralismo. Son las que definen desde la antropología a la Eva-Malinche[127] en palabras de Sonia Montecino, y a la "madre y puta, traidora y útero simbólico de la nación mexicana" en la conocida frase de Fernanda Núñez Becerra[128]. Malinchismo que enuncia la inferioridad indígena y mestiza, y fundamenta la femenina. Son las consecuencias del trauma de la conquista, coartada del exacerbado machismo hispanoamericano[129].
Se estudia, así, el malinchismo como arquetipo de lo femenino o metáfora del mestizaje, pero también como imaginario colectivo multifacético que se entrecruza con otros arquetipos[130], ya sea el binomio Malinche-Virgen tratado por Julia Tuñón Pablos[131], el del marianismo-machismo[132], las soldaderas, o la fusión con la Llorona analizada profusamente por una larga lista de autores[133]. Gradaciones exploradas ampliamente desde Chile por Sonia Montecino[134], investigadora de vanguardia que examina las identidades simbólicas del género apoyándose en una afortunada asociación entre antropología y lenguaje; lo que algún comentarista ha llamado la nueva antropología literaria chilena. Obra, la de Montecino, inscrita en los nuevos espacios de estudio que han venido conformando un significado conjunto de investigaciones hispanoamericanas, como las de Milagros Palma, Norma Fuller o Norman Palma[135].
Otras perspectivas interrogan también a la simbólica de la identidad colectiva, así, Cristina González Hernández[136] destaca en una publicación reciente la construcción del malinchismo como elemento explicativo de las diferentes etapas de la historia mexicana hasta la actualidad. La etnoantropología, por su parte, viene definiendo lo que ya son hitos del pensamiento cultural, así en la obra de Fernanda Núñez Becerra[137]. Autora que dibuja la universalidad del mito, despojando a Marina de sus señas históricas para diluirlas en la identidad colectiva: una mujer que "resume a todas las mujeres".
Finalmente, es referencia imprescindible la recapitulación de las diferentes dimensiones del malinchismo en el ensayo múltiple coordinado por Margo Glantz[138], donde la Malinche es reivindicada desde la mirada de la interpretación histórica, la antropológica y la literaria. Entre los excelentes estudios de esta compilación destacamos, por la significación que ha alcanzado, el ensayo de Sandra Messinger Cypess[139], como ejemplo del conjunto de investigaciones de esta autora que propone un estudio social de género desde el análisis de la dramaturgia y la literatura. Así, la deconstrucción de los mitos patriarcales acentúa el de la Malinche, punto de referencia de la reacción contra la traición de la Chingada interpretada por Octavio Paz que reclama otra tradición interpretada por la crítica feminista: una Malinche epicentro del viejo y el nuevo mundo, dueña del privilegio masculino del discurso intercultural a través del dominio del lenguaje.
Subrayar en este punto los estudios sobre la producción teatral malinchista, es plantear las reciprocidades entre el discurso dramático, el filosófico y el histórico, lo que significa una dinámica constante del diálogo intelectual mexicano. Sabina Berman y la conmoción que levantó con su Águila o Sol en 1985, la reivindicación de Carlos Fuentes, o la lectura postmoderna de La Malinche de Víctor Hugo Rascón Banda en 1998, son entre otros los nombres de una polémica que llenó el siglo XX, como muy acertadamente expone Alessandra Luiselli (2003) en un ensayo muy actual.
II. MUJERES INDIAS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ
Si México utilizó la reconstrucción idealizada de su pasado azteca como elemento legitimador del proceso independentista, en Perú el discurso de la utopía étnica fue ambiguo. Prevaleciendo la valoración negativa de lo indio, o al menos la no-exaltación, instrumentalizada por unas élites peninsulares y criollas que pretendían la continuidad con España, y percibían el ideario andino como una amenaza a sus privilegios económicos y sociales. Indudablemente, acusaban la presión de las rebeliones indígenas del siglo XVIII que se sustentaron en la utopía andina[140], la que según algunos autores se constituyó en marco de un proyecto nacionalista indio[141].
Aquél era el imaginario del paraíso perdido inca, que se había ido gestado desde el siglo XVII, bajo la justificación histórica que proporcionara Garcilaso de la Vega el Inca en sus Comentarios Reales[142]. Una idealización subversiva para el orden colonial, que el siglo ilustrado recogía de la tradición andina en clave de drama teatral: el Ollantay[143]. Representación de la simbólica intemporal del Tawantinsuyo que contenía el arquetipo idealizado de la mujer india, personificado en Cusi Coyllur e Hima-Sumac, incas nobles y heroicas.
La respuesta de la intelectualidad criolla a la amenaza indígena fue una cuidadosa elaboración del pasado. Se recreó, entonces, la grandeza de los testimonios arqueológicos, desconectando su historia de la legitimación del poder inca que reivindicó Túpac Amaru II. De esta forma, rechazada la seña de identidad nacional del movimiento tupamarista por un nacionalismo criollo de marcado carácter segregacionista, también se excluyó del reconocimiento histórico a las heroínas indias de la sublevación, y a la figura principal de Micaela Bastidas Puyucahua. Así, comenzaba el periplo de Micaela como icono invisible de la historia peruana[144].
De hecho, desde finales del siglo XVIII, a la divulgación del activismo político femenino indígena opuso la prensa un ideal de mujer india sumisa, registro discursivo analizado por Claudia Rosas Lauro[145]. Y ciertamente, durante el siglo XIX, la historicidad de aquellas indias, mujeres y rebeldes, quedó ocultada por la retórica patriótica del nacionalismo que se elaboraba en clave masculina. Valores nacionales subrayados por el proyecto de la gran Historia Nacional, la que promoviera el positivismo decimonónico teñido de romanticismo[146]. Fueron las líneas comunes que centraron el discurso de los arquetipos de cartón piedra del Imperio Inca. Referentes ideales que negaban a los indios e indias reales, tal y como lo expresa Cecilia Méndez en un ensayo de afortunado título: Incas sí, Indios no[147].
En este contexto político e historiográfico se cimentaba la contradictoria lectura de la mujer india, fluctuante entre la negatividad de lo indígena y el idealismo intemporal. Éste como discurso simbólico e ideológico que presentaba a “la india” como paradigma del eterno femenino, en sustitución de los contenidos históricos que pudieran definir el papel e identidad de las colectividades femeninas en las sociedades indígenas. Composiciones representativas a las que también contribuyeron las primeras feministas del siglo XIX a través de una literatura de adscripción proindigenista; eran las mujeres ilustradas en el título de Francesca Denegri[148].
Ideario que, por ejemplo, se manifestaba en la obra sobresaliente de la autora de Aves sin nido, Clorinda Matto de Turner[149]. Y que recrea en su melodrama musical Hima-Sumac de épica patriótica y mítica aristocrática. En él la princesa peruana, presentada débil y pasiva, es escogida en desmérito de la figura histórica a la que sustituye: Micaela Bastidas, para la que hubiera cabido esperar bajo la pluma de Matto su encumbramiento a gran heroína de la historia peruana. Una observación tomada del análisis de Mary Berg[150], autora que advierte sobre la necesidad de profundizar en la obra de Turner y del resto de aquella generación de pioneras feministas; lo cual subrayamos en los matices que le faltan al tema, ocultos por una insuficiente investigación que relacione los primeros feminismos, el indigenismo y el nacionalismo[151].
Las primeras décadas del siglo XX, configuraron el marco temporal donde se articuló la corriente indigenista que representaban Mariátegui, José María Arguedas y Luis E. Valcárcel. Era el momento en el que Mariátegui[152] expresaba su pensamiento de un socialismo nacionalista, que invocaba al comunismo incaico latente como herencia del pasado prehispánico; y Valcárcel, precursor de la etnohistoria y el mayor impulsor de la Antropología Aplicada en Perú, escribía su conocida sentencia: “el proletariado indígena espera su Lenin”[153]. Un clima intelectual que arroparía la creación de Amaruta, portavoz de una vanguardia que recogía la voz de la brillante generación femenina de los años veinte[154].
Se movían, pues, nuevas y trascendentes ideas, las que, no obstante, continuarían cultivando la imagen irreal de la mujer inca moldeada por el discurso de género patriarcal: de abnegación, sumisión y depósito de los altos valores morales de la raza. Virtudes preservadas en la pureza sexual de las indias, tal y como sublimó la inflamada prosa de Valcárcel[155] en la doncella Kori Ojllo, asesinada defendiendo su castidad frente al conquistador. Son éstas algunas de las apreciaciones de Maruja Barrig, en el análisis del pensamiento indigenista que aborda en El mundo al revés. Imágenes de la mujer indígena[156]
Fuera de las elaboraciones indigenistas el positivismo hispanista ofrecía dispersas y escasas referencias históricas de las mujeres: las generadas a través de la biográfica de las grandes mujeres americanas. Categoría cuyos criterios limitaban la experiencia histórica de las indias coloniales a la consideración esporádica de Micaela Bastidas[157]. Visión restringida en la que abundó una escasa bibliografía peruana de corte tradicional en los años sesenta y setenta[158]. Son textos que recogieron el eco de la promoción gubernamental nacionalista de un indigenismo arcaico, y de la gesta independentista que destacaba las precursoras sublevaciones del siglo XVIII. Los resultados fueron trabajos escasamente críticos respecto a la historia de las mujeres en general y de las indígenas en particular. Así, se interpretó a las heroínas indias a través de Micaela Bastidas, dentro del discurso de la epopeya patriota habitado por el arquetipo de valientes y broncíneos indígenas.
Las nuevas tendencias historiográficas
Como revulsivo político, la intelectualidad progresista de los setenta levantaba con la bandera del neoindigenismo una búsqueda de las auténticas raíces indígenas, objetivo que inspirara el cuerpo ideológico de las renovadoras propuestas que inauguraba la, etnohistoria andina[159]. Disciplina ésta, que a finales de los ochenta fue, según sus detractores[160], el sustento académico del esencialismo andino. Por otra parte, eran innovaciones deudoras de una visión de los vencidos[161] que, a diferencia de la relativa tensión interpretada hasta aquel momento en las fuentes mesoamericanas, subrayaba en Perú el enfrentamiento y separación de indios y españoles[162]. Entonces, se ponía en marcha un proceso dialéctico provocado por la llegada de las tendencias historiográficas más avanzadas al espacio cultural hispanoamericano, esto es en síntesis: el renovado materialismo histórico, la escuela de los Annales y la nueva historia económica estadounidense[163].
Son las referencias de una pujante historia social de interpretación marxista, que analizó las rebeliones indígenas como procesos de resistencia colectiva dentro de la dinámica de las revoluciones sociales. Clima ideológico que, sin duda, alentó otra épica de las heroínas revolucionarias[164], como la que publicó en 1972 Juan José Vega: Micaela Bastidas y las heroínas tupamaristas[165].
Constituyeron estas publicaciones los precedentes de la primera eclosión de los estudios históricos sobre las mujeres peruanas en la década de los ochenta. Así, las reflexiones en 1985 de León G Campbell[166], autor que observaba la intervención de indias del común en la rebelión tupamarista, y deducía de ello un mayor grado de participación y libertad femeninas en las sociedades indígenas respecto a los otros grupos coloniales; o las señeras investigaciones del historiador francés Bernard Lavallè[167]. Y a destacar, la producción académica peruana que, además del ya citado Juan José Vega[168], tuvo pioneros como el ecléctico historiador Pablo Macera[169], María Rostworowski[170], María Emma Mannarelli[171], y desde las mentalidades de la familia Alberto Flores Galindo y Magdalena Chocano[172]. Completaban el panorama las investigaciones estadounidenses, a las que nos referimos más adelante.
Al interés del momento por la historia de las mujeres contribuía el del feminismo peruano, que comenzaba a remediar con nuevas propuestas la anterior ausencia de las mujeres andinas en sus contenidos programáticos. Aunque, la conjunción académico-feminista no produjo una investigación tan amplia como la mexicana. Pues, aparte de las síntesis comparadas hispano o iberoaméricanas[173], solamente apareció un estudio en 1985 que se pueda llamar general de la historia de las mujeres peruanas: Mujeres peruanas. El otro lado de la historia[174], de la periodista y escritora Sara Beatriz Guardia, elaborado bajo una perspectiva comprometida con el feminismo de izquierda y de solidaridad con lo indígena. En aquel momento, este trabajo visibilizaba una experiencia histórica negada a las mujeres, que significaba la de las indígenas prehispánicas y coloniales. Micaela Bastidas y las caudillas de la rebelión tupamarista ocuparon en la publicación un lugar destacado, interés por el tema que ha llevado a su autora a otro ensayo más detallado sobre la heroína india[175]. El texto de Mujeres peruanas, en su quinta edición actual, continúa siendo la única síntesis de tiempo largo en el Perú, y singular por la constante actualización de contenido que su autora viene realizando en las sucesivas impresiones.
La militancia política de las indias del siglo XVIII continúa teniendo un indudable atractivo que, no obstante, ocupa trabajos muy puntuales[176], entre los que destacan algunos nuevos enfoques que apuntan a un estudio de las culturas políticas coloniales. Es el caso de: Mujeres en rebelión: la presencia femenina en las rebeliones de Charcas del siglo XVIII[177]. Texto boliviano que, apoyado en una sólida base documental, estudia tanto a las líderes como a las sublevadas de pueblo llano en el Alto Perú virreinal. Proponiendo una tradición indígena de participación social y política de las mujeres que explica su actuación en las rebeliones. Tradición heredada del período prehispánico, según indican las autoras, y extraña a las mujeres criollas y peninsulares. En este texto, el enfoque de género pone al descubierto las interacciones sociales que sustentaron la rebelión. Así mismo, destacan estas historiadoras la “ceguera de género” en prácticamente la totalidad de los estudios dedicados a la cuestión. Una argumentación que se puede subrayar respecto a la temática general de los levantamientos indígenas en el Perú virreinal.
Identidades de género coloniales
Otras dimensiones de la resistencia fueron expuestas, a partir de los años setenta, principalmente desde el área de la antropología social y cultural, y a través de los análisis de la condición socioeconómica de las indias y su participación en la economía colonial. Una temática en la que los estudios son mayoría respecto a los de otros grupos de mujeres coloniales, y en la cual el conjunto atiende a los macrotemas de la dominación colonial, la de género y a las estrategias de resistencia.
La base común de la investigación ha sido la división sexual del trabajo y su papel en las estructuras familiares y de parentesco. Con preferencia los temas estudiados vienen siendo: el empleo doméstico[178], el trabajo en el comercio urbano[179], la producción doméstica de textiles[180] y las relaciones jerárquicas de poder económico-social En este marco, se ha problematizado la respuesta de las indígenas ante la presión colonial: “acomodación o resistencia”[181], cuestión que suscita, inmediatamente, la indagación sobre el desarraigo o la continuidad cultural en las migrantes urbanas e indias rurales. También se polemiza sobre la complementariedad sexual, concepto utilizado como un baremo que mide el grado de la transculturación y de subordinación femenina. Son preguntas a la investigación que coinciden en el objetivo de definir las identidades femeninas indígenas.
En 1978, la estadounidense Elinor Burkett[182] planteaba la conocida interpretación de la acomodación de las indias a la sociedad colonial, promocionadas social y económicamente en la vida urbana por delante de los varones indios. Se señalaba con ello una relativa independencia de las mujeres, y su papel integrador de las dos culturas que subrayaba una nueva identidad. Una tesis que Frank Salomon ratificaría en 1988, a partir del estudio de los testamentos de las indias de Quito[183]. Las opiniones críticas señalaron en la interpretación de E. Burkett la subestimación de los costos sociales para las indias.
A la postura contraria respondía en los años ochenta el análisis de Irene Silverblatt, en su investigación sobre las indias rurales: Luna, sol y brujas. Género y clases en los Andes prehispánicos y coloniales[184]. Ensayo deudor de la teórica del feminismo radical estadounidense, y que marcaba un hito en la interpretación del género y sus relaciones con las jerarquías de poder y estructuras económicas coloniales. El trabajo de la antropóloga enfatizó la mayor explotación económica de las mujeres indias respecto a los hombres, a la que se sumaba la humillación y explotación sexual. Siendo tal situación de opresión un detonante para la resistencia consciente al poder español, rebeldía que se sustentaba en el mantenimiento y transmisión de su cultura espiritual y se hacía activa con la huida a las punas. Es la imagen de las víctimas, pero también la del poderío femenino de la resistencia. Una fuerza moral que, según Silverblatt, hacía de las mujeres indias los sujetos colonizados más idóneos para preservar las culturas originales indígenas de la desestructuración forzada por la conquista hispana.
En el mismo año de la publicación de Irene Silverblatt veía la luz el trabajo fundamental de Luis Miguel Glave: “Mujer indígena, trabajo doméstico, y cambio social en el Virreinato peruano del siglo XVII”[185], una investigación apoyada en el estudio del padrón de la ciudad de La Paz. Éste es un texto esencial para la situar a las indias dentro de la temática de las migraciones y su significación en la economía colonial[186], cuyo análisis evidencia la sociedad estructurada por España de subordinación: indígena y de género. Las emigrantes indias, que eran la mayor parte de la población indígena de la ciudad, son mostradas por Glave dedicadas a cubrir todas las necesidades de los servicios domésticos. El cuadro resultante es el de unas condiciones de general explotación y abusos de las indias; trabajadoras voluntarias y forzadas, reproductoras indispensables para el desarrollo colonial; niñas y mujeres desarraigadas de sus ayllus, sin origen conocido: son las María Sisa en la negación extrema de un nombre propio.
Si L. M. Glave y, desde otra óptica, Elinor Burkett, destacan la ruptura de las indias con sus sociedades originales y la formación de nuevas identidades urbanas, las investigaciones sobre Bolivia de Brooke Larson[187] y de Ann Zulawski[188], junto a las de Irene Silverblatt, distinguen la continuidad cultural y la resistencia. Argumenta Zulawski una yuxtaposición de sistemas sociales de complementariedad andina y patriarcado hispano, que ligaba a las indias y a su trabajo a las estructuras familiares indígenas. Refutaba con ello la autora, en los años noventa, la relativa independencia económica que sugerían Frank Salomon o Burket, y proponía múltiples respuestas a la complejidad social en la colonia. En este sentido enmendaba el cuadro desolador que proponía L.M. Glave, señalando situaciones más ventajosas para las indias como las ocupaciones comerciales urbanas. Y cuestionaba, además, la sublimación de la explotación y sufrimiento de las mujeres que hiciera Irene Silverblatt frente a la de los hombres o la infancia.
Hay que destacar a Larson y Zulawski en sus trabajos de finales de los años ochenta, cuando recogían las propuestas de la antropología cultural y la visión marxista estadounidense en un intento de superar los estrechos cauces del estructuralismo. En este sentido se desarrollaron sus estudios de economía regional: una interacción de la perspectiva de clase, étnica y de género. Su postura, destacando el peso decisivo del trabajo indígena en las estructuras económicas coloniales, alineaba a las autoras en la corriente crítica a la teoría de la dependencia.
Posteriores ensayos ampliaron estos campos de reflexión, en una dirección principal de exposición de los mecanismos de construcción de las identidades de género coloniales. Y a los muchos ejemplos, que veremos más adelante relacionados por áreas de estudio o temáticas extensas, se sumaron otros que aportan los matices de lo discursivo a cuestiones más tradicionales. Por ejemplo, la lectura de la incidencia del discurso dominante en la división sexual del trabajo que hace Karen B. Graubart[189], o las transformaciones de las mentalidades y prácticas sociales de las indias en la élite colonial investigadas por Ximena Medinaceli[190].
El planeamiento de la continuidad cultural es también, necesariamente, el de la complementariedad sexual: “una de las vacas sagradas de los estudios andinos” en palabras de Denise Arnold[191]. Sobre la cuestión, y a lo ya dicho en la primera parte de esta exposición, hay que añadir en los estudios sobre el Perú colonial el mayor consenso en torno a las tesis de los sistemas de género igualitarios andinos, antes y después de la conquista[192]. Incluso, la difundida argumentación antropológica que, en 1976, hiciera Billie Jean Isbell en La otra mitad esencial[193] sobre las estructuras complementarias prehispánicas, estaba llamada a prevalecer por encima de la revisión que la propia autora haría en la década de los noventa[194], en la cual señalaba categorías de representación andróginas. Una interpretación ésta que aún respetando el funcionalismo de la complementariedad, rechaza la anterior hipótesis que situaba el núcleo de su acción natural entre los cónyuges, pues se advierte contaminada la imagen de la pareja inca por la ideología de género europea.
Otras reflexiones revisionistas de la complementariedad andina fueron adquirieron peso ya avanzados los años noventa. Entre las que destacan aquéllas que partieron de las contradicciones que el esquema igualitario planteaba al estudio sociológico y antropológico de las sociedades contemporáneas: un enfoque afectado de "culturismo extremo" en palabras de Norma Fuller[195], y producto cultural idealizado en la consideración de Maruja Barrig[196].
Para los fundamentos de la hipótesis de la complementariedad, también, han sido esenciales las investigaciones de María Rostworowski[197] que insiste en estructuras prehispánicas igualitarias de género, cuyo correlato es la cosmovisión dual andina. Tanto los estudios de esta autora como los de Billie Jean Isbell han influido en una abundante analítica que se plantea la definición de la estructura socio-económica sustentadora de las relaciones igualitarias entre sexos. Estructura que, mayoritariamente, ha sido inscrita dentro del orden de reciprocidad andina. En esta línea, resulto decisivo para la interpretación del período colonial el citado trabajo realizado por Irene Silverblatt[198] en 1987. Un análisis el de este texto que sugería un sistema de igualdad de género, derivado de la valoración equivalente del trabajo de los dos sexos en las sociedades campesinas pre-incas. Situación que la autora entendía ya subvertida en la fase final del dominio Inca, y degradada hasta la total subordinación de las mujeres durante el gobierno hispano, cuando legislación y régimen tributario minaron los principios de la descendencia paralela, que afectaba directamente a la herencia de las mujeres y su tenencia de la tierra.
A esta breve semblanza nos parece adecuado añadir, entre las abundantes consideraciones sobre el tema, la referencia a las importantes aportaciones teóricas de la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui[199]. Valga como ejemplo el artículo que citamos, centrado en la evolución de las relaciones de género dentro de la sociedad aymara.
En otro plano de la interpretación, María Rostworowski argumentó un poder político paralelo al orden mitológico dual. Poder social compartido, que la etnohistoriadora encontró vigente en los pleitos por la herencia femenina, una documentación utilizada para su investigación sobre los territorios coloniales de la costa septentrional peruana. Curacas y sucesiones. Costa norte, es el título de este estudio en el que se avanzaba el concepto de la jefatura étnica femenina[200], significando de esta forma el poder que detentaban las “capullanas” en sus curacazgos[201].
A pesar de su interés manifiesto, en el tema de las jefaturas femeninas coloniales no abundan nuevas aportaciones. Por ello es de destacar la línea de investigación que mantiene Estela Cristina Salles[202] que, a partir de una primera reflexión sobre fuentes documentales del siglo XVIII en Omasuyos, ha publicado un reciente ensayo que refleja el estado de la cuestión: "La herencia femenina andina prehispánica y su transformación en el mundo colonial". Expone la historiadora que los derechos de la descendencia paralela no se explican desde categorías económicas, y replicando a Silverblatt observa que “el problema patrimonial era inexistente en el mundo andino: no existía la noción del derecho de propiedad”[203]. Lo que se transmite es la “herencia del poder”, y es ésta la que otorga entidad propia a la historicidad de las capullanas durante el período colonial. Ciertamente, una prolongada pervivencia la de este sistema sucesorio, cuya génesis sitúa la autora en el tiempo anterior a la hegemonía inca, y al cual se superpuso el ordenamiento legislativo español. Así, “la herencia del poder” en conflicto con la “herencia patrimonial” hispana fue perdiendo su legitimidad, que era la de los derechos políticos de las mujeres indias. En opinión de E.C. Salles, el mantenimiento de tal orden de sucesión si no se puede afirmar con certeza que indique relaciones simétricas de género, al menos sí muestra una situación de no-sometimiento de las mujeres andinas. En cualquier caso, apunta la autora lo imprescindible que resulta considerar las diferentes ópticas culturales de europeos e indígenas americanos para una correcta interpretación.
Otras referencias sobre esta temática conforman un conjunto de investigaciones dispersas y escasas, entre ellas citamos los artículos de Juan José Vega, Oswaldo Fernández Villegas y el conjunto de Glady A. Varela y Luz M. Font.[204]
Ya no ay uírgenes como en tiempo de los Yngas[205]
Hasta aquí, distinguimos un mayoritario consenso en la interpretación que señala estructuras igualitarias de género en las sociedades prehispánicas, devaluadas bajo el sistema económico y de dominación hispana[206]. Entendida, por tanto, la dinámica colonial como el factor externo diluyente de la cultura indígena que afectó en todos los órdenes a las sociedades andinas, y, según algunos autores, especialmente a las mujeres indias. Puesto que ellas acusaron la desestructuración de las instituciones andinas doblemente, en su condición de dominadas por el poder español y en la de mujeres. Las indias ante las leyes patriarcales españolas quedaron en una situación de extrema vulnerabilidad, perdieron el reconocimiento social que mantenían en sus culturas originales, a la vez que sus derechos económicos y políticos. Una indefensión a la que se añadía la explotación despiadada de su trabajo, y el abuso sexual generalizado que perpetuaron los varones españoles.
En estos términos se expresa Irene Silverblatt siguiendo la Nueva crónica y el buen gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala. La autora identifica dominio inca y español con el sistema patriarcal, este último responsable de la destrucción de los valores morales prehispánicos. Aquéllos que para las mujeres fueron los de la virtud y castidad, en unas sociedades que ignoraban la prostitución femenina antes de la llegada de los españoles. Esta argumentación cuenta con una amplia aceptación, y la encontramos repetidamente en múltiples estudios de diversas disciplinas. Como ejemplo, y desde el campo de la historia, la interpretación reiterada de Juan José Vega[207] en un artículo donde rechaza las noticias sobre la prostitución incaica que daba Garcilaso de la Vega, el Inca, en sus Comentarios reales de los incas, concluyendo el autor con la aseveración de que el ejercicio de la prostitución por las indias es un producto de la introducción de la propiedad privada y la economía monetaria por los españoles. El mismo tema tratado por Ward Stavig[208], quien no rechaza la versión de Garcilaso de la Vega, destaca durante el período virreinal las diferencias entre la prostitución urbana y la rural, la implicación en tal práctica de varones indios y no indios, la situación de parias que pudieron sufrir las prostitutas indias censuradas por sus comunidades y la ambigüedad entre la condición de concubina o prostituta[209].
El argumento de la contaminación cultural ampara otras reflexiones, así las que exponen como a mayor grado de aculturación y mestizaje correspondió mayor subordinación de género, de la que es inseparable la violencia masculina.[210]. En parecidos términos lo indica Irene Silverblatt[211], subrayando a Guaman Poma en su denuncia de que alcoholismo y violencia son una perversión europea ajena al mundo prehispánico; o en todo caso, según Armas Asin[212], aun existiendo el maltrato sexual en las sociedades andinas con los españoles se hizo sistemático. En conjunto se advierte del peso que en la investigación histórica tiene esta interpretación, que se ha constituido en referente común cultural y político. Es el mismo espacio que revisa el análisis crítico de Maruja Barrig[213], autora que cuestiona estas concepciones desde los requerimientos del presente, y a través de la deconstrucción histórica de los discursos clarifica las implicaciones ideológicas en la composición de un persistente pensamiento de idealización andina.
Ya fuera la violencia social y de género un fenómeno exógeno a las culturas prehispánicas o no, su visibilización fue un logro de la historia de las mentalidades, interesada en las nuevas perspectivas que ofrecía el estudio de la familia, el de las relaciones sexuales, o el de los discursos sociales de género. Posibilidades planteadas en 1984 por Alberto Flores Galindo y Magdalena Chocano[214], y poco después desarrolladas en varios de sus aspectos por Bernard Lavallè desde 1986[215]. La colección de los sucesivos trabajos que el historiador dedicó al tema fue publicada en Amor y opresión en los Andes coloniales[216]. En estos ensayos, el sólido cuerpo documental de los expedientes de divorcio y nulidad informa de una realidad social recorrida por el desamor y la violencia cotidiana. La visión de género del autor y su atención a los sujetos históricos indígenas hacen de esta obra una referencia imprescindible.
Otros enfoques de los estudios culturales van completando el cuadro de los valores morales y de género en las sociedades indígenas. Compartiendo, todos ellos, la exploración del discurso de la dominación. Así, dentro de las fundamentales investigaciones que venimos citando al respecto, no se puede dejar de destacar el ensayo de Ward Stavig en Amor y violencia sexual: Valores indígenas en la sociedad colonial[217], trabajo sobre el Cuzco que analiza los encuentros y conflictos entre las culturas de conquistadores y conquistados: mentalidades coloniales y matrimonio, la homosexualidad, o la violencia sobre las mujeres.
Además, al margen de las adhesiones o las críticas a sus hipótesis, hay que referirse al buen trabajo de Irene Silverblatt y sus logros, que han establecido buena parte de las complejas relaciones entre cultura, género e historia del período colonial. Conexiones desveladas cuando examina los valores de la familia indígena y mestiza en el siglo XVII[218]. En el ensayo que citamos, el análisis de género descubre en los escritos evangelizadores y las crónicas los códigos del discurso, o lo que es igual: el armazón del control social y de género. Apreciable investigación la de la antropóloga en este tema, en el que los estudios referidos al sur americano son escasos en comparación con los dedicados al México virreinal. Un breve comentario sobre el estado de la cuestión hace Mariángeles Mingarro en uno de los pocos exámenes recientes sobre mujer y familia en Nueva Granada[219], en el que la referencia clave es el trabajo antropológico de Virginia Gutiérrez de Pineda[220], único estudio sistemático de la familia en Colombia.
Por otra parte, muchas investigaciones esenciales en el estudio del género, que recogen diferentes facetas de la mentalidad social sobre el matrimonio, la ilegitimidad o el honor[221], estructuradas desde perspectivas generales no ofrecen apreciaciones diferenciadas sobre la sociedad indígena o sus mujeres. Aunque algunos sugerentes ensayos se destacan, en la medida que apuntan a otros niveles de análisis escasamente tratados como el de las relaciones interraciales o las de sociabilidad, temas que para finales del período colonial ha tratado Margarita Zegarra[222]. Otro plano de investigación novedoso es el de la infancia, cuyas posibilidades desde el análisis de género se encarga de demostrar María Enma Mannarelli[223].
Un elevado número de estos estudios sitúan el foco analítico sobre el discurso religioso, cuya decodificación viene evidenciando no solamente la dinámica de la identidad de género, sino la intención de deculturación y de control de la sociedad indígena que tuvo la empresa misionera. En definitiva, orden social al servicio de la economía colonial. Son versiones que apoyan a la necesaria revisión de la evangelización americana, a la cual se ha contribuido decisivamente desde una parte de los Estudios de las Mujeres y de Género.
En este sentido, es importante la exploración de las claves del dominio de la sexualidad femenina indígena, u otras que descubren la doble moral católica. Estos son los términos que desde la intertextualidad literaria y antropológica plantea el trabajo de Regina Harrison[224], en un análisis de los Manuales de Confesión de revelador título: "The Theology of Concupiscence…”; o el de Ana Sánchez[225], que desde los procesos inquisitoriales examina los delitos de solicitación y otros abusos de la clerecía. Fernando Armas Asin[226], también se ha ocupado del mismo tema, buscando su implicación en la construcción de las nuevas identidades de género. Sin olvidar algún artículo más específico de Irene Silverblatt, en lo que es una temática constante de su trabajo[227].
Manuales, catecismos, o expedientes, pero también los escritos de los clérigos o las crónicas de laicos son fuentes primordiales para la indagación de las mentalidades, en el doble proceso de la elaboración y transmisión de las representaciones sobre las mujeres indias. Así, las imágenes de feroz misoginia del cura doctrinero Bartolomé Álvarez, anti-indigenista y machista en palabras de Mª del Carmen Martín Rubio[228]. Y bajo la visión histórica de Pilar Pérez Cantó[229], la mirada más templada de Pedro de Cieza de León revela los pilares de la cultura patriarcal hispana con la que interpreta a las mujeres prehispánicas.
Mención especial merece la investigación en torno a la Nueva crónica y buen gobierno de Guaman Poma, peruano universal y referente de la herencia andina que se ha erigido en icono de la cultura nacional. Si en el campo interdisciplinar la utilización del texto de Guaman Poma como fuente primaria es amplia y recurrente, en la historiografía de género es pieza angular de varios debates de importancia desde la interpretación que hiciera Irene Silverblatt, de la que ya hemos hablado. No obstante la resonancia del tema, y que una de las objeciones a la lectura de Silverblatt sobre dicha crónica ha sido la utilización acrítica del discurso de Guaman Poma, no abundan los trabajos de análisis intertextual sobre el cronista referidos a las mujeres.
Bajo estas observaciones, podemos destacar el estudio de Alejandra Osorio[230]. La autora centra su análisis en el discurso de Guaman Poma, significando la construcción por el cronista de una utopía incaica desde los presupuestos de la cultura europea y la moral católica. La magnificación de la pureza y el orden social inca componen la imagen de la castidad de sus mujeres, la que una vez pervertida por los conquistadores pone de relieve la inmoralidad de la dominación española. El discurso católico sobre las mujeres eleva la culpa que Guamán Poma pretende para las indias colonizadas: de vírgenes a amancebadas y muy grandes putas, en expresión repetida del autor; cómplices de una corrupción cuyo fruto es el mestizaje. Mezcla étnica y racial aborrecida por el cronista, y a la cual culpa de la destrucción del orden superior de las sociedades prehispánicas. Era la realidad en la que Guaman Poma vivía, sentida como un mundo al revés.
Dentro del campo de los Estudios Literarios Coloniales[231], el manuscrito de Guaman Poma[232] mantiene la posición de honor que le ha dado una investigación[233] destacada, y decisiva para el estudio tanto de la crónica como del cronista. Estudios a los que contribuye el análisis de género realizado por Raquel Chang Rodríguez, autora que, apoyada en una línea importante de trabajos sobre la Nueva crónica, realiza una interesante lectura de las coyas incaicas en el manuscrito[234]. Otros ensayos de Chang Rodríguez, llenos de ricas sugerencias, amplían su estudio sobre las representaciones de las mujeres indias en las crónicas, por ejemplo, cuando nos expone el pensamiento de Fray Martín de Murúa[235], o se dedica a la literatura del Ciego de la Merced en su relación con la pintura colonial, trazando las líneas discursivas del mestizaje aristocrático[236]. Otra investigadora, Diana Miloslavich Tupac[237], se plantea la observación de la mujer indígena desde la simbólica del matrimonio y de las historias de amor, en las obras épicas de Juan de Miramontes y Miguel Cabello de Valboa.
Del espacio de la subjetividad amorosa, examinado desde el análisis común de la literatura y la etnohistoria, puede ser buen ejemplo el estudio de Luis Millones[238] y Mary Pratt, Amor brujo[239]. Texto que utiliza el análisis psicológico, y menos el histórico, en la interpretación de las representaciones icónicas de las tablas de Sarhua y los dibujos de Guamán Poma, para mostrar la cultura sexual y las relaciones amorosas indígenas. Esta exploración de las representaciones iconográficas, apunta a un terreno de la investigación interdisciplinaria aún por desarrollar en todas sus posibilidades en los Estudios de las Mujeres. Por ello, son valiosas algunas aportaciones recientes como la que presenta desde España Rocío de la Nogal[240], en un artículo que visibiliza la historicidad de las indias en la obra gráfica de Martínez Compañón.
Las brujas andinas
Transgresiones sociales, mentalidades mágicas, sexo, religión y poder colonial, resistencia de género e indígena. Estos son los términos de otros nexos de la historia colonial a los que ya nos referimos en la primera parte de esta exposición, y una temática que ha abierto nuevas vías de interpretación en el terreno de las prácticas sociales, las mentalidades y las identidades femeninas. Los inestimables resultados obtenidos en lo que al conocimiento de las mujeres indias se refiere, se han visto beneficiados por la disponibilidad documental de causas idolátricas y por los avanzados estudios sobre la extirpación de idolatrías, uno de los grandes temas historiográficos del Perú.
Fue Irene Silverblatt, en su ensayo de 1987[241], la que abordó el estudio de las prácticas mágico-religiosas de las mujeres andinas interpretándolas como formas de resistencia cultural anticolonialistas. Actuaciones, según la autora, que revalorizaron el papel social de las mujeres como guardianas y transmisoras culturales. La represión efectuada bajo el mecanismo institucional puesto en marcha por las Visitas de Idolatrías fue, en la lectura coincidente de la etnohistoriadora y Pierre Duviols[242], un proyecto para la destrucción de las religiones andinas. Campaña que entendieron paralela a la caza de brujas europea.
Estas interpretaciones son destacadas por Alejandra Osorio[243] para cuestionarlas, a partir de las conclusiones de su investigación sobre los juicios de idolatrías a las indias de los sectores populares de Lima en el siglo XVII. Al énfasis en la permanencia de las culturas prehispánicas, opone Osorio la importancia de la transculturación y de la dinámica del mestizaje cultural como sustento de hechicerías y curanderías, utilizadas como controladores de la propia sexualidad de las mujeres, y configuradoras de una red solidaria femenina interétnica[244]. Por otra parte, al móvil de la persecución religiosa añade la historiadora, junto a Ana Sánchez[245], el factor determinante del proyecto político de cultura oficial normalizadora que impulsó el Concilio de Trento.
Con todo, el aporte de mayor difusión ha sido el trabajo sobre "Las brujas andinas" de Alicia Poderti. Aporte de valía en cuanto a su incursión en el discurso que resitúa el tema en una esfera de interpretación de notable interés para futuras reflexiones. (Por acaecer la publicación de este trabajo al filo del cierre del presente artículo no se incluyó su referencia, pero ahora, en 2011, sería inexcusable no remediar tal omisión, máxime contando con la ventaja de su publicación en la Red. La cita completa en el apartado de bibliografía: Poderti)
Ciertamente, el espacio andino durante los dos primeros siglos de la colonia ha sido el foco de esta temática, y estudios posteriores completaron esta visión para el siglo XVIII. Así, Tucumán[246],en el dieciocho y siglo anterior, es el escenario para los procesos por brujerías y hechicerías contra indias y negras que ha sido analizado por Carlos Garcés[247] en un trabajo referido a este espacio andino argentino. Para otras investigaciones centradas en Atacama y Ecuador, recogemos la cita de Adolfo Luis González[248], en un artículo donde analiza un juicio de brujería en Santiago del Estero, fechado en 1761.
La temática, también, ha sido examinada a fondo por Judith Farberman[249] en dos ensayos, en los que resalta los discursos de género en la respuesta social y expone un imaginario mágico popular de contenido hispano-indígena, que revela mentalidades y actuaciones judiciales alejadas de los modelos andinos de las extirpaciones y de la caza de brujas europea. En la medida que se subraya no el enjuiciamiento invidual sino el de los colectivos de brujas, construidos estos, entoncés, con los elementos de una cultura mestiza, híbrida, desvelada a través de los sumarios de hechizos imposibles, pactos con el diablo y el aquelarre que llamaron la salamanca.
Por último, en lo que a las instituciones femeninas se refiere, las investigaciones sobre el Perú virreinal han sido menores que las dedicadas a la colonia novohispana, y no conocemos ninguna diferenciada sobre las indígenas. No obstante, un conjunto de buenos trabajos enfocados desde categorías del mestizaje es la mejor guía para destacar el segundo plano en el que se documenta a las mujeres indias. Así, Kathyn Bums[250] observa el papel jugado por conventos como el de Santa Clara de Cuzco en la economía espiritual. Economía estructurada sobre una red de relaciones jerárquicas que favoreció la hispanización de la élite indígena y mestiza cuzqueña, proceso en el cual fue esencial la acogida de las hijas de la aquellas aristocracias.
Nancy E van Deusen[251], que ha desarrollado una interesante línea de exploración sobre las mentalidades y los recogimientos, también señala visiones parciales de las indias. Fragmentos de información que para el recogimiento de Santiago de Chile proporciona Patricia Peña[252]. Apuntes, en cualquier caso, de lo que a todas luces es una investigación pendiente sobre aquellas instituciones de acogida: “…casas donde las indias solteras pudieran recogerse por las noches a fin de evitar amacebamientos, y deshoneftidades...”; como rezaba el mandato de la Recopilación de Leyes de Indias, de 1680, y citado por Patricia Peña en su artículo.
[1] Con la colaboración de Celia Parcero Torre.
[2] Centro de Estudios la Mujer en la Historia América Latina, dirigido por Sara Beatriz Guardia. Es obligado en esta primera nota que conste nuestro agradecimiento a la directora de CEMHAL que nos dedicó paciencia, confianza y sugerencias indispensables para este estudio. Agradecimiento que hacemos extensivo a la decisiva ayuda y apoyo de Blanca López de Mariscal, Marina Alfonso Mola y Margarita Alvárez Martín. También a las generosa respuesta que recibimos de Justina Sarabia Viejo y Carmen Lloret Miserachs, así como a la contribución de José Manuel Simón Sánchez, traductor de los textos en inglés.
[3] M. T. Díez Martín, “Perspectivas historiográficas: mujeres indias en la sociedad colonial hispanoamericana” en Sara Beatriz Guardia (Ed.) Escritura de la historia de las mujeres en América Latina. El retorno de las diosas, Ed. Minerva, Lima, 2005. En España fue publicado el mismo artículo en Tiempo y Forma, Revista de Historia Moderna, UNED, nº 17 (2004), pp. 215- 253.
[4] .- Para el contexto historiográfico general ha sido esencial: Marina Alfonso Mola, La América virreinal: del encuentro de culturas a la identidad criolla, Guía Didáctica, Servicio Publicaciones UNED, Madrid. 2002.
[5] .- Una limitación menos voluntaria es la escasa disponibilidad de bibliografía especializada en los fondos editoriales españoles, un déficit que, inexplicablemente, se repite en las bibliotecas universitarias.
[6] .- Sobre estas cuestiones un artículo muy claro es el de Isabel Morant Deusa, “Mujeres e Historia: Innovaciones y confrontaciones”, en C. Barros (ed.), Historia a Debate, Vol. III, A Coruña, 2000, pp. 293-304.
[7].- Lola Luna, “La historia feminista del género y la cuestión del sujeto”, BA, nº 52 (2002), pp. 105-122. El mismo artículo [en línea], Mujeres en Red, < http://www.mujeresenred.net/f-lola_luna-sujeto.html > [ Consulta: 12-12-2002].
[8] .- Es una cita obligada la del muy conocido, y ya emblemático, artículo que en 1986* publicara Joan W. Scott en inglés: “ El Género. Una categoría útil para el análisis histórico”, en J. Amelang y M. Nash (eds.), Historia y Género: Las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea, Alfons el Magnánim, Valencia, 1990, pp. 23-56.
*De aquí en adelante, se señalará entre paréntesis con asterisco la fecha de la edición original en inglés, tanto de libros como de artículos. Las primeras ediciones en castellano se marcarán entre corchetes con asterisco. Las ediciones en otros idiomas se especificarán expresamente.
[9] .- Sobre historiografía, género y su desarrollo en Iberoamérica, es particularmente útil el trabajo de Anne Pérotin-Dumon, El género en historia [en línea], Santiago de Chile, 2000, University of London. Institute of Latin American Studies. [Consulta: 15-2- 2002].
[10]..- Véase la reflexión que al respecto hacía a finales de los años ochenta Julia TuÑÓn Pablos, “La problemática para reconstruir la historia de la mujer en México”, en P. Galeana de Valadés (comp.), Seminario sobre la participación de la mujer en la vida nacional, UNAM, México, 1989, pp. 71-79. Y en el mismo sentido, pero en un texto más reciente, se expresa Sonia Montecino, Palabra dicha. Escritos sobre el género, identidades y mestizaje [en línea] [194 pp.], 1997, Facultad de Ciencias Sociales. Univ. de Chile,, [Consulta: 3-8-2002]
[11] .- Al menos hacia la parte más importante de esas propuestas que incidieron en la investigación, y al margen de las controversias entre modernidad/ postmodernidad en Iberoamérica, que la necesaria síntesis de esta exposición obligan a obviar.
[12] .- El trabajo historiográfico de Sueann Caulfield, aborda con precisión las mutuas influencias entre las escuelas historiográficas estadounidenses e iberoamericanas, “The History of Gender in the Historiography of Latin America”, HAHR, 81:3-4 ( 2001), pp. 449-490. Otros aspectos de la historiografía estadounidense en Virginia M. Bouvier, "Los alcances de la historiografía: La mujer y conquista de América", en Juan Andreo y Sara Beatriz Guardia (eds.), Historia de las mujeres en América Latina, CEMHAL, Univ. de Murcia-Fundación Séneca, Murcia, 2002, pp. 111-133.
[13].- Unas interesantes reflexiones al respecto en Gisela Bock: “La historia de las mujeres y la historia del género: aspectos de un debate internacional” [en línea], en Historia Social, nº 9 (1991), pp. 55-78, Web Cholonautas, [Consulta: 3-3-2002]. Otras destacables consideraciones son las de Mª Victoria López- Cordón Cortezo, “Problemas teóricos y modelos prácticos de la integración académica de la historia de las mujeres”, en Los estudios sobre la mujer: De la investigación a la docencia. Actas de las VIII jornadas de investigación interdisciplinaria, Instituto Universitario de Estudios de la Mujer, UAM, Madrid 1991, pp. 549- 571.
[14] .- Por otra parte, un legítimo objetivo de la antropología que aún hoy se encuentra reforzado, en buena parte, por la influencia del estructuralismo y del marxismo, escuelas que potenciaron la articulación de un pasado indígena magnificado en su estatismo intemporal.
[15] .- Al respecto de esta reflexión abunda en un claro artículo Jacques Poloni-Simard, “Historia de los indios en los Andes, los indígenas en la historiografía andina: Análisis y propuestas” [en línea], Anuario del IEHS (Tandil-Argentine), nº 15 (2000), pp. 87-100, Nuevo Mundo. Mundos Nuevos.CERMA, < http://www.ehess.fr/cerma/Revue/bac.html > [ Consulta: 10-10 -2002]. En un tono más agrio se expresa Henrique Urbano, “Historia y etnohistoria andinas”, en RA, , nº 17 (jul. 1991), pp. 123-163.
[16] .- Sobre esta evolución y su valoración en diferentes países: Gloria Bonder (ed.), Estudios de la mujer en América Latina [en línea], Colección Interamer, nº 66, OEA, Website de AICD, [Consulta: 5-5-2002]; Loreto Rebolledo, “Balance del Desarrollo de los Estudios e Investigaciones sobre Mujer y Género en la Universidad” [en línea], EXCERPTA, nº 2, Colección de Ciencias Sociales, Univ. de Chile, (abr.1996), Web Cholonautas, [Consulta: 5-5-2002].
[17] .- Pilar Alberti Manzanares, “ La mujer indígena americana”, en RI, Vol. IL, nº 187 (1989), pp. 683-690.
[18] .- José Alcina Franch, “Los estudios antropológicos en la Revista de Indias”, en RI, Vol. IL, nº 187 (1989), pp. 627-642.
[19].- Sobre la evolución de la historiografía española viene realizando sendos balances Carlos BARROS: “Historia de las mentalidades. Posibilidades actuales” [en línea], Problemas actuales de la historia. Terceras Jornadas de Estudios Históricos, Salamanca, Universidad, 1993, pp. 49-67, y “La historia que queremos” [en línea], Revista de Historia Jerónimo Zurita, nº 71 (1995), pp. 309-345, Web Carlos Barros, < http://www.cbarros.com> [Consulta: 2-1-2002].
[20] .- Entre la multitud de reflexiones sobre el indigenismo americano sugerimos la consulta de un texto reciente: Miguel León-Portilla (coord.), Motivos de la antropología americanista. Indagaciones en la diferencia, FCE, México, 2001. Los ensayos de esta obra colectiva son, en general, válidos para una revisión actualizada de las particularidades de la antropología y el indigenismo americano, sus relaciones con el poder político, sus aspectos históricos, y la referencia de la antropología social feminista a través del artículo de June Nash incluido en esta edición y que comentamos más adelante: “Dialéctica del género y proceso laboral en la América de la preconquista, la colonial y la contemporánea”, pp. 199-232.
[21] .- Por una cuestión de espacio se han omitido las citas de obras suficientemente conocidas y de fácil localización, como es el caso, entre otros, de la obra de José Vasconcelos, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Mariátegui, Foucault, o la de los cronistas coloniales.
[22].- Sobre la capacidad de historificación del mito véase Gregorio Recondo, Identidad Integración y Creación Cultural en América Latina, Belgrano, Buenos Aires, 1997.
[23].- Carmen RAMOS ESCANDÓN, “Quinientos años de olvido: historiografía e historia de la mujer en México”, en Secuencia, nº 36 (Sept- dic. 1996), pp. 121-149.
[24].- Algunos de estos títulos son de por sí descriptivos de su contenido: Federico Gómez de Orozco, Doña Marina: la dama de la conquista, Xochitl, México, 1942; Felipe González Ruiz, Doña Marina: la india que amó a Hernán Cortés, Morata, Madrid, 1944; Mariano Somonte G, Doña Marina, “La Malinche”, México, 1964.
[25] .- C. RAMOS ESCANDÓN, “Quinientos años de olvido..., ( la referencia en p. 131).
[26].- Asunción LAVRIN, “Investigación sobre la mujer de la colonia en México”, en A. Lavrin (comp.), Las mujeres latinoamericanas. Perspectivas históricas, FCE, México, 1985 (*1978), pp. 33-73 (la referencia en p. 33).
[27] .- Las referencias se dispersaban en obras como la de Richard Konetzke desde el enfoque del mestizaje, o las del padre de la etnohistoria mexicana Charles Gibson. Perspectivas más renovadoras fueron las de M. León Portilla, o las de James Lockhart, cuando historiaba por primera vez a las indias del común en los primeros pasos de historia social: El mundo hispanoperuano, 1532-1560, FCE, México, 1982 (*1968)
[28].- Josefina MURIEL: “El convento de Corpus Christi de México. Institución para indias Caciques”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, II, 7 (México, 1941); Las indias caciques del Corpus Christi, Instituto de Historia, Series Históricas, nº 6, UNAM, México, 1963; y Conventos de monjas en la Nueva España, Santiago, México, 1946. Véanse los comentarios sobre la misma autora más adelante, en el apartado sobre las instituciones.
[29] .- En lo que Le Golff llamó la revolución de los documentos: Jacques Le Goff, El orden de la memoria. El tiempo como imaginario, Paidós (Paidós Básica 51), Barcelona-Buenos Aires, 1991 (1ª edición en italiano 1977).
[30].- A. LAVRIN (comp.), Las mujeres...,
[31] .- Ejemplos significativos de los análisis marxistas renovados son las obras de Luis Vitale, Historia y sociología de la mujer latinoamericana, Fontanamara, Barcelona, 1981, y La mitad Invisible de la Historia. El protagonismo social de la mujer latinoamericana [en línea], Sudamericana/Planeta, Buenos Aires, 1987, Biblioteca Digital de la Universidad de Chile [Consulta: 5-10-2002]
[32].- Elsa Muñiz, “La antropología feminista en México” [en línea] Memoria, nº 168, CEMOS (Febr. 2003), Memoria [Consulta: 5-5-2002]
[33] .- Por una cuestión de espacio no citaremos aquí la fundamental serie bibliográfica de este Seminario, por otra parte de sobra conocida. No obstante, más adelante se especifican algunos de sus títulos requeridos por las diferentes temáticas que tratamos.
[34] .- Una línea temática desarrollada en la década de los ochenta por Pilar Gonzalbo AIZPURU, Las mujeres en Nueva España; educación y vida cotidiana, ECM, México, 1987, y “Tradición y cultura en la educación femenina del siglo XVI”, en C. Ramos Escandón, (comp.), Presencia y transparencia: La mujer en la historia de México, ECM, México, 1987, pp. 33-60. Valgan estas referencias concretas para nuestro tema como una aviso de la amplia investigación que esta autora ha dedicado a la educación indígena colonial.
[35].- J. Tuñón Pablos, Mujeres en México. Una historia olvidada, Planeta, México, 1987. Otro texto importante del momento es el de C. Ramos Escandón, (comp.), Presencia..., además de P. Gonzalbo Aizpuru, en esta obra colectiva la temática sobre las mujeres prehispánicas y coloniales fue tratada por: María de J. Rodríguez -Shadow, y S. Alberro.
[36] .- Marcela Tostado Gutiérrez, El álbum de la mujer. Antología ilustrada de las mexicanas “Volumen II. Época colonial”, INAH, México, 1991
[37].- J. MURIEL, Las mujeres de Hispanoamérica. Época colonial, Mafre, Madrid, 1992.
[38] .- Teresita Hernández y Clara Murguialday, Mujeres indígenas de ayer y hoy. Aportes para la discusión desde una perspectiva de género, Talasa, Madrid, 1992.
[39] .- Marysa Navarro, Virginia Sánchez Korrol y Kecia Ali, Women in Latin America and the Caribbean: Restoring Women to History, Indiana Univ. Press, Bloomington, 1999.
[40] .- Susan M. Socolow, The women of colonial Latin America, Cambridge Univ. Press, Cambridge-New York, 2000. En este libro es apreciable la completa relación bibliográfica.
[41] .- Patricia Seed, “Colonial and postcolonial discourse”, en LARR, nº 26:3 (1991), pp. 181-200.
[42] .- Ann Pescatello (ed), Female and Male in Latin America, Univ. of Pittsburg Press, Pittsburg, 1973, y también como editora en Power and Pawn: The Female in Iberian Families, Society and Culture, Greenwich Press, Westport. 1976.
[43] .- Eleanor Burke Leacock, “Montagnais women and the Jesuit program for colonization”, en M. Etienne y E. B. Leacok (eds.), Women and Colonization: Anthropological Perspectives, Book Praeger Publishers, New Cork, 1980, pp. 25-42. En esta misma compilación publicaba J. Nash la versión original en inglés de un artículo traducido al castellano bajo el título de: “Mujeres Aztecas: la transición de status a clase en el Imperio y la Colonia”, en V. Stolcke (ed), Mujeres invadidas (Colección Cuadernos inacabados nº 12), HORAS y HORAS, Madrid, 1993, pp. 11-28. También J. NASH con el mismo esquema analítico: “Estudios de género en Latinoamérica”, en Mesoamérica, nº 23 (Jun.1992), pp.1-22; Bajo la mirada de los antepasados: creencias y comportamientos en una comunidad maya, Instituto Indigenista Interamericano, México, 1975 (*1970); “The aztecs and the ideology of male dominance”, en Signs: Journal of women in culture and society, 4: 2 (1978), pp. 349-362.
[44] .- Iris Blanco, “Mujer en los albores de la conquista de Mexico” [en línea], en Aztlán, Vol. 11, nº 2 (1980), pp. 249-270, Social Sciences at UCLA, [ Consulta: 8-7-2002].
[45] .- Inga Clendinnen, “Las mujeres mayas yucatecas y la conquista española: rol y ritual en la reconstrucción histórica” (*1982), en V. Stolcke, Mujeres invadidas..., pp.93-118, y Aztecs an interpretation, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 1991.
[46] .- Stephanie Wood, “Rural Nahua Women under Spanish Colonization: The Late-Colonial Toluca Valley”, en Mesoamerican and Chicano Art, Culture, and Identity, Willamette Journal of the Liberal Arts, Supplemental Series 6 (1994), pp. 78-103, y “Sexual Violation in the Conquest of the Americas”, en Merril D. Smith (ed.), Sex and Sexuality in Early Americ, New York University Press, New York, 1998, pp. 9-34.
[47] .- Entre otros importantes trabajos de Susan Kellogg, citamos: “Aztec women in early colonial courts: Structure and Strategy in a Legal Context,”, en R. Spores y R. Hassig (eds.), 5 Centuries of Law and Politics in Central Mexico, Vanderbilt Univ. Publications in Anthropology, Nashville, 1984, pp. 25-38, y Law and the transformation of Aztec culture, 1500-1700, Univ. of Oklahoma Press, Norman, 1995.
[48] .- Diferencias que tienen como referente el macrodebate antropológico y de la teórica feminista sobre las categorías biológicas universales.
[49] .- M. León- Portilla, Visión de los vencidos: relaciones indígenas de la conquista, UNAM, México, 1998 [*1959].
[50] .- Véase, a modo de resumen, sobre la evolución de los estudios lingüísticos en la historia social la introducción de J. Lockhart, en Los nahuas después de la conquista, FCE, México, 1999 (*1992)
[51] .- Una ampliación de la polémica y de los investigadores/as implicadas en ella puede consultarse en el capítulo primero del libro de M. J. RODRÍGUEZ- Shadow, La mujer azteca, UAEM, México, 2000 [*1988].
[52] .- Por otra parte, esta línea interpretativa, que se contempla en el estudio de todas las sociedades prehispánicas, justifica las teorías del matriarcado.
[53].- Noemí Quezada: Amor y magia amorosa entre los aztecas: supervivencias en el México colonial, IIA-UNAM, México, 1975; “Sexualidad y magia en la mujer novohispana: siglo XVIII”, Anales de Antropología, nº 26, 1989, pp. 261-295; Sexualidad, amor y erotismo. México Prehispánico y México Colonial, Plaza y Valdés, UNAM, México, 1996.
[54] .- Susan Schoeder, S. Wood y Robert Haskett (eds.), Indian Women of Early Mexico, Univ. of Oklahoma Press, Norman- London, 1997.
[55] .- Un comentario sobre estos ensayos y que recoge la polémica es el de M. J. Rodríguez- Shadow, en Mesoamérica, nº 38 (Dic.1999), pp. 179-184.
[56] .- También, en 1990 y 1992 corroboraban el patriarcado azteca los trabajos de Carmen Lloret Miserach, en una de las escasas aportaciones al tema que se hicieron en España a comienzos de los años noventa, La mujer en el mundo azteca, Cuadernos de Investigación Histórica, nº 13, Seminario Cisneros, Madrid, 1990, y “Estudio comparativo de las sociedades española y mexicana a principios del siglo XVI, a través de la mujer” IX Congreso Internacional de Historia de América (AHILA), AHILA, Sevilla, 1992.
[57].- M. J. Rodríguez Shadow, La mujer azteca....,.
[58] .- Un comentario crítico sobre este trabajo realizado por S. Kellogg en Mesoamérica, nº 39 (jun. 2000), pp.472-473.
[59] .- M. J. Rodríguez-Shadow y Robert D. ShAdow, “Las mujeres aztecas y las españolas en los siglos XVI y XVII: análisis comparativo de la literatura social”, CLAHR,, 5:1 (1996), pp. 21-46, y “Las mujeres en la sociedad azteca y española en las crónicas y la literatura de los siglos XVI y XVII”, en Antropología, INAH, 45:3-12 (1997), pp.3-12.
[60] .- Al respecto, es ilustrativa la revisión historiográfica de Sergio Raúl Arroyo García, “Entre mentes y corazones. El papel de algunos estudios sobre mito y cosmogonía en la historia y la antropología mexicanas (1987-1993)”, en K. Kohut y S. V. Rose (eds.), Pensamiento europeo y cultura colonial, (teci), Vervuert- Iberoamericana, Frankfurt-Madrid, 1997, pp. 280-293.
[61] .- A los que se pueden añadir Sarah Cline, The Book of Tributes. Early Sixteenth-Century Nahuatl Censures from Morelos, Univ. of California-LASC Press, Los Angeles, 1993. La dimensión religiosa del trabajo femenino tratada por Louise M. Burkhart, “Mujeres mexicas en el frente del hogar: trabajo doméstico y religión en el México azteca” Mesoamerica, XXIII (1992), pp. 23-54. Otras aportaciones y una completa relación bibliográfica en Steve J. Stern, La historia secreta del género. Mujeres, hombres y poder en México en las postrimerías del periodo colonial, FCE, México, 1999 (*1995).
[62] .- Silvia Marina Arrom, Las mujeres en la ciudad de México. 1790-1856, Siglo XXI, España, 1988 (*1985).
[63] .- Un intento de síntesis comparada, de paupérrima traducción al castellano, realizado por J. NASH, en M. León Portilla, Motivos…Y una síntesis teórico-marxista del conjunto en L. Vitale, Historia y sociología...
[64] .- Margaret Villanueva, “From Calpixqui to Corregidor: Appropriation of women’s cotton textile production in Early Colonial Mexico”, en LAP, 12, nº 1 (1985), pp. 17-40.
[65] .- C. RAMOS ESCANDÓN, “La diferencia del género en el trabajo textil mexicano en la época colonial”, en BA, nº50 (2000), pp. 243-265.
[66] .- J. Nash, Bajo …
[67] .- Beatriz Castilla RAMOS y Alejandra García Quintanilla, “El Yucatán colonial: mujeres, telares, y paties” en Revista de la Univ. de Yucatán, 23:133 (ene.-febr.1981), pp. 146-163.
[68] .- I. Clendinnen,. "Las mujeres mayas...
[69].- Nancy M. Farris, La sociedad maya bajo el dominio colonial, Alianza Editorial, Madrid, 1992 (*1984).
[70] .- María Espejo-Ponce Hunt y Matthew Restall, “Work, marriage, and status: maya women of colonial Yucatan”, en S. Schoeder et al, Indian…, pp. 231-253, y M. Restall, “He Wished it in Vain. Subordination and Resistance among maya women in Post-Conquest Yucatan”, en K. Gosner y D. E. Kanter (eds), en Ethnohistory, (Special Issue: Women, Power, and Resistance in Colonial Mesoamerica), 42:4 (1995), pp. 577-594.
[71].- D. E. Kanter, “Native female land tenure and its decline Mexico, 1750-1900”, Ethnohistory 42…, pp. 607-616.
[72] .- S. Schoeder et al, Indian…
[73].- Otra muestra de diferentes propuestas metodológicas en la utilización de los testamentos como fuentes históricas es la compilación de S. Kellogg, y Matthew Restall (eds.), Dead Giveaways: Indigenous Testaments of Colonial Mesoamérica and the Andes, Univ. of Utah Press, Salt Lake City, 1998. Destacamos en esta obra el artículo de S. Kellogg, “Indigenous Testaments of Early-Colonial Mexico City Testifying to Gender Differences”, pp. 37-58, un estudio sobre las últimas voluntades de dos mujeres nahuas.
[74] .- Los trabajos de estos autores en S. Schoeder et al, Indian…,: S. Kellogg, “From parallel and equivalent to separate but unequal: tenochca mexica women, 1500-1700”, pp. 123-143; S. Wood, “Matters of life at death: Nahuatl testaments of rural women 1589-1801”, pp. 165-182; Ronald. Spores. “Mixteca cacicas: status, wealth, and the political accommodation of native elite women in early colonial”, pp. 185-197; M. Espejo-Ponce Hunt y M. Restall, “Work… ; Susan Deeds, “Double Jeopardy: Indian women in Jesuit Mission of Nueva Vizcaya”, pp. 255-272; y L. M. Burkhar, “Mexica...
[75] .- Juan Javier Pescador, “Vanishing Woman: Female Migration and Ethnic Identity in Late-Colonial Mexico City,” Ethnohistory, 42:4 (1995), pp.617-626.
[76].- S. M. Socolow, “Women and Migration in Colonial Latin America” [en línea], en, M. Anore Horton (ed.), New Perspectives on Women and Migration in Colonial Latin America, PLAS, Cuadernos, nº 4 (2001), pp. 1-20, Princeton University, [Consulta: 5-5-2002]
[77] .- William B. TAYLOR, Embriaguez homicidio y rebelión en las poblaciones coloniales, FCE, México, 1987 (*1979). La obra de Taylor es igualmente el punto de partida de una línea de investigación que propone S. Wood, “Gender and town guardianship in Mesoamerica directions for future research”, Journal de la Société des Américanistes, 84:2 (1998), pp. 243-276. La autora, pretende indagar si las expresiones públicas de violencia y el temple contestatario de las mujeres indígenas obedecían a patrones culturales prehispánicos, aquellos que otorgaban a las mujeres el papel de protectoras de sus comunidades.
[78] .- S.J. Stern, La historia secreta...
[79] .- S. Schoeder et al, Indian …
[80] .- Robert HasketT, “ Activist or adulteress?. The life and struggle of doña Josefa María of Tepoztlan”, en S. Schoeder et al, Indian ..., pp. 145-163.
[81].- Kevin Gosner, “ Women rebellion, and the moral economy of maya peasants in Colonial Mexico”, en S. Schoeder et al, Indian…, pp. 217-230. Los trabajos sobre las mujeres mayas de K. Gosner remiten a las propuestas de su obra fundamental: Soldiers of the Virgin: The Moral Economy of a Colonial Maya Rebellion, Univ. of Arizona Press, Tucson, 1992. También, de interés para nuestro tema es el siguiente artículo del mismo autor: “Women in the Tzeltal Revolt: Reflections on Gender and the maya moral economy”, Tercer Congreso Internacional de Mayistas (Memoria 1995), UNAM-Univ. de Quintana Roo, México, 2002, pp. 788-798.
[82] .- Juan Pedro Viqueira Albán,. María de la Candelaria: india natural de Cancuc, FCE, México, 1993
[83].- Sobre estos temas son imprescindibles: Daisy Ripodas Ardanaz, El matrimonio en Indias. Realidad social y regulación jurídica, FECID, Buenos Aires, 1977, y S. M. Arrom, Las mujeres... Los trabajos de S. Kellogg, específicamente centrados en las mujeres indias, son una referencia precisa en lo que se refiere a la incidencia de las leyes coloniales en las estructuras mexicas de la propiedad y herencia desde la perspectiva de género. Y sobre el significado de las disposiciones racistas en la normativa sobre el matrimonio y la legitimidad se ha expresado Verena. Stolcke, “Mujeres invadidas. La sangre de la conquista de América”, en V. Stolcke, Mujeres invadidas…, pp. 29-45. Por último, las indispensables aportaciones de A. Lavrin entre las que destacamos: A. LAVRIN y Edith Couturier, “Dowries and Wills: A View of Women’s Socioeconomic Role in Colonial Guadalajara and Puebla, 1640-1790”, en HAHR, 59:2 (1979), pp. 280-304, y A. Lavrin (ed), Sexuality and marriage in colonial Latin America, Univ.of Nebraska Press, Lincoln,1989 Aunque esta primera versión en inglés es la que hemos utilizado, citamos, por su importancia, la edición en castellano: Sexualidad y matrimonio en la América hispánica: siglos XVI-XVIII, Conaculta-Grijalbo, México, 1991.
[84].- Resaltamos la adjetivación con la intención de distinguir una filosofía del hispanismo más reciente que apuesta por un dialogo intercultural, crítico con las posturas esencialistas e impulsor de un espacio de identidad común.
[85].- J. MURIEL, Las indias caciques...
[86].- Ann Miriam Gallagher, “Las monjas indígenas del Monasterio del Corpus Christi de la Ciudad de México”, en A. Lavrin (comp.), Las mujeres latinoamericanas…, pp. 177-201.
[87] .- El texto es el extracto de una tesis de doctorado más amplia, fundamentada para el Corpus Christi en las fuentes documentales del archivo del mismo convento, vetado a las investigaciones laicas: The Family Background of the Nuns two Monasteries in Colonial México: Santa Clara de Querétaro and Corpus Christi of Mexico City (1724- 1822), Catholic Univ. of America, 1972.
[88] .- Justina Sarabia Viejo, “Monacato femenino y problemática indígena en la Nueva España”, en I Congreso Internacional El monacato femenino en España, América y Portugal 1492-1992, Univ. de León, León, 1993, pp. 173-185, y “La Concepción y Corpus Christi: Raza y vida conventual femenina en México, siglo XVIII”, en Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano, T. II: Mujeres, instituciones y culto a María, UIA-INAH-CONDUMEX, México, 1994, pp. 15-27.
[89] .- Luisa Zahino Peñaflor, “La fundación del convento para indias cacicas de Nuestra Señora de los Ángeles de Oxaca”, en Memoria del II Congreso Internacional El Monacato Femenino en el Imperio Español (Monasterios, beaterios, recogimientos y colegios), Condumex, México, 1995, pp. 331-337
[90] .- Ascensión Baeza Martín, “Rechazo a la admisión de tres Criollas en el convento de monjas indígenas del Corpus Christi de México en 1742”, en IX Congreso Internacional de Historia de América, (AEA) Junta de Extremadura, Mérida, 2002, pp. 235-245.
[91] .- Elisa Sampson Vera Tudela, “Fashioning a Cacique nun: From Saints´Liver to Indian Lives in the Spanish Americas” [en línea], en Gender&History, Vol.9, nº 2 (Ag. 1997), pp. 171-200, Univ. of Notre Dame [ Consulta: 15-11-2002], y Colonial Angels: Narratives of Gender and Spirituality in Mexico, 1580-1750, Univ. of Texas, Austin, 1999. Otra aportación desde el campo de los Estudios literarios es el artículo de Mariselle Meléndez, “El perfil económico de la identidad racial en los Apuntes de las indias caciques del Convento de Corpus Christi”, RCLL, 23:46 (1997), p. 115-133.
[92] .- A. LAVRIN, “Indian Bridges of Christ: Creating New Spaces for Indigenous Women in New Spain”, en Mexican Studies, 15: 2 (1999), p 225-260.
[93] .- J. MURIEL, Los recogimientos de mujeres: respuesta a una problemática social novohispana, UNAM, México, 1974; y P. Gonzalbo Aizpuru, “Reffugium Virginum. Beneficencia y educación en los colegios y conventos novohispanos”, en Memoria II Congr .Inter. El monacato ..., pp. 429-441.
[94] .- P. Gonzalbo Aizpuru, “ Tradición..., y Las mujeres en Nueva España... Otra visión, no coincidente con la de P. Gonzalbo Aizpuru respecto a los valores de la enseñanza femenina colonial, es la de J. MURIEL, La sociedad novohispana y sus colegios de niñas, UNAM, México, 1995.
[95] .- Dorothy Tranck de Estrada, Pueblos de Indios y educación en el México colonial, 1750-1821, Colmes- CEH, México, 2000. De la misma autora en prensa al cierre de este trabajo: “ Escuelas, colegios y conventos para niñas y mujeres indígenas en el siglo XVIII”, en Arredondo, Adelina (ed.), La educación femenina en México.
[96] .- A. LAVRIN (ed), Sexuality... Algunos artículos de esta compilación [en línea] A. Pérotin-Dumon, El género... Otros dos títulos son fundamentales: P. Seed, Amar, honrar y obedecer en el México colonial. Conflictos en torno a la elección matrimonial, 1574-1821, Alianza, México, 1991 (*1988), y, Jonson Lyman y Sonya Lipsett-Rivera, The faces of Honor: Sex, Shame, and Violence in Colonial Latin America, Univ. of New Mexico Press, Albuquerque, 1998.
[97] .- Serge Gruzinski, “Individualization and acculturation: Confession among the Nahuas of Mexico from the sixteenth to the eighteenth century” en A. Lavrin (ed), Sexuality..., pp. 96-117.
[98] .- Familia, Matrimonio y Sexualidad en Nueva España Memoria del I Simposio de Historia de las Mentalidades, FCE, México, 1982; Familia y poder en Nueva España. Memoria del III Simposio de Historia de las Mentalidades, INAH, México, 1991.
[99] P. Gonzalbo AIZPURU: (coord.), Familias novohispanas siglos XVI al XIX,, ECM, México, 1991; P. Gonzalbo AIZPURU y Cecilia Rabell Romero (coord.), Familia y vida privada en la Historia de Iberoamérica, ECM- UAM, México, 1996; y Familia y orden colonial, México, ECM, México, 1998.
[100] .- Para una exposición metodológica sobre familias y género en México, con una completa bibliografía ver Robert McCaa, “Families and Gender in Mexico: a Methodological Critique and Research Challenge for the End of the Millennium “ [en línea] Univ. of Minnesota, Department of History, [Consulta: 4-4-2002].
[101] .- Pedro Carrasco, “Indian-Spanish Marriages in the First Century of the Colony”, en S. Schoeder et al, Indian…, pp. 87-104.
[102] .- Una selección bibliográfica de P. Carrasco y S. Cline se recoge en el citado ensayo de McCaa.
[103] .- Entre otros muchos trabajos sobre la familia realizados por Elsa Malvido, citamos el siguiente: “El abandono de los hijos: una forma de control del tamaño de la familia y del trabajo indígena, Tula, 1683-1830”, HM. 29, nº 4 (1980), pp.521-561.
[104] .- A. LAVRIN, “Sexuality in colonial Mexico:A Church dilemma”, en A. Lavrin (ed), Sexuality..., pp.47-95.
[105].- S. Gruzinski, en A. Lavrin (ed), Sexuality..., entre otros muchos ensayos de Gruzinski referidos al tema: “Matrimonio y sexualidad en México y Texcoco en los albores de la conquista o la pluralidad de los discursos”, en S. Alberro (ed.), La Actividad del Santo Oficio de la Inquisición en Nueva España, 1571-1700, INAH, México, 1981, pp. 19-74.
[106] .- Del pecado asumido a la autoinculpación en el tribunal inquisitorial, un tema explorado por Jorge Klor de Alva, “Colonizing Souls: The Failure of the Indian Inquisition and the Rise of Penitential Discipline”, en M. E. Perry y A. J. Cruz (eds.), Cultural Encounters. The Impact of the Inquisition in Spain and the New World, Univ. of California Press, Berkeley, 1991, pp. 3-22.
[107] .- J. P. Viqueira albán, “Matrimonio y sexualidad en los confesionarios en lenguas indígenas”, en Cuicuilco, nº 12, IV época, (1984), pp.27-37; Jorge René González Marmolejo, Sexo y Confesión, INAH-Plaza y Valdés, México, 2002; Martine Azoulai, en ALL, Vol. 13, (1983) y CHELA, nº 2 (1987); y desde el análisis literario, Colleen Ebacher, “No me veo en su discurso: El confesionario colonial y la construcción de la sexualidad femenina”, en G. Ilarregui (ed) Femenino plural: la locura, la enfermedad, el cuerpo en las escritoras hispanoamericanas. Ensayos contra el margen, Alexandria VA :Los signos del tiempo, Virginia, 2000.
[108] .- Para una caracterización del contexto historiográfico sobre la sexualidad, son útiles los trabajos de: Lourdes Villafuerte, “Los estudios del seminario de historia de las mentalidades sobre la sexualidad”, y Carmen Castañeda, “Historia de la sexualidad. Investigaciones del período colonial”, en I. Szasz y S. Lerner (comp), Sexualidades en México. Algunas aproximaciones desde la perspectiva de las ciencias sociales, ECM, México, 1998. El discurso religioso-literario de la sexualidad y el matrimonio dirigido a las mujeres mayas ha sido tratado por Wilbert Pinto y Landy Santana, “La mujer maya del XIX, según el cristal..., en L. .A. Ramírez Carrillo (ed), Género y Cambio Social en Yucatán. (Tratados y Memorias de Investigación UCS 2), Univ. Autónoma de Yucatán, Mérida, 1995, pp. 169-182.
[109] .- A. LAVRIN, “Sexuality in colonial...
[110] .- S.Ortega Noriega (comp), De la santidad a la perversión, o porqué no se cumplía la Ley de Dios en la sociedad novohispana, Grijalbo, México, 1985
[111] Estrella Figueras Vallés, “Pervertiendo” el orden del santo matrimonio. Bígamas en México: s. XVI-XVII,[en línea][436 p.], Publicacions UB, Barcelona, 2003, Les publicacions de la Universitat de Barcelona, Tesis doctorales en Red [Consulta: 15- XI-2003]
[112] .- Ramón A Gutiérrez, Cuando Jesús llegó, las madres del maíz se fueron: matrimonio, sexualidad y poder en Nuevo México, 1500-1846, FCE, México, 1993 (*1991), y “Honor, Ideology, Marriage Negotiation and Class-Gender Domination in New Mexico 1690-1846”, en LAP, Vol. 12 (1985), pp. 81-104.
[113] .- S. Cline, “The Spiritual Conquest Reexamined: Baptism and Christian Marriage in Early Sixteenth-Century Mexico”, en HAHR, Vol. 73, (1993), pp. 453-480.
[114] .- Rebecca Overmyer-Velázquez, “Christian Morality Revealed in New Spain: The Inimical Woman in Book Ten of the Florentine Codex” [en línea] en Journal of Women´s History, Vol. 10, nº 2 (1998), pp. 9-37, Journals, Indiana Univ. Press, [Consulta: 8-IX-2002]
[115] .- L. M. Burkhart, “ Gender in Nahuatl Texts of the Early Colonial Period: Native Tradition and the Dialogue with Christianity” [en línea], en C. F. Klein (ed.), Gender in Pre-hispanic America, Dumbarton Oaks-Harvard Univ, Washington, D.C, 2001a, pp.87-107, Dumbarton Oaks Electronic Texts, [Consulta: 8-IX-2002]. En este mismo trabajo se recoge la bibliografía de la autora sobre el tema. Destacamos por su interés otra publicación de L. M. Burkhart, en la que analiza la construcción del ideario mariano y su funcionalidad como instrumento de poder sobre las colectividades indígenas coloniales: Before Guadalupe: The Virgen Mary in Early Colonial Nahuatl (IMS Monograph Series, nº 13), Univ. of Texas Press, Austin, 2001b.
[116] .- N. Quezada, Amor...
[117] .- S.J. Stern, La historia secreta... Más apreciaciones sobre el tema en W. B. TAYLOR, Embriaguez…, en Seminario de Historia de las mentalidades. Amor y desamor. Vivencias de parejas en la sociedad novohispana, Conaculta -INAH. México, 1999, [2ª edición]. Otras aportaciones en Felipe Castro Gutiérrez, “Condición femenina y violencia conyugal entre los purépecheas durante la época colonial”, Mexican Studies/Estudios Mexicanos, 14:4 (1998), pp. 5-21. Y J.J. Pescador, “Del dicho al hecho: uxoricidios en el México central, 1769-1820”, en P. Gonzalbo Aizpura y C. Rabell Romero (eds.), Familia y vida privada en la historia de Iberoamérica, ECM- UNAM, México DF, 1996, pp. 373-386.
[118] .- Ruth Behar, “Sex and Sin, Witchcraft and the Devil in Late-Colonial Mexico”, America Etnologist, 14, nº 1 (1987), pp. 34-54, de la misma autora “Brujería sexual, colonialismo y poderes de las mujeres: su reflejo en los Archivos de la Inquisición Mexicana” (*1989), en V. Stolcke, Mujeres invadidas..., pp. 171-199. Esenciales para el tema de mujer e Inquisición novohispana son las investigaciones de S. Alberro, y N. Quezada.
[119] .- Ver a R. Chang-Rodríguez y R. Harrison en la segunda parte.
[120] .- Francisco Javier Cevallos-Candau, Jeffrey A. Cole, Nina M. Scott y Nicomedes Suárez-Arauz (eds.), Coded Encounters. Writing, Gender, and Ethnicity in Colonial Latin America, University of Massachusetts Press, Amherst, 1994.
[121] .- V. M. Bouvier, Women and the Conquest of California, 1542-1840: Codes of Silence, Univ. of Arizona Press, Tucson, 2001.
[122] .- Blanca López de Mariscal, La figura femenina en los narradores testigos de la conquista, ECM, México, 1997. Entre otras lecturas de género sobre los cronistas citamos la de Teresa Piossek Prebisch, Mujeres en las crónicas de la conquista. En Bernal Díaz del Castillo y Garcilaso de la Vega, San Miguel de Tucumán, 1997.
[123] .- Ricardo Herren, La conquista erótica de las Indias, Planeta, Barcelona, 1991.
[124] .- Aunque no referido en exclusiva a las mujeres, aporta sobre éstas consideraciones de importancia Pierre Ragón, Les amours Indiennes ou l´imaginaire du conquistador, Armand Colin, París, 1992.
[125].- Entre otros muchos: Jean-Pierre SAnchez, Le Mythe des Amazones du Nouveau Monde.Monde, Pamplona, Universidad de Navarra (coll. Acta Colombina), Pamplona, 1991. La cultura clásica y sus mitos, en los cronistas del sur americano, son temas que han sido tratados en varias ocasiones por Franklin Pease García Irigoyen.
[126] .- S. Wood, “Gender and town…
[127].- S. Montecino, Palabra dicha… Con el malinchismo entramos de lleno en las dimensiones discursivas del mestizaje, categoría que junto a la del género son esenciales en el análisis de la autora, de la que entre otros trabajos seleccionamos por su interés: “Identidades de género en América Latina: mestizajes, sacrificios y simultaneidades”, Debate Feminista, nº14 (Oct.1996), pp. 187-200.
[128].- Fernanda Núñez Becerra, La Malinche: de la historia al mito, INAH, México, 1996.
[129].- Véase al respecto la reflexión de Norma Fuller, cuando advierte sobre el efecto reduccionista de explicar el machismo por el trauma de la conquista, una interpretación que sólo define parcialmente la actual identidad masculina hispanoamericana en “Reflexiones sobre el machismo en el Perú” [en línea], Presentado en la Conferencia Regional: La equidad de género en América Latina y el Caribe. Desafíos desde las identidades masculinas, Santiago de Chile, 8-10 jun. 1998, EuroPRO-Fem, > [Consulta: 3-8-2002]
[130] .- Véase la precisa bibliografía, mayoritariamente anglosajona, que sobre estas dimensiones arquetípicas reseña S.J. Stern, La historia secreta...
[131].- J. TuÑÓN Pablos, Mujeres en México...
[132].- Milagros Palma, “El malinchismo o el lado femenino de la sociedad mestiza”, en M. Palma (coord.), Simbólica de la feminidad. La mujer en el imaginario mítico-religioso de las sociedades indias y mestizas, Abya-yala (Colección 500 años, nº 23), Ecuador, 1990, pp. 13-38; y N. Fuller. “En torno a la polaridad marianismo-machismo”, en Anuario de Hojas de Warmi, nº 7 (1996, pp. 11- 18.
[133].- Como muestra señalamos los siguientes trabajos: Cristina González Hernández, “Tonantzin-Guadalupe y la Malinche-llorona: algunas reflexiones en torno a los dos símbolos principales de la cultura mexicana”, en Actas de VII Congreso Internacional de la Asociación Española de Semiótica. Mitos. Volumen II. Zaragoza. 1996; M. Palma, La Mujer es puro Cuento. Simbólica mítico-religiosa de la feminidad aborigen y mestiza, Abya-yala, Ecuador, 1996; y Olga Raquel Herrera Uribe, “La Llorona: una muestra de lo colectivo popular mexicano” [en línea], Revista Presencia Latinoamericana (nov. 2001) [ Consulta: 3-8-2002]
[134].- S. MONTECINO, Palabra...
[135].- Además de las obras citadas de M. Palma y N. Fuller como muestra de la más extensa producción de estas autoras, sugerimos un interesante trabajo de Norman Palma “Disgresiones sobre el Goce y el Sufrimiento en el Horizonte Etológico del Macho”, en M. Palma, Simbólica..., pp. 121-130.
[136].- C. González Hernández, Doña Marina, la Malinche y la formación de la identidad mexicana, Encuentro, Madrid 2002.
[137] .- F. Núñez Becerra, La Malinche…
[138].- Margo Glanz (coord.), La Malinche, sus padres y sus hijos, UNAM, México, 1995 [*1994].
[139].- Sandra. Messinger Cypess: La Malinche in Mexican literature: from history to myth,, Univ. of Texas Press, Austin, 1991; “Revisión de la figura de la Malinche en la Dramaturgia mexicana”, en M. Glanz, La Malinche..., ,pp. 179-196; “Historia y leyenda de la única mujer importante durante la conquista de México”, en M. M. Jaramillo y B. Osorio (comp.) Las desobedientes: Mujeres de nuestra América, Panamericana, Santa Fe de Bogotá, 1997, pp. 3-24.
[140] .- El papel primordial de la utopía en las rebeliones es uno de los puntos cuestionado desde posturas “desmitificadoras” que critican el esencialismo andino. La polémica se puede seguir a través de dos artículos: H. Urbano, “Historia y etnohistoria andinas…, y Manuel Burga, “Historia y Antropología en el Perú (1980-1998): tradición, modernidad, diversidad y nación” [en línea], Primer Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero. 1999, Harvard Univ, [Consulta: 6-5-2002]
[141] .- Según algunos autores: Karen Spalding, De Indio a campesino: cambios en la estructura social del Perú colonial, IEP, Lima, 1974; John Howland Rowe, “El movimiento nacional inca del siglo XVIII”, Revista Universitaria. Univ. Nacional del Cuzco, 43:107, (2. Semestre 1954), pp. 17-47.
[142] .- Los citados trabajos de K. Spalding y J.H. Rowe se pueden completar con: Alberto Flores Galindo, Buscando un inca: identidad y utopía en los Andes, Instituto de Apoyo Agrario, Lima, 1987; M. Burga, Nacimiento de una utopía: muerte y resurrección de los incas, IAA, Lima, 1988; y Maruja Barrig, El mundo al revés. Imágenes de la mujer indígena [en línea], CLACSO-Asdi, Buenos Aires, 2001. Web FLACSO, < http://www.clacso.org/wwwclacso/espanol/html/libros/barrig/barrig.html > [ Consulta: 8-5-2002].
[143] .- Julio Calvo Pérez, Ollantay, edición crítica de la obra anónima quechua, CERA/BC, Cuzco, 1998.
[144] .- Es el sugerente título de una ponencia presentada por Renata Fernández de la Universidad de Kentucky, de la cual, lamentablemente, sólo tenemos esta referencia.
[145] .- Claudia Rosas Lauro, “ Jaque a la Dama. La imagen de la mujer en la prensa limeña de fines del siglo XVIII”, en M. Zegarra Flórez (coord.), Mujeres y género en la historia del Perú, CENDOC-Mujer, Perú, 1999, pp. 143-171.
[146] .- Es obvia la necesidad de ampliar el estudio y los enfoques del discurso histórico positivista sobre las mujeres indígenas, a ello pueden contribuir líneas de investigación como la de María Isabel Paredes Vera, “Las primeras limeñas. Una visión de la imagen peruana por Marcos Jiménez de la Espada” [CD], en VIII Congreso Internacional de Historia de América (AEA), XIII Coloquio de Historia Canario-Americana, Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 2002, pp. 1515-1531.
[147] .- Cecilia Méndez, Incas sí, Indios no: apuntes para el estudio del nacionalismo criollo en el Perú 1680-1809, IEP, Lima, 2000.
[148] .- Francesca Denegri, El Abanico y la Cigarrera: La primera generación de mujeres ilustradas en el Perú 1860-1895, Flora Tristán, IEP, Lima, 1996, y una caracterización general en S.B. Guardia, Mujeres peruanas. El otro lado de la historia, Minerva, Lima, 2002 [*1985].
[149] .- Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido, Solar/Hachete, Buenos Aires, l968 [*1889], e Hima-Sumac. Drama en tres actos y en prosa., Servicio de Publicaciones del Teatro Universitario, Lima, 1959 [*1890].
[150] .- Trabajo el de esta autora de importantes sugerencias: Mary Berg, “Presencia y ausencia de Clorinda Matto de Turner en el panorama literario y editorial peruano” [en línea] en I. Arellano y J. A. Mazzotti (eds.), Edición e interpretación de textos andinos, Univ. de Navarra-Iberoamericana, Madrid, 2000, pp. 211-229, Loyola College in Maryland: Thomas Ward, Mujeres Ilustradas del Perú, [ Consulta: 1-2-2002], y “Pasión y nación en Hima-Sumac de Clorinda Matto de Turner” [en línea], Primer Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero, 1999, Harvard Univ, [Consulta: 6-5-2002]
[151] .- Igual observación era hecha por C. RAMOS ESCANDÓN para México, en “Quinientos años...
[152].- Pensamiento el de Mariátegui indispensable en cualquier dimensión de la historia del Perú, que sirve de referencia tanto para la utopía indigenista como para la teología de la liberación, el feminismo u otros movimientos reivindicativos, incluso se ha vinculado a Sendero Luminoso.
[153] .- Luis E. Valcárcel, Tempestad en los Andes, Universo, Lima, 1972 [*1927]
[154] .- Entre las que destacó Dora Mayer de Zulen, o Rebeca Carrión Cachot cuya visión proindigenista caracterizó una de las primeras aproximaciones a las mujeres prehispánicas: “La mujer y el niño en el antiguo Perú: notas arqueológicas”, en Inca, 1:2, Lima (1923), cita recogida de S.B. Guardia, Mujeres peruanas...
[155] .- L. E. Valcárcel, Tempestad…, y en otra interpretación M. Barrig, El mundo…
[156].- M. Barrig, El mundo…, y también la construcción de las categorías raciales desde el discurso indigenista, y con perspectiva de género, es parte de la línea de investigación de Marisol De la Cadena, La decencia y el respeto. Raza y etnicidad entre los intelectuales y las mestizas cuzqueñas (Documentos de Trabajo), IEP, Lima, 1997. Desde el análisis literario se acerca a estas cuestiones Patricia Oliat, “Temidos y despreciados: Estereotipos de los hombres y mujeres de las clases populares en la literatura limeña del Siglo XIX”, en M. Barrig, y N. Henríquez (comp.), Otras pieles: Género, Historia y cultura, PUCP, Lima, 1995.
[157].- Micaela Bastidas fue incluida en la relación de heroínas de Francisco A. Loayza, Mártires y Heroínas, Los Pequeños Grandes Libros de Historia Americana, Lima, 1945. Anterior, y dentro de una visión tradicional, fue el primer y valioso intento de una historia de las mujeres peruanas que realizó Elvira García y García, La mujer peruana a través de la historia, Imprenta Americana, T. II, Lima, 1924.
[158].- Judith Prieto de Zerraga, Así hicieron las mujeres del Perú Lima, 1965, y Rubén Chauca Arriaran, Micaela Bastidas, Universo, Lima, 1980.
[159].- Alrededor de los años setenta se fraguaba la nueva etnohistoria andina en torno a los peruanos M. Rostworowski, W. Espinosa y F. Pease, que recogían las influencias de los investigadores pioneros: J. H. Rowe, J. V. Murra y R.T. Zuidema.
[160].- Ver H. Urbano, y M. Burga,
[161].- Nathan Wachtel, La visión de los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570), Alianza Univ, Madrid, 1976 ( 1ª edición en francés, 1971), y la ya citada obra de M. León -Portilla, Visión….
[162] .- Es la interpretación de N. Wachtel, en la que abunda una interesante reflexión de Juan Ossio, “¿Existen las poblaciones indígenas andinas del Perú?”, en J. Alcina Franch (comp.), Indianismo e indigenismo, Alianza, Madrid, 1990
[163].- Véase el contexto de la renovación historiográfica peruana en una precisa síntesis de Luis Miguel Glave, “Notas sobre la historiografía andina contemporánea”, en Historias, nº 38, INAH (Abr.-Sept. 1997), pp. 111-135.
[164].- “Las heroínas revolucionarias” es el título del breve capítulo que el historiador incluyó en su libro Túpac Amaru, Inca S.A, Lima, 1969.
[165].- Juan José Vega, Micaela Bastidas y las heroínas tupamaristas, Univ. Nacional de Educación La Cantuta, Lima, 1972. Tema que retomaría en Túpac Amaru y sus compañeros, Municipalidad de Cusco, T. II, Cusco. 1995. Véanse más adelante otras citas del mismo autor.
[166] .- Leon G. Campbell, “Women and the great rebellion in Peru”, The Americas. (AAFH/TAM), 42:2 Oct. 1985), pp. 163-196
[167] .- Bernard Lavallè, “Divorcio y nulidad de matrimonio en Lima (1650-1700). (La desavenencia conyugal como indicador social)”, en RA, nº 8 (dic.1986), pp. 427-464; [en línea] A. Pérotin-Dumon, El género... Véase más adelante a B. Lavallè.
[168] .- Y algún otro autor como Luis Martín, que trató a las mujeres mestizas en Las hijas de los conquistadores. Mujeres del Virreinato del Perú, Casiopea, Barcelona, 2000 (*1983). Posterior es la referencia a la aristocracia mestiza en María Rostworowski de Diez Canseco, Doña Francisca Pizarro. Una ilustre mestiza (1534- 1598), IEP, Lima, Perú, 1989.
[169] .- Pablo Macera, “Sexo y coloniaje”, Trabajos de Historia, Vol. 3, Instituto Nacional de Cultura, Lima, 1977, pp. 297-346.
[170] .- M. Rostworowski, La mujer en la época prehispánica, Documento de Trabajo 17, IEP, 1988. Del libro de S.B. Guardia, Mujeres peruanas…, recojo la referencia de M. Rostworowski y Pablo Macera en su intervención dentro del Primer Seminario Nacional de Mujer e Historia en el Perú, realizado en 1984, y de los trabajos que presentaron bajo el título: “La mujer en la historia del Perú” (referencia en p. 223).
[171] .- María Emma Mannarelli, “Inquisición y mujeres: las hechiceras en el Perú durante el siglo XVII”, en RA, Año 3, nº 5 ( jul. 1985), pp. 141-156.
[172] .- A. Flores Galindo y Magdalena Chocano, “Las Cargas del Sacramento”, en RA, nº 4 (dic. 1984), pp. 403-462
[173] .- Véanse al respecto, en las obras de síntesis citadas en la primera parte, los textos de J. MURIEL, T. Hernández, y M. Navarro que incluyen a las indias del Perú. A continuación otras referencias importantes para la historia de las mujeres coloniales del sur americano: Ermila Troconis de Veracoechea, Indias, esclavas y mantuanas, Academia Nacional de la Historia, (Colección Trópicos, nº 25), Caracas, 1990. Un punto de vista tradicional y aportación documental indispensable en Imelda Cano Roldan, La mujer en el Reyno de Chile, Ilustre Municipalidad de Santiago, Santiago de Chile, 1980. Las mujeres guaraníes y la vida doméstica de las campesinas a través de Marilyn Godoy, La conquista amorosa en tiempos de Irala [en línea] [138 pp.], BASE-IS, Asunción– Paraguay (2º Ed.), 1995, Web FLACSO, [Consulta: 4-4-2002]. Y Magdala Velásquez Toro, Las mujeres en la historia de Colombia, Consejería Presidencial para la Política Social, Presidencia de la República de Colombia, T.I, Norma, Santa Fe de Bogotá, 1995.
[174].- S. B. Guardia, Mujeres peruanas…
[175].- S. B. Guardia, “Micaela Bastidas y la insurrección de 1780”, en S. B. Guardia. Voces y cantos de las mujeres, Punto & Línea, Lima, 1999.
[176] .- A los ya citados se puede añadir el artículo de Alicia Poderti, “Mujeres en rebelión: Estrategias de resistencia femenina en la sublevación de Túpac Amaru”, en América Latina: ¿Y las mujeres qué?, Red Haina. Instituto Iberoamericano. Univ. de Gotembürgo. Alemania. 1998. Y los trabajos de M. Meléndez: “La dimensión discursiva del miedo y la economía del poder en las cartas y autos de Micaela Bastidas, 1780-1781”, en DIECIOCHO (Hispanic Enlightenment), 21:2, 1998, pp.181-193; “La ejecución como espectáculo público: Micaela Bastidas y la insurrección de Túpac Amaru, 1780-81” [CD], en La literatura Iberoamericana en el 2000. Balances, perspectivas y prospectivas, Univ. de Salamanca, Salamanca, , 2003, pp. 767-772.
[177].- Silvia Arze, Magdalena Cajías y Ximena Medinaceli, Mujeres en rebelión: la presencia femenina en las rebeliones de Charcas del siglo XVIII, Ministerio de Desarrollo Humano, La Paz, 1997. Varios capítulos de este texto [en línea], en A. Pérotin-Dumon, El género...
[178] - Ver más adelante L.M. Glave y E. Burkett.
[179] .- Ann L. Zulawski, “Mujeres indígenas y la economía de mercado en la Bolivia Colonial”, en V. Stolcke, Mujeres invadidas…, pp. 67-91, prácticamente el mismo texto en ingles, en LARR, 25:2 (1990), pp. 93-113, la misma autora y sobre el mismo tema They Eat From Their Labor: Work and Social Change in Colonial Bolivia, Univ. of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1995. También: Martín Minchom, “La economía subterránea y el mercado urbano: pulperos, “indias gateras, y “recatonas” del Quito Colonial”, en Memorias del Primer Simposio Europeo sobre Antropología del Ecuador, Bonn-Quito, 1985, pp. 175-188; Christiana Borchart de Moreno, “La imbecilidad y el coraje. La participación femenina en la economía colonial (Quito, 1780-1830)”, en RCHA, nº 17 (1991), pp. 167-182; y Jacques Poloni, “Mujeres indígenas y economía urbana: el caso de Cuenca durante la colonia”, en A.C. Defossez, D.Fassin y M. Viveros, Mujeres de los Andes: condiciones de vida y salud, IFEA, T. 65, 1992, pp. 201-221.
[180].- Brooke Larson, “La producción doméstica y el trabajo femenino indígena en la formación de una economía mercantil colonial”, en Historia Boliviana, III:2 (1983), pp. 173-188; Chantal Caillavet, “La artesanía textil en la época colonial: el rol de la producción domestica en el norte de la Audiencia de Quito”, en Cultura. Revista del Banco Central del Ecuador, 8:24b (1986), pp. 521-530; y Karen B. Graubart, “El tejer y las identidades de género en el Perú en los inicios de la colonia”, en BIRA, nº 24 (1997), pp. 145-165.
[181] .- Véase P. Seed, “Colonial…
[182].- Elinor Burkett, “Las mujeres indígenas y la sociedad Blanca: El caso del Perú del siglo XVI”, en A. Lavrin (comp.), Las mujeres…, pp. 121-152, de la misma autora “In Dubious Sisterhood: Class and Sex in Spanish Colonial South America”, en LAP (1977), pp. 18-26.
[183] .- Frak SalomOn, “Indian women of early colonial Quito as seen through their testaments”, The Americas (AAFH/TAM), 44:3 (1988), pp. 325-341.
[184] .- Irene SILVERBLATT, Luna, Sol y Brujas. Género y clases en los Andes prehispánicos y coloniales, CBC, Cuzco, 1990, (*1987). Otros trabajos anteriores de la misma autora: “Principios de organización femenina en el Tawantinsuyu”, en Revista del Museo Nacional, nº 42, Lima (1976), pp. 299-340; “Andean Women in the Inca Empire.”, en Feminist Studies, (1978), pp. 36-61; y “Andean Women under Spanish rule”, en M. Etienne y E. B. Leacock (eds.), Women…, pp. 149-185.
[185] .- L.M. Glave, “Mujer indígena, trabajo doméstico, y cambio social en el Virreinato peruano del siglo XVII: La ciudad de la Paz y el sur andino en 1684” [en línea] Bulletin de l´Institut Français de etudes andines, nº 16: 3-4 (1987), pp.39-69, Web IFEA, [Consulta: 3-9-2002].
[186] .- Sobre migraciones ver, también, A. L. Zulawski, “Mujeres indígenas…, y They Eat… Otras referencias al tema en la primera parte.
[187].- B. Larson, “La producción doméstica …
[188].- A. L. Zulawski, “Mujeres indígenas…, y They Eat…
[189] .- K. B. Graubart, “El tejer...,
[190].- Ximena Medinaceli, De indias a doñas : mujeres de la élite indígena en Cochabamba, siglos XVI-XVII, Ministerio de Desarrollo Humano, La Paz, 1997. De la misma autora un interesante artículo, “Nombres disidentes: mujeres aymaras en Sacaca, siglo XVII”, Estudios Bolivianos, nº1, (1995), p. 321-342.
[191].- Denise Arnold (comp.), Más allá del Silencio: Las fronteras de género en los Andes, T. I, CIASE/ ILCA, La Paz, 1997. Recomendamos el estupendo resumen comentado de este libro realizado por Susan Paulson, “Las fronteras de género y las fronteras conceptuales en los estudios andinos”, [en línea] [11 pp.] RA, n° 32 (dic. 1998) Revista Andina, [Consulta: 2-2-2002]
[192].- Además de los ya comentados son de interés J. Ossio, “ La estructura social de la comunidad campesina”, en J. Mejía Baca (ed) Historia general del Perú, Juan Mejía Baca, Lima, 1980, y Daisy Nuñez del Prado, “La reciprocidad como Etnos de la cultura andina” en ALL, nº 4 (1972), pp. 135-155.
[193].- Billie Jean Isbell, “La otra mitad esencial: un estudio de complementariedad sexual andina”, en Estudios Andinos, nº 5 (1976), pp. 37-56.
[194].- B. J. Isbell, “De inmaduro a duro: Lo simbólico femenino y los esquemas andinos de género”, en D.Arnold, Más alla del Silencio..., pp. 253-300. Otros autores en esta compilación expresaron sus posturas críticas a la teoría de la complementariedad andina.
[195].- N. Fuller, “Los estudios de género en el ámbito sudamericano”, [en línea] Encuentro Nacional de Sociólogos preparatorio al XXIII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología- ALAS, 2000, Arequipa, Asociación Latinoamericana de Sociología. ALAS, [Consulta: 15-8-2002].
[196].- M. BARRIG, El mundo...
[197].- M. Rostworowski: Estructuras andinas del poder ideología religiosa y política, IEP, Lima, 1983; La mujer en el Perú prehispánico, IEP, Lima, 1995; y “Visión Andina Prehispánica de los géneros”, en M. Barrig, y N. Henríquez (comp.), Otras pieles...
[198] .- I. SILVERBLATT, Luna, sol…
[199] Silvia RIVERA CUSICANQUI, “Diferencias, complementariedad y lucha anticolonial. Enseñanzas de la historia andina”, en I. Siu Bermúdez, W. Dierckxsens y L. Guzmán, Antología latinoamericana y del Caribe: mujer y género, T. 1, UCA, Managua, 1999, pp. 403-420.
[200] .- Términos destacados por Estela Cristina Salles en el trabajo que comentamos a continuación.
[201] .- M. Rostworowski: Curacas y sucesiones. Costa norte, Minerva, Lima, 1961; “El repartimiento de doña Beatriz Coya, en el valle de Yucay”, en Historia y Cultura, nº 4 (1970), pp. 153-267; y Estructuras andinas...
[202].- Estela Cristina Salles, “Mujeres cacicas en Omasuyos a fines del siglo XVIII. Una cuestión de legitimidad”, en Espacios de Género, T. I, Centro Rosarino Interdisciplinario sobre las Mujeres, Facultad de Humanidades y Artes, UNR. Rosario, 1995, y la misma autora junto a Héctor Omar Noejovich Ch., “La herencia femenina andina prehispánica y su transformación en el mundo colonial” [en línea] [22 pp.] Ponencia presentada en Economic History Congress, IEHA, 25 jul., Buenos Aires, 2002, EH.net/Economic History Services, [Consulta: 7-9-2002].
[203] E.C. SALLES, “ La herencia..., ( la referencia en p. 18)
[204].- J. J. VEGA,”Las capullanas”, en J. J. Vega, Los Tallanes, La Cantuta, Lima, 1988, pp. 18-24; Oswaldo Fernández Villegas, “Las capullanas: mujeres curacas de Piura siglos XVI-XVII”, Boletín de Lima, nº 66 (1989), pp.43-50; y Glady A. Varela y Luz M. Font,. “Cacicas ricas y laboriosas en la frontera chileno-argentina” Dimensión Histórica de Chile, nº 13-14 ( 1997-1998), pp. 47-62. Más brevemente trata la cuestión Fernando Armas Asin, “ Religión, género y construcción de una sexualidad en los Andes (siglos XVI y XVII) Un acercamiento provisional”, en RI, nº 223 (2001), pp. 673-700. Y citamos, aunque no ha sido posible consultalo, el trabajo de Karen B. Graubart, “Cacicas and the invention of political tradition in the Andes”, Actas del Primer Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero, Harvard University, 29 abr.-1 may. 1999.
[205] .- Felipe. Guaman Poma de Ayala, Nueva crónica y buen gobierno, Edición de Joh V. Murra, Rolena Adorno y Jorge L. Urioste, Historia 16, Serie: Crónicas de América 29, Madrid, 1987, pág. 936: 86 [875]).
[206] .- B. Larson, “ La producción …; A.L. Zulawski, “Mujeres indígenas…; They Eat… ; y S. J. Stern, Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española. Huamanga hasta 1640, Alianza Editorial, Madrid, 1986 (*1982)
[207] .- J. J. Vega, La poligamia española en el Perú: siglo XVI, La Cantuta, Lima, 1968, y “La prostitución en el incario”, en J. Andreo, y S. B. Guardia, Historia de las mujeres…, pp. 45-53.
[208] .- Ward Stavig, Amor y Violencia Sexual: Valores Indígenas en la Sociedad Colonial, IEP, Lima, 1996, cap. V, (*1995). También E. Burkett se ha referido al tema en varios de sus trabajos.
[209] Para una reflexión sobre este tema apuntamos, de acuerdo con la cita de W. Stavig, el libro de L. MARTÍN, Las hijas de los conquistadores..., cap. VI.
[210] .- La misma argumentación se ha mantenido para las sociedades novohispanas: S.J. Stern, La historia secreta..., y W. B .TAYLOR, Embriaguez...
[211] .- I. SILVERBLATT, Luna, Sol…
[212] .- F. Armas Asin, “ Religión....
[213] .- M. Barrig, El mundo al revés...
[214] .- A. Flores Galindo y M. Chocano, “Las Cargas..., también, respecto a estos temas véanse las citas de: A. Lavrin, P. Seed, J. Lyman, y S. Lipsett-Rivera.
[215] .- B. Lavallè, “Divorcio y nulidad…
[216] .- B. Lavallè, Amor y Opresión en los Andes coloniales, IEP, Lima, 1999. En lo que a nuestro trabajo interesa destacamos la primera parte de esta recopilación, y especialmente el ensayo: “Amor, amores y desamor en el sur peruano(1750-1800)” [*1996], pp. 85-112.
[217] .- W. Stavig: Amor…, y “ Living in Offense of Our Lord: Indigenous Sexual Values and Marital Life in the Colonial Crucible”, en HAHR, Vol. 75:4 (1995), pp. 597-622.
[218] .- I. SILVERBLATT, “ Family Values in Seventeenth-Century Peru”, [en línea], en E. Hill-Boone y T. Cummins (eds.), Native Traditions in the Postconquest World, Dumbarton Oaks-Harvard Univ, Washington, D.C, 1998, pp. 63-89. Dumbarton Oaks Electronic Texts, [Consulta: 12- 9-2002]
[219].- Mariángeles Mingarro Arnandis, “Familia y mujer en Tunja ( Nueva Granada) en el siglo XVIII”, en IX Congreso... (AEA), pp. 247-252.
[220] .- Virginia Gutiérrez de Pineda, La familia en Colombia,T I, Univ. Nacional de Colombia, Bogotá, 1963, y Familia y cultura en Colombia, Tercer Mundo-Univ. Nacional de Colombia, Bogotá, 1968. Valga la cita de estos estudios como referencia de otras publicaciones posteriores de la misma autora, y sobre el mismo tema.
[221] .- M. E. Mannarelli, Pecados públicos: la ilegitimidad en Lima, siglo XVII, Flora Tristán, Lima, 1993 [en línea], Cap. IV [27 pp.], en A. Pérotin-Dumon, El género ... También, ver A. LAVRIN (ed), Sexuality...
[222] .- Margarita. Zegarra Flórez, “El honesto velo de nuestro sexo. Sociabilidad y género en las mujeres de los sectores populares, en la Lima del 800”, en M. Zegarra Flórez (coord.), Mujeres y género…, pp. pp.183-204. Otra visión a través de las uniones interétnicas la proporciona Jesús A. Cosamalón Aguilar, “Amistades peligrosas: matrimonios indígenas y espacios de convivencia interracial (Lima 1795-1820), en S. O’Phelan Godoy (comp.), El Perú en el siglo XVIII. La era borbónica, Instituto Riva-Agüero, Lima, 1999, pp. 345-368.
[223] .- M. E. Mannarelli, “La infancia y la configuración de los vínculos en el Perú. Un enfoque histórico” [en línea], en Políticas Públicas e Infancia en el Perú. Save the Children – UK. Lima, 2002, Niños del Peru.Publicaciones. [Consulta:2-2-2003]
[224] .- Regina. Harrison: “The Theology of Concupiscence: Spanish-Quechua Confessional Manuals in the Andes”, en F. J. Cevallos-Candua, et al, Coded Encounters…, pp. 135-150, y True Confessions: Quechua and Spanish Cultural Encounters in the Viceroyalty of Peru, LASC, nº 5, Univ. of Maryland, USA, 1992.
[225] .- Ana Sánchez, “Pecados secretos, públicas virtudes: El acoso sexual en el confesionario”, RA, nº 27 (jul. 1996), pp. 121-147.
[226] .- Fernando ArMas Asin, “ Religión...
[227] .- I. Silverblatt, Honor, Sex and Civilizing Missions in The Making of Seventeenth-Century Peru, LASC, nº 7, Univ. of Maryland, USA, 1989-90.
[228] .- Mª del Carmen Martín Rubio, “La mujer indígena andina, según un Memorial inédito dirigido a Felipe II en 1588 por Bartolomé Álvarez” [CD], VIII Congreso Internacional de Historia de América (AEA), XIII Coloquio de Historia Canario-Americana, Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 2002, pp.1506- 1514
[229] .- Pilar Pérez Cantó, “Las crónicas bajo otra mirada: las mujeres indígenas en Cierza de León”, en IX Congreso (AEA)..., pp.153-172
[230] .- Alejandra Osorio, “Seducción y conquista: Una lectura de Guamán Poma”, en ALL. Año XXII, nº 35/36 (1990), pp. 293-327.
[231] .- Ver comentario sobre los Estudios Literarios Coloniales en la primera parte.
[232] .- Otros trabajos de interés, además de los comentados, sobre la crónica de Guaman Poma son los de R. Harrison, “Guaman Poma, la construcción de la memoria incaica y la estética corporal”, en Martín Lienhard (coord.), La memoria popular y sus transformaciones, Vervuert- Iberoamericana, Madrid, 2000, pp. 237-249, y Philomena Gebran, “La mujer inca en la crónica de Guaman Poma de Ayala”, en J. Andreo y S.B. Guardia, Historia...., pp. 57-68.
[233] .- Entre los más destacados investigadores están: Rolena Adorno, John V. Murra , Juan Ossio, Nathan Wachel , Frankin Pease, y Mercedes López- Baralt. Un completo catálogo bibliográfico sobre Guaman Poma y su manuscrito, que incluye a estos autores, en: Proyecto Ensayo Hispánico, [Consulta: 2-3-2002].
[234] .- Raquel CHANG RODRÍGUEZ, “Iconos inestables: el caso de la coya Chuquillanto en “Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno (1615)”, en A. Pellicani y F. Cantù (eds), Guamán Poma y Blas Valera: tradición andina e historia colonial, Instituto Italo-latinoamericano, Roma, 2001, pp. 293-312.
[235] .- R. CHANG RODRÍGUEZ, “Las coyas incaicas y la complementariedad andina” (c.1616) de Martín de Murúa” [en línea], en Studi Ispanici, 1999, pp.11-27, El Website de Guaman Poma, [Consulta: 3-3- 2002].
[236] .- R. CHANG RODRÍGUEZ, “Historia, pintura y literatura, en una loa de Perú Virreinal” [en línea], en Ines Azar (ed.), El puente de las palabras: Homenaje a David Lagmanovich, Colección Interamer, nº 50, IV, OEA, 1994, Website de AICD, [Consulta: 3-3- 2002].
[237] .- Diana Miloslavich Tupac, “ El personaje de Curicuillor/ Curicoyllor. En Miscelánea Antártica y Armas Antárticas”, en J. Andreo, y S.B. Guardia, Historia …, pp. 69-85.
[238] .- Luis Millones, Virgilio Galgo y Anne Marie Dussault, “Reflexiones en torno al romance en la Sociedad indígena: Seis relatos de amor”, en RCLL, nº14 (1981), pp. 7-28.
[239] .- L. Millones y Mary Pratt, Amor brujo. Imagen y cultura del amor en los Andes, IEP, Lima, 1989.
[240] .- Rocío de la Nogal Fernández e Itziar Lado, “ La vida cotidiana de las mujeres coloniales a través de la crónica de Jaime Baltasar Martínez Compañón” en E. Martín Acosta, C. Parcero Torre y A. Sagarra Gamazo (comp.), Metodológia y nuevas líneas de investigación de la historia de América, Univ. de Burgos/AEA, Burgos, 2001, pp.247-258.
[241] .- I. SILVERBLATT, Luna, Sol…
[242] .- Pierre Duviols, Cultura andina y represión: procesos y visitas de idolatrías, hechicerías, Cajatambo, siglo XVII, CERA/ BC, Cuzco, 1986
[243] .- A. Osorio, “Hechicerías y curanderías en la Lima del siglo XVII. Formas femeninas de control y acción social”, en M. Zegarra Flórez (coord.), Mujeres y género…,pp. 59-75.
[244] .- Conclusiones, que como destaca la autora, coinciden con las interpretaciones de M. E. Mannarelli y R. Behar para el conjunto popular femenino implicado en estas prácticas: M.E. Mannarelli, “Inquisición y mujeres..., de la misma autora Hechiceras, beatas y Expósitas. Mujeres y poder inquisitorial en Lima, Congreso de la República del Perú, Lima, 1998; y R. Behar, “Brujería sexual...
[245].- A. Sánchez, Amancebados, hechiceros y rebeldes (Chancay, siglo XVII), CERA/ BC, Cuzco, 1992.
[246] .- Desde una perspectiva amplia de los discursos, el espacio colonial colombiano ha sido examinado por Jaime Humberto BorJa GÓMEZ, “Sexualidad y cultura femenina en la Colonia. Prostitutas, hechicera, sodomitas y otras transgresoras”, en Las mujeres en la historia de Colombia, T. III, Presidencia de la República y Norma, Santa Fe de Bogotá, 1996.
[247] .- Carlos Garcés, Brujas y adivinos en Tucumán (siglos XVII- XVIII), Univ. Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy, 1997.
[248] .- Adolfo Luis González Rodríguez, “Juicio por hechicería en Santiago del Estero, 1761. El caso de las indias Lorenza y Pancha”, en Temas Americanistas, nº 14 (1998), pp. 25-31, [*1996].
[249] .- Judith Farberman, “Hechicería, cultura folclórica y justicia capitular. El proceso de Tuama (Santiago del Estero), 1761” [en línea] [32 pp.], Revista Andes, nº 11 (2000), pp. 237-266, Educar. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Argentina, [Consulta: 2-2-2003], y “La fama de la hechicera. La buena reputación femenina en un proceso criminal del siglo XVIII”, en F Gil Lozano, V. Pita y M. G. Ini, Historia de las mujeres en la Argentina. “Colonia y siglo XIX.”, T. I, Taurus, Buenos Aires, 2000, pp. 27-47.
[250].- Kathryn Burns: “Conventos, criollos y la economía espiritual del Cuzco, siglo XVI”, en Memoria II Congr .Inter. .El monacato …, pp. 311-318, Colonial Habits Convents and the Spiritual Economy of Cuzco, Peru, Duke University Press, 1999.
[251].- Nancy E. van Deusen, “La casa de Divorciadas, la casa de la Magdalena y la política de recogimiento en Lima, 1580-1660”, en Memoria II Congr.Inter. El monacato ..., pp. 395-406, y “Los primeros recogimientos para doncellas mestizas en Lima y Cuzco, 1550-1580”, en ALL, Año XXII, nº 35/36 (1990), pp. 249-291.
[252] .- Patricia Peña González, “La Casa de Recogidas de Santiago, un hospital de almas” [en línea], Anales de la Universidad de Chile. “Muerte y cultura” Sexta Serie, nº 6, 1997, Univ. de Chile, [Consulta: 15-1-2003].
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Una versión reducida de este artículo ha sido publicada en Tiempo y Forma, Revista de Historia Moderna, UNED, nº 17 (2004), pp. 215- 253, y en Sara Beatriz Guardia (Ed.) Escritura de la historia de las mujeres en América Latina. El retorno de las diosas, Ed. Minerva, Lima, 2005. (Enlaces a continuación) LA AUTORA Es licenciada en Geografía e Historia por la UNED. En la actualidad realiza su tesis doctoral sobre Colonialismo y Género y ha obtenido el Diploma de Estudios Avanzados (DEA) con el mismo tema, en la misma universidad y bajo la dirección de la doctora Marina Alfonso Mola. DISTINCIONES -- 2002, 8 de marzo. Premio Elisa Pérez Vera de investigación, U.N.E.D, por el trabajo Ciudadanas de Valladolid en la II República -- 2007, 19 de septiembre. Mención especial en el concurso de investigación “Otras Miradas”. Convocado por el Ayuntamiento de Palencia, por el trabajo Señoras brigadieras, coronelas, capitanas…Colonialismo y género en el siglo XVIII. ACTIVIDADES -- Desde 2005, dirección y edición de la revista digital Frentes Avanzados de la Historia -- Desde 2005, colaboradora del Centro de Estudios La Mujer en la Historia de América Latina, CEMHAL ― Desde 2009, colaboradora de la revista Hojas de Warmi, Investigación para el feminismo la cooperación y solidaridad con América Latina. Ed. Seminario Interdisciplinar Mujeres y Sociedad, SIMS/ Universitat de Barcelona, UB. PUBLICACIONES -- Artículo: “Ciudadanas de Valladolid en la II República”, en adistancia, Revista de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED, Volumen 20, nº 1, octubre 2002, págs. 101-107; [en línea] FAH, Resumen: -- Artículo: “Perspectivas historiográficas. Mujeres indígenas en la sociedad colonial hispanoamericana”, en Tiempo y Forma, Revista de Historia Moderna, UNED, nº 17 (2004), págs. 215- 253. En Sara Beatriz Guardia (Ed.) Escritura de la historia de las mujeres en América Latina. El retorno de las diosas, Ed. Minerva, Lima, 2005, págs. 155-200; e-espacio digital UNED / En FAH -- Artículo: “Representaciones y prácticas de género en la proyección del colectivo social de la oficialidad militar. Una estrategia de la política colonial en el siglo XVIII”; Revista digital Destiempos, año 3, nº 14, México, D.F. (mayo-junio 2008) -- Artículo: “Viajeras al servicio de su majestad en el siglo XVIII. Un discurso colonialista de género en el siglo XVIII” y prólogo en Sara Beatriz Guardia (ed.) Viajeras entre dos mundos, Ed. CEMHAL, 2011, págs. 123-140; Artículo En FAH / Presentación del libro en FAH / Libro completo pdf en CEMHAL -- Compilación y presentación, Dossier: “Reflexiones para el Debate sobre los géneros desde las dos orillas atlánticas”, Hojas de Warmi, nº 16, 2011, SIMS, UB, [en línea] SIMS
5 comentarios
Lilia Isabel López Ferman -
Agradeceré que puedas darme la referencia deje de mi correo personal, gracias
BERNARDO -
ya actualicé el post.
http://wp.me/pjObt-6aK
esmeralda -
Sara Guengerich -
marilu -