
Sara Beatriz Guardia
CEMHAL/ Universidad San Martín de Porres/ Perú
En el capítulo XI, don Quijote y Sancho llegan maltrechos a la puerta de las chozas de unos cabreros, quienes los acogen y comparten con ellos la cena. No existe aventura alguna, y el dinamismo discursivo de don Quijote centrado en el elogio a la Edad de Oro, está en función de los sucesos que se desarrollarán en los tres siguientes capítulos. La Edad de Oro se presenta como una época mítica, idealizada, y vinculada a la literatura pastoril[1], donde las “doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y señera, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propia voluntad” (Cervantes 1999:170-171).
Pero en estos detestables siglos – se lamenta don Quijote – no está segura ninguna mujer, aunque se oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; “Porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y cr
... (... continúa )